Desde hace 35 años los conservatorios de música de Canarias viven en un silencio administrativo que resulta insoportable. Tres décadas y media sin oposiciones convocadas por la ConsejerÃa de Educación. Tres décadas y media en las que se ha cerrado el atril a toda una generación de músicos que merecen una oportunidad.
Un pequeño grupo de interinos ha logrado que lo que deberÃa ser una excepción se convierta en costumbre: bloquear las convocatorias, frenar la apertura de nuevas listas de empleo y tocar siempre la misma partitura, la de permanecer curso tras curso en las aulas sin haber pasado por el proceso público y justo de selección.
Esta dinámica ha conseguido algo grave: que la Administración se pliegue a sus intereses, paralizando concursos de traslados y comisiones de servicio, impidiendo el regreso de quienes opositaron en otras comunidades autónomas y cerrando las puertas a la savia nueva de los jóvenes músicos canarios. La contradicción es enorme: mientras tanto, se facilita la vuelta exprés de docentes peninsulares cuando el proceso de méritos no favorece a los mismos de siempre.
El resultado lo sufren directamente los alumnos: jóvenes que ven cómo su formación queda a medias porque no hay profesorado para cubrir sustituciones. Es la paradoja de un archipiélago lleno de talento musical, pero con conservatorios encadenados a una polÃtica de bloqueo.
No se entiende que docentes con 10, 15 o 20 años de experiencia rehúyan sistemáticamente presentarse a los procesos selectivos. Los conservatorios necesitan profesorado actualizado, evaluado de manera independiente y comprometido con la enseñanza pública, no con intereses personales.
La música de Canarias no puede seguir tocándose en bucle, con los mismos intérpretes aferrados a las plazas como si fueran suyas. Es momento de abrir los atriles, repartir las partituras y dar entrada a nuevas voces.
Nuestros hijos e hijas merecen un futuro donde el talento sea el verdadero director de orquesta. Donde la enseñanza musical brille gracias a quienes demuestran su mérito y capacidad, y no solo a quienes llevan demasiado tiempo repitiendo la misma melodÃa.
Es hora de que los conservatorios vuelvan a sonar con fuerza, con justicia y con futuro.
Fuente: Melómano