Una marcha procesional es la música utilizada para acompañar los desfiles procesionales. Es un género musical que debe contar con unos requisitos de estructura y estilo o carácter; la estructura hace referencia a la forma musical conocida como marcha, la cual consta de tema, desarrollo, trío y reexposición del tema, pudiendo en ocasiones contar con una introducción y una coda. El estilo o carácter queda fijado por la adecuación al acto para el que ha sido concebida la obra, la procesión. Es un género que goza de gran popularidad en España y en otros países como Italia y Guatemala, y forma parte del repertorio musical de las bandas de música.

Escrito en diapason / 7 abril, 2022

Dicho esto, cualquier persona que de una u otra forma se acerque a la Semana Santa, no entenderá la misma sin el protagonismo de la música. No obstante, los primeros años de presencia de música en desfiles procesionales no tienen nada que ver con los actuales.

La marcha procesional enraíza en la segunda mitad del siglo XIX y lo hace bajo el concepto de marcha fúnebreforma musical muy recurrida durante dicha centuria, albergada bajo la corriente estilista del Romanticismo, período que recurría con frecuencia a temas trágicos o leyendas. Durante el mencionado periodo emanaron grandes composiciones que posteriormente, y debido al escaso repertorio a que tuvieron que enfrentarse las primeras bandas de música, fueron adaptadas, siendo tocadas en las procesiones de Semana Santa y continuando hoy en día vigentes en algunos lugares. Podría considerarse este hecho como el primer contacto de una marcha fúnebre con una procesión, sin olvidar que las citadas marchas habían sido concebidas como parte de una obra musical mayor y para ser interpretadas en un auditorio.

Ejemplos tales de esas adaptaciones para uso procesional podrían ser, por citar algunas páginas consagradas de la literatura musical, el segundo movimiento de la “Tercera Sinfonía” de Beethoven, la “marcha fúnebre” que Frédéric Chopin compuso para el segundo movimiento de su “Sonata para piano n.º 2”, la “marcha fúnebre” de “Sigfrido” de la ópera “El ocaso de los dioses” de Richard Wagner, la marcha “Juana de Arco” de Gounod, o el “Adiós a la vida” de la ópera “Tosca” de Giacomo Puccini.

Muchas de ellas siguen estando presentes en los repertorios de la mayoría de las bandas de música de nuestro país, lo cual podemos comprobar sin ir más lejos en la ciudad de Zamora, donde año tras año podemos escuchar “Juana de Arco” o la “Marcha Fúnebre” de Chopin entre otras.

Muy pronto comenzarían a aparecer las primeras marchas fúnebres compuestas específicamente para cofradías y hermandades, pues el público se empezó a acostumbrar a estos acompañamientos musicales en las procesiones y los músicos, compositores, directivos y cofrades del momento pensaron que había llegado el momento de crear una forma musical propia para las procesiones. Podría considerarse el nacimiento de la marcha fúnebre como tal, con una estructura pensada y unas características formales que, en muchos casos, a pesar del paso de los años, conservan esa esencia de finales del siglo XIX y principios del XX. Tenemos claro que aún queda mucho por investigar, pero podría considerarse a José Gabaldá Bel, quien fuera director de la Banda de la Guardia Real en Madrid, uno de los primeros autores en componer expresamente música para la Semana Santa con obras como “El llanto” o “Soledad”.

Eduardo López Juarranz (1844-1897)

Desde los inicios del género, siempre ha habido una dicotomía entre estilos, en concreto el andaluz, más luminoso y “alegre”, frente a un estilo más fúnebre o sobrio como es, por llamarlo de alguna manera, el castellano. Aunque bien es cierto que los primeros ejemplos del segundo deberían esperar algunos años más, existen referencias que apuntan a la existencia de marchas fúnebres hacia la segunda mitad del XIX en Andalucía. Podría considerarse la “Marcha fúnebre” compuesta por el cordobés Rafael Cebreros la primera marcha fúnebre original andaluza compuesta para una procesión, continuando Eduardo López Juarranz con “¡Piedad!” o “Pobre Carmen”, común en innumerables ciudades españolas en la actualidad. No obstante, la época verdaderamente prolífica del siglo XIX fue la década de los noventa, saliendo a la luz marchas como “El Señor de Pasión” de Ramón González, “Pange Lingua” de Camilo Pérez Montllor, “Virgen del Valle” de Vicente Gómez-Zarzuela o “Quinta Angustia”, compuesta por José Font Marimont. Estas últimas marcarían el estilo de muchas composiciones posteriores que dividiría la marcha en una introducción, primer tema, segundo tema central, repetición del primer tema (o parte de él) y finalizar con un tercer tema con carácter de cierre.

Vicente Gómez-Zarzuela (1870-1956)

Ya desde esta época tan temprana, algunas de las marchas comenzarían a introducir melodías que se pueden denominar «alegres» dentro del patetismo propio de la marcha fúnebre, característica bastante común en Semanas Santas andaluzas o murcianas y no tan propia en Pasiones más septentrionales como las castellanas.

Un dato a tener en cuenta que permitió la edición y difusión de obras del género sería la aparición de la revista musical “Harmonía”, fundada por el empresario y músico guipuzcoano Mariano San Miguel Urcelay , el cual dejaría dos piezas maestras del género, “El héroe muerto” y “Mektub”.

Paralelamente a esta profusión de marchas y al establecimiento de ciertas estructuras y características estándares, en el primer tercio del siglo XX se produce un hecho verdaderamente curioso que no es otro que la aparición de las primeras marchas para bandas de cornetas y tambores. Se podría considerar como la primera banda de cornetas a la de los Bomberos de Málaga, cuyo compositor de cabecera fue el maestro Alberto Escámez.

Por otro lado, empezamos a tener a los grandes maestros del género, a veces, familias enteras, como es el caso de los Font. Sus creaciones emanan sinfonismo (“A la memoria de mi padre”, “Expiración”, “La Sagrada Lanzada”, “Amarguras”… son ejemplos de verdaderos poemas sinfónicos en forma de marchas fúnebres). También destacan Manuel López Farfán con “Pasan los campanilleros” o “La estrella sublime”, y Jerónimo Oliver con su “Marcha Lenta”, éste último ya en Cartagena.

Como paréntesis creativo, debe señalarse la crisis que conlleva la Guerra Civil Española, que también se hace presente en todo lo que concierne a las cofradías, afectando, lógicamente, a la música procesional: muchas bandas subsisten de forma muy precaria, algunas cofradías dejan de procesionar, desciende el número de composiciones de marchas procesionales, etc. Con la postguerra, poco a poco se vuelve a la normalidad y el arte al servicio de las cofradías se recupera. Entra en escena la llamada generación de la postguerra. Destacamos aquí autores como Emilio Cebrián, cuya obra ha logrado adquirir carácter inmortal con creaciones como “Nuestro Padre Jesús” y “Cristo de la Sangre”, Pedro Gámez Laserna, Pedro Braña Martínez con “Coronación de la Macarena” o Ricardo Dorado, considerado como maestro de maestros con “Mater Mea” y “Getsemaní”, envueltas de un estilo más sobrio, más fúnebre.

Ricardo Dorado Janeiro (1907-1988)

Dicho estilo de marcha lenta, tras el auge andaluz, se continuará manteniendo en zonas como Cartagena con José Torres Escribano, Cuenca y, por supuesto, Zamora, con los primeros autores ligados a la ciudad, como Ángel Rodríguez, el Maestro Haedo, y posteriormente Carlos Cerveró o Antonio Pedrero Rojo. Sin embargo, en Andalucía, pasados los años, se continuó con creaciones que siguieron con ese carácter alegre y más abierto que venían mostrando desde los inicios la mayoría de las marchas en esta comunidad. A ello ayudó la publicación de trabajos discográficos, como por ejemplo el de la Banda del Regimiento Soria 9 con Abel Moreno al frente. Abel Moreno es, de entre los compositores de la historia de la marcha procesional, el más popular. Su obra se ha extendido por toda la geografía española, traspasando incluso sus fronteras, siendo interpretadas en alguna que otra ciudad de América. Sus marchas son sencillas, agradables al oído e interpretables para cualquier tipo de banda. Con “Hermanos Costaleros” se establecen los principios de su estilo, el cual queda consolidado en obras posteriores como son “Cristo de la Presentación”, “Macarena”, o la obra que lo encumbró, “La Madrugá”.

Abel Moreno Gómez (1944)

Por último, hoy en día, los compositores se encuentran en una complicada situación. De un lado, aquellos que quieren componer están abocados a innovar añadiendo nuevos horizontes y lenguajes, aunque no son pocas las veces que sus partituras chocan frontalmente con los intereses imperantes o la moda. Del otro lado, están aquellos que fabrican música siguiendo los cánones preestablecidos, adaptándose a los moldes que marca la industria. Últimamente, ha surgido una especie de movimiento historicista que pretende dignificar la esencia de López Farfán, Gámez Laserna o Álvarez Beigbeder.

Por otro lado, nuevas generaciones de compositores que siguen los cánones y estilos que más les gustan o sienten más cercanos. Es el caso de Francisco Javier Alonso Delgado, Juan Velázquez, Juan José Puntas, David Hurtado, o  Manuel Marvizón en Andalucía. En Murcia, José Vélez y Javier Pérez Garrido, así como José Luis Peiró en Canarias. Y autores castellanos como Pedro Hernández Garriga, Jaime Gutiérrez, Juan Fernández, Gustavo Ramajo, Miguel Mateos, Victo Argüello o un servidor.

La mayor capacidad técnica de las bandas de música, debida a la mejor formación de sus componentes, así como la consciencia creciente sobre el patrimonio musical auguran un futuro prometedor.

David Rivas Domínguez

Armonía

  1. f. Unión y combinación de sonidos simultáneos y diferentes, pero acordes.

  2. f. Mús. Arte de formar y enlazar los acordes.

Estas son dos de las acepciones que podemos encontrar en la RAE si buscamos el término armonía.

23 diciembre, 2021 / Escrito en diapason

Quizá no sean plenamente clarificadoras, o al menos, no nos transmitan la profunda importancia de esta palabra y el impacto que ha tenido en la música occidental, pero lo cierto es que en casi cualquier estilo musical o época en la que podamos pensar, se han aplicado y desarrollado los fundamentos de esta conjunción de sonidos convertida en disciplina con el paso de los siglos.

Cierto es que las reglas están para romperse y que gracias a este principio, los preceptos artísticos evolucionan y originan nuevas formas de expresión y/o cambios en el lenguaje que adaptan los sistemas establecidos a los gustos del momento. Pero no es menos cierto que para conseguir moldear nuestro elemento de trabajo (música, escultura, pintura, etc.) debemos entender cómo está formada esa materia prima que vamos a manipular, debemos conocer el medio en el que nos estamos moviendo.

Esto es, pues, el estudio de la armonía: no sólo es saber formar un acorde, si no saber cómo se comporta ese acorde dentro de una progresión; no sólo es saber ponerle nombre a un conjunto de sonidos, es saber cómo crear tensión con ellos para luego resolverla; no sólo es aprender unas normas que puedan parecernos, en ocasiones, anticuadas, es entender esas normas para aplicarlas o romperlas (según nos interese) y de esta manera hablar nuestro propio lenguaje. En definitiva, hablar música.

Pero ¿qué ocurre con aquellos músicos que sólo quieren tocar un instrumento y consideran que estas cuestiones teóricas están reservadas exclusivamente para los compositores?

Es innegable que a partir de la imitación, la repetición y la práctica se pueden alcanzar buenos resultados dentro de la interpretación.

¿Entonces?

Sería como recitar a Shakespeare a partir de la imitación, la repetición y la práctica, pero sin saber inglés.

Diego Corraliza Azorín.

Profesor Guitarra Escuela de Música AAMY.

Como ya hemos comentado varias veces en esta sección, dentro de este género musical existen varios tipos de pasodobles: pasacalles, zarzuelas, baile, marchas, tunas, concierto, festeros, regionales, canción, etc., cuya diferencia, además de sus características técnicas musicales, radica principalmente en el motivo u origen de su composición, para qué y porqué se compone dicha obra por parte del autor.

Escrito en diapason – 9 diciembre, 2021

El pasodoble puede ser parte de una zarzuela, incluso como ya vimos, de una ópera; puede estar pensado para ser cantado como canción, formar parte de una banda sonora, ser compuesto para desfilar en una fiesta determinada; interpretado durante los festejos taurinos, estar dedicado a una ciudad, región, comarca o a sus habitantes, costumbres y tradiciones, e incluso ser escrito para homenajear a un colectivo o a una persona en concreto.

La obra de la que vamos a hablar en este artículo es una mezcla de varios de los motivos anteriores, puesto que a su vez es una obra dedicada a una persona, escrita para homenajear a un colectivo como es una banda municipal y que se ha convertido en un pasodoble utilizado para desfilar en diferentes fiestas, especialmente en el levante español, y muy concretamente en las fiestas de Moros y Cristianos, aunque no solo en estas.

Se trata del pasodoble “Francisco Bravo”, del maestro Manuel Carrascosa, obra dedicada al músico villenense y fundador en el año 1922 de la actual Banda Municipal de Villena.

Familia Bravo-Gracia en el año 1903. Francisco Bravo y su esposa Consejo aparecen en el centro de la última fila. (Foto cedida por www.villenacuentame.com)

Este es uno de los motivos por los que hoy hablaremos de dicho pasodoble, puesto que en el próximo año se cumplirá el Centenario de la banda de la vecina localidad de Villena, pero no el único, pues este pasodoble-marcha, sin saber muy bien porqué, y de una forma no escrita, -sencillamente se ha ido tocando año tras año-, se ha convertido también, en una de las bandas sonoras tradicionales de  las Fiestas Patronales de Yecla, puesto que es interpretado de una forma natural en varios momentos importantes de dicha festividad.

Francisco Bravo Gracia, nace en Villena el 1 de noviembre de 1876. Su familia era de clase media y con cierta holgura económica, dado el trabajo artesanal del padre, que por tradición familiar eran canteros y marmolistas, pero donde no existía ningún  ambiente musical.

Inicia sus estudios de primaria en la escuela de “La Tercia”, y con 9 años de edad comienza con su enseñanza musical de la mano de su primer maestro, el aguileño, Francisco Díaz Romero, fundador en 1887 de la “Juventud Musical Villenense” con la que el joven Francisco realizó su primera actuación con el oboe durante las fiestas de 1888.

En 1892, y tras la dimisión de Díaz Romero, toma el relevo hasta el año 1898 el alcoyano Camilo Pérez Laporta, prestigioso músico y compositor. Si importante fueron las enseñanzas de Díaz Romero, el magisterio de Pérez Laporta fue fundamental para que el joven Francisco descubriera su verdadera vocación musical.

Banda “Juventud Musical Villenense” 1988.  Director: Francisco Díaz Romero. Francisco Bravo es el cuarto de la tercera fila por la izquierda. (Foto cedida por www.villenacuentame.com)

En el año 1900, tras unos años difíciles en el que a punto estuvo de desaparecer la banda, Francisco Bravo, animado por sus compañeros, y a propuesta del Ayuntamiento se hace cargo de la dirección de la banda que en aquel momento estaba integrada por 18 músicos, puesto por el que no recibiría ningún tipo de retribución durante más de 11 años.

Se casó en 1902 con la villenense Consejo Crespo Marco, que tenía estudios musicales y una bonita voz de soprano, y con la que, y para poder mantener a su familia, impartían clases de música en su propio domicilio, encargándose Consejo del solfeo; academia a la que asistían cada vez más niños, y que luego ingresaban en la banda que llegó a contar por esta época con cerca de 45 miembros.

En 1909 organiza en el Teatro del Circulo Artístico, junto al maestro José Serra Dalmau, un extraordinario homenaje en honor a Ruperto Chapí, por el éxito obtenido con el estreno de «Margarita la Tornera». Formando parte unos pocos días después en la comitiva oficial, desde Villena se desplaza a Madrid para asistir a los funerales del compositor.

A partir del año 1911 el Ayuntamiento de Villena le asignaría un sueldo de 40 pesetas, que tuvo que complementar con la enseñanza en la academia que tenía en su domicilio. Tras unos años, la falta de apoyo, de estímulos, de ilusión, hicieron que la banda fuera a menos poco a poco hasta su desaparición en 1920.

Año y medio estuvo la ciudad de Villena sin banda de música, teniendo que ser contratadas para las fiestas las de las localidades vecinas de Caudete, Sax, Benejama o Biar, hasta que, y por iniciativa del alcalde Pedro Menor García, en el año 1921 se toma la decisión de crear una banda de música formada por niños de entre 8 y 14 años, para lo que se pone al frente a Francisco Bravo.

Banda Municipal de Música de Villena en 1922 año de su fundación. Director Francisco Bravo Gracia.  (Foto cedida por www.villenacuentame.com)

Este sería sin duda el mayor reto al que se enfrentó el maestro, puesto que había que crear una nueva banda de música desde cero. En junio de 1921 se puso en marcha la academia para formar a los futuros músicos, con la ayuda de su esposa Consejo, ciento sesenta niños educandos se matricularon en la misma. El 5 de septiembre de 1922 fue la presentación oficial de la joven Banda Municipal de Villena, compuesta por 65 componentes y que el próximo año celebrará su Centenario.

Francisco Bravo Gracia, fue además de un gran docente, un excelente instrumentista, llegando a ser un virtuoso del oboe, pero tocando también con cierta desenvoltura el piano. Su labor  como compositor es menos conocida, estando actualmente la mayoría de su obra desaparecida. Se sabe que compuso bastantes pasodobles del que sólo nos ha llegado hasta hoy el titulado “Julito”, dedicado a su hijo, así como polcas, mazurcas y demás bailables de la época, y por supuesto varias marchas moras.

Falleció en Villena el 24 de noviembre de 1934.

Sus hermanos también eran músicos. Julio tocaba la trompeta, Mario el fliscorno y Silverio era percusionista, los tres llegaron a pertenecer en algún momento a las bandas que dirigió el hermano mayor.

Varios de sus hijos estudiaron música. Francisco, el mayor, tocaba la flauta y también el piano, y era además compositor. Sucedió a su padre tras su muerte por un breve tiempo como director de la Banda Municipal. Julio era pianista y maestro concertador de la «Coral Ilicitana» de Elche. Su hija Boni también tocaba el piano, aunque sólo en las veladas de la familia.

Francisco Bravo Gracía. 1930. (Foto cedida por www.villenacuentame.com)

El Ayuntamiento de Villena, como reconocimiento a toda una vida en pro de la música en la ciudad, siendo alcalde Pascasio Arenas, rotuló una calle con su nombre. Asimismo como homenaje al maestro Bravo, el buñolero Manuel Carrascosa, director durante más de 40 años de la Banda Municipal en Villena,  le dedicó un pasodoble de ritmo airoso, con el nombre de “Francisco Bravo” que fue estrenado el 5 de septiembre de 1941.

Del autor Manuel Carrascosa García, del que hablaremos con más amplitud en esta sección en próximas entregas, -puesto que fue un prolífico compositor sobre todo de música festera-, destacamos que nació en Buñol el 17 de noviembre de 1911, siendo nombrado director de la Banda Municipal de Villena en 1939, dirigiendo la misma hasta el día de su jubilación en 1978.  En el año 1965 el Ayuntamiento de Villena le concedió el Título de Hijo Adoptivo de la ciudad. Falleció en Villena  el 10 de mayo de 1997. Por acuerdo del Pleno Municipal sus restos mortales fueron trasladados en 2013 al  Panteón Municipal de Personas Ilustres de Villena, ubicado en el Cementerio Nuevo.

Manuel Carrascosa García. 1977. (Foto cedida por www.villenacuentame.com)

Es autor de numerosas composiciones, de las que una gran mayoría son pasodobles y marchas dedicadas en gran parte a las comparsas de Moros y Cristianos de Villena, y que son consideradas por estas como su obra oficial. De todo su catálogo vamos a destacar, por la gran resonancia que tiene en su ciudad adoptiva, el pasodoble “La Morenica”.

Y como ya dijimos al inicio de este artículo, hemos elegido el pasodoble “Francisco Bravo” por ser una obra dedicada al fundador de la Banda Municipal de Villena, agrupación que el próximo año 2022 celebrará su centenario, como un granito de arena dentro de los actos de homenaje a nuestros compañeros y amigos villeneros.

“Francisco Bravo” pasodoble. Guion del director.

Además, y coincidiendo con las fechas en las que durante más de tres siglos y medio se celebran las fiestas patronales de Yecla, puesto que como ya indicamos este pasodoble se ha convertido, por costumbre, -pues no está reflejado en ningún documento escrito-, en una de las obras que los músicos que acompañan a las Mayordomías de nuestras fiestas, interpretan durante ciertos actos del protocolo que marca las ordenanzas de las festividades en Honor a la Purísima Concepción, Patrona de Yecla.

A continuación podremos visionar un vídeo, realizado como homenaje al maestro Manuel Carrascosa, y donde se puede escuchar su pasodoble “Francisco Bravo” interpretado por la Banda Municipal de Música de Villena dirigida por Pedro Ángel López Sánchez.

Fuentes:

– Archivo Banda Municipal de Villena.

– Archivo de la Asociación de Amigos de la Música de Yecla (AAMY).

– http://www.villenacuentame.com/

 

José Miguel Ibáñez Lax.

La sensibilidad de las personas hacia sus congéneres, el deseo de dejar plasmado el recorrido vital e histórico de grandes seres humanos, reales o nacidos en la literatura, se ha manifestado a lo largo de la historia en las diferentes ramas artísticas.

24 junio, 2021 Escrito en diapason

Lo hallamos en: Retratos de grandes personalidades políticas, religiosas o del ámbito de la cultura o la ciencia, incluso en ocasiones, personajes ficticios o mitológicos que ensalzan potentes características humanas. Relatos escritos o de tradición oral que subrayan los episodios más importantes y trascendentes de la vida denotables figuras, en ocasiones hiperboladas. Narración teatral o cinematográfica que visibiliza de una manera vívida la trayectoria en mayor o menor recorrido temporal de los personajes. La música, a través de la ópera, el ballet o música instrumental de mayor o menor formato, no queda al margen de ese anhelo representativo de historias vividas,mas, siendo un lenguaje abstracto, se antoja más complejo. Sin embargo, las características descriptivas de nuestro arte nos dan las herramientas para retratar con sonidos los relatos más apasionantes de los personajes de la historia.

En ocasiones se produce una simbiosis entre las artes y el hecho narrativo, histórico, pictórico y musical, multiplica su proyección, como es el caso de la obra El entierro del Conde Orgaz, compuesta por Alexander Comitas.

El entierro del Conde Orgaz, Banda Amigos de la Música de Yecla. Dirige Ángel Hernández Azorín.

La ópera ha representado tanto a personajes históricos, mitológicos como a personajes de la literatura como Dido y Eneas de Purcell; Rinaldo inamorato de Francesca Cacini; Jerjes y Julio César de Händel; La Clemencia de Tito, e Idomeneo, rey de Creta de Mozart; Céfalo y Procris de Jacquet de La Guerre; Fidelio de Beethoven; Aida, Macbeth y Otello de Verdi; Moisés en Egipto y Guillermo Tell de Rossini; Carmen de Bizet; Boris Godunov de Mussorgsky; Dafne y  Salomé de Richard Strauss; Tristán e Isolda, Rienzio Parsifal de Wagner; Fausto de Gounod; El príncipe Igor de Borodin; El castillo de Barba azul de Bartók o Fausto y Helena de Lili Boulanger, entre otros.

A pesar de no contener representación escénica, que aporta una perspectiva visual, en oberturas, sinfonías, cantatas y poemas sinfónicos también hallamos el retrato musical. La sinfonía Heroica de Beethoven fue llamada en primera instancia Napoleónica, hasta que el compositor quedó defraudado con el dictador, Tchaikovsky también hace referencia a Napoleón en la obertura 1812.En la obra de Beethoven encontramos las oberturas Egmont, Leonora o Coriolano; Richard Strauss nos ofrece Til Eulenspiegel y Don Juan; Rebeca Clarke a Morpheus. Berlioz escribió las oberturas Los Troyanos, Rob Roy y la cantata Cleopatra. Romeo y Julieta ha sido musicado por Tchaikovsky, Prokofiev, Berlioz o Gounod. Don Quijote por Telemann, Massenet, Richard Strauss, Ravel, Ibert, Guridi o Gerhard. Orfeo por Monteverdi, Gluck, Liszt,Stravinsky o Sofía Gubaidulina. Hamlet por Tchaikovsky, Liszt y Shostakóvich.

El Olimpo de los Dioses. Óscar Navarro. Unión Musical Godelleta. Dirige Jesús Perelló.

Desde un punto de vista técnico, al plantear la representación musical podemos recurrir a sonoridades asociadas a un contexto histórico, ritmos de batalla o fórmulas rítmicas que generan agonía, melancólicas melodías que muestran bien nostalgia, bien amor; armonías consonantes o disonantes que confrontan los estados de ánimo, timbres que asemejan voces o describen paisajes a través del color instrumental, la masa sonora que nos puede transmitir soledad o comunidad… Recordemos el poder de la Retórica, expresado siglos atrás, con la que los músicos barrocos otorgaban a los compositores la responsabilidad de hacer comprensibles las obras para el público. En el traspaso de la teórica narrativa a la musical, las figuras retóricas aportan a determinados elementos musicales una función descriptiva. Por ejemplo:

Anabasis, línea melódica ascendente identificada con la exaltación o felicidad.

Catabasis, línea melódica descendente identificada con la depresión, tristeza o desasosiego.

Abruptio, interrupción súbita que transmite exaltación.

Anáfora, repetición de un fragmento musical al inicio de diferentes pasajes asociado al desprecio, la crueldad o el enfado.

Articulus, Separación de notas de semibreve o breve asociada a la vehemencia.

Exclamatio, amplio salto interválico que en caso de ser ascendente genera felicidad y en caso de ser descendente, genera tristeza.

Hipérbole, polarización de la voz hasta un extremo, generando tensión.

Interrogatio, ascenso al final de la frase.

Multiplicati, la repetición de una célula musical que crea ansiedad.

Pasusduriusculus, movimiento melódico de segunda menor, preferentemente cromático, representa sufrimiento al ser descendente.

Quinta superflua, intervalo de quinta disminuida que transmite tristeza.

Saltusduriusculus, salto mayor de una sexta, habitualmente la séptima disminuida, encarna infelicidad y lamento.

Suspiratio, silencios a modo de suspiros que simbolizan pena o deseo.

A pesar del paso del tiempo, estas figuras retóricas continúan en la memoria colectiva y se perciben constantemente en la música cinematográfica. La música sinfónica o de banda musical hace constantemente eco de las bandas sonoras, consiguiendo que veamos, a través de nuestros oídos, las imágenes y sensibilidades de la pantalla.

La lista de Schindler, John Williams. Unión Musical de Godeleta. Dirige Alexis Calvo. Violín solista Vicente Balaguer. Corno solista Jesús Perelló Fuster.

El repertorio de Banda explota las características tímbricas, las combinatorias en la masa sonora, bucea en la infinitud del lenguaje de la percusión, va más allá del uso tradicional los instrumentos incorporando el ruido de llaves, el aire a través de los instrumentos e incluso la voz humana a modo de susurro, de cántico o de gritos, como un instrumento más.

Dragut el pirata, Ferrer Ferrán Banda Sinfónica AAMY. Dirige Ángel Hernández Azorín.

Nostradamus, Otto M. Schwarz. Banda de música CSM Málaga Dirige Silvia Olivero.

Entre los compositores de música de banda se encuentran frecuentes inspiraciones en la narración de episodios de vidas de personajes concretos o comunidades humanas.Como ejemplo Ferrer Ferrán: Eolo el Rey, Don Quijote, Magallanes, Juana de Arco, Salomón. Otto M. Schwarz: Leonardo, Nostradamus. Óscar Navarro: Don Enrique de Guzmán, El Olimpo de los Dioses. Amparo Edo Biol: Cleopatra. Philiph Sparke: Los Vikingos, Invictos, Los pioneros. Alfred Reed: Othelo, Punchinelo. Bert Appermont: Ivanhoe; Jan Van der Roost: Espartaco, Sinfonía Hungárica: Atila-Árpad-István; Jacob de Haan: Diogenes; Pascual Vilaplana: Jéssica y Crusllan.

Juana de Arco, Ferrer Ferrán. Banda de música CSM Málaga. Dirige Silvia Olivero.

El retrato musical nos ofrece la oportunidad de aprehender el alma de los retratados a través de la abstracción musical y ofrecerla al público narrando, con los elementos de lenguaje de la música, en el desarrollo de la construcción de la estructura de la obra, una fotografía en movimiento que nos permite ver con los ojos cerrados y viajar en el tiempo.

Silvia Olivero.

Hace mucho tiempo que la Banda de Música de Gijón tiene un objetivo claro: un crecimiento continuo que permita llevar la cultura a todos los gijoneses.

En base a ello, el 2020 había sido planeado al detalle, con determinación y un mimo exquisito.

Fuente: https://www.bandamusicagijon.es/ – 

En nuestra agenda se encontraban repertorios de todo tipo. Conciertos honrando a los más grandes maestros de la música clásica y canciones modernas que hicieran mover los pies hasta al más escéptico de los jóvenes. Colaboraciones con otras disciplinas artísticas, baile, teatro, danza, cuentacuentos y festivales, y escenarios de música de jazz, latina y un gran conjunto de músicas de todo el mundo.

ESPECTACULO ¡TOTUM REVOLUTUM! DE LA BANDA DE MUSICA DE GIJON, TEATRO JOVELLANOS Foto: Juan Plaza

La temporada 2019/20 había empezado a lo grande. Con el programa OperANDo, a través de ParsifalCarmen y Porgy and Bess habíamos llegado a palpar los límites más insospechados de la sombra humana. Tras el periodo navideño, nuestra primera apuesta de 2020 fue con la Orquesta Malabares. Este espectáculo que combina la interacción teatral de los músicos, el humor y el gran arte del malabar, superó con creces las expectativas del Teatro Jovellanos, plasmado todo ello en la gran ovación del público en cada una de las funciones.

A este programa le siguió uno de extractos de grandes zarzuelas a petición de nuestro querido público. Fue perfecto. Además de ser un placer de repertorio para nosotros, nos permitía tener algo más de tiempo para trabajar la sutileza y detalle necesario para Este cuento me suenaEn este programa con la colaboración de actores de la Escuela de Arte Dramático, la Banda llevó a cabo un proyecto nunca antes abordado por la agrupación: la maravilla de contar las aventuras de GuilliverAlí Ba Ba y Rapunzel, sumando a la voz de increíbles cuentacuentos, nuestra música.

Tras el éxito recogido de nuestro proyecto con la ESAD, nos encontrábamos inmersos en una de las más grandes apuestas del 2020: el programa Danceries. El hilo conductor de la danza nos permitiría ir de Oriente a Occidente, transportarnos a momentos increíbles de la historia, y todo ello a través de la magia del movimiento de los grandes profesionales de la danza que nos acompañarían en tan excitante viaje.

Las ideas estaban claras, la maquinaria en pleno funcionamiento y la energía en total ebullición cuando, de repente, se produjo el apagón. La impactante noticia de la pandemia había paralizado al mundo.

Foto: Alejandro Jordán

Contando con que grandes profesionales en cada hospital y centro de salud se encargaban de reestablecer la parte sanitaria, nosotros teníamos quince días en casa. Un pequeño traspiés de tan solo dos semanas que debíamos aprovechar para replantear las fechas de ensayos y conciertos para llevar a cabo la vorágine de ideas que deseábamos mostrar al mundo.

Pero los quince días se convirtieron en otros quince, y otros quince más, y así hasta que no pudimos más que aceptar que este año era diferente.

Estábamos agradecidos de encontrarnos bien, conscientes y apenados por el sufrimiento de muchos y tremendamente frustrados por no poder salir a ayudar.

La música de banda es una actividad de conjunto que se desarrolla y enriquece a través de la cercanía y el contacto. ¿Cómo podíamos hacer llegar el calor que tanto necesitaba la gente desde el aislamiento de nuestras casas?

Como para el resto de la sociedad, la informática se volvió una herramienta fundamental. Reuniones telemáticas interminables se volvieron el pan de cada día. Lluvias de ideas que podían ser una posibilidad y que había que encontrar la manera de que funcionasen. Grabaciones, montajes, entrevistas, tutoriales, clases virtuales, todo llevaba mucho más tiempo del que parecía y más problemas de los que podíamos imaginar.

Afortunadamente llegó el mes de junio y tras cuatro largos meses pudimos volver a salir. El escenario era completamente diferente. Volvíamos a estar en la calle y con más ganas que nunca de llevar a la gente esa alegría que tanto necesitaba. No podíamos ensayar juntos, estar en sitios cerrados y para tocar en la calle debíamos cumplir los protocolos de más absoluto control de distancias, temperatura e higiene. Debíamos elegir y acotar minuciosamente los escenarios y salvar las grandes dificultades que suponían la imposibilidad de ensayos y la distancia entre los músicos en el concierto. Nos daba igual. Por mucho que viniera lo sortearíamos porque lo único que queríamos era tocar. Salir a la calle y tocar.

Y así fue. Hicimos todo el verano con la espada de Damocles pendiendo sobre nuestras cabezas. No sabíamos qué pasaría mañana, pero hoy podíamos tocar, así que lo haríamos. Recuperamos en el verano todas las fechas perdidas en los meses anteriores e hicimos muchas más. Por si acaso. Estábamos agotados pero la gente se lo merecía. Gijón se lo merecía.

El verano acabó y tras un breve descanso tocaba plantear la nueva temporada. La incertidumbre se había convertido en nuestra compañera y tocaba hacerse la pregunta: ¿renovarse o morir? Claramente renovarse.

Con unos teatros con aforos reducidos y unas distancias que impedían a toda la Banda en el escenario, solo quedaba esperar los permisos que nos permitieran hacer conciertos de pequeñas agrupaciones de cámara. Aprovechamos la situación para presentar los instrumentos por familias: viento madera, viento metal y percusión. No es lo que queremos, pero nos permite seguir adelante. La música no puede parar. La cultura no puede parar. Y bien sea con protocolos, con audios, vídeos, talleres, entrevistas, clases presenciales y virtuales, y con todas las posibilidades físicas y telemáticas que estén a nuestro alcance, no pararemos jamás.

Desde la Banda de Música de Gijón queremos enviar nuestro más fuerte abrazo a todas y cada una de las personas que de un modo u otro han sufrido las consecuencias de la pandemia. Queremos brindar apoyo y esperanza a todo el que lo necesita, que quien más y quien menos somos todos. Y queremos asegurar a todo el que nos conozca, que nos dejaremos la piel en contribuir a devolver al mundo la luz, la ilusión y la vida.

Foto: Vanesa Menéndez

 

I Centenario de Alfred Reed, Mas Quiles y Karel Husa.

El año 1921 vio nacer tres figuras internacionales que han trabajado por la dignificación de la cultura bandística. Tal día como hoy, un 25 de enero de aquel año vieron la luz por primera vez Alfred Reed (Nueva York, 25 de enero de 1921 – Miami, 17 de septiembre de 2005) y Juan Vte. Mas Quiles (Llíria, 25 de enero de 1921). Y unos meses más tarde vendría al mundo Karel Husa (Praga, 7 de agosto de 1921 – Apex, USA, 14 de diciembre de 2016). Tres nombres fundamentales para entender la evolución de las bandas en el siglo XX.

Fuente: https://www.pascualvilaplana.com/Artículo original – 2021-01-25

La música para banda de Alfred Reed ha sido una de las más interpretadas en todo el mundo. Trabajando como arreglista para la 529th. Army Force Band durante la Segunda Guerra Mundial, recibió un encargo muy especial que marcaría su carrera como compositor. Estábamos en 1944, y tras la exitosa invasión de Francia y Bélgica por las fuerzas aliadas, la ciudad de Denver planificó un concierto de Navidad para promover las buenas relaciones soviético-estadounidenses con estrenos de obras de ambos países. El maestro Roy Harris (1898-1979) fue el encargado de organizar tal evento y pensó en estrenar, por parte de los EEU, el segundo movimiento de su Sexta Sinfonía (Abraham Lincoln Symphony). La obra soviética escogida fue la Marcha op.99 que Sergei Prokofiev había escrito para la Banda del Ejército Soviético. Sin embargo, esta obra había sido estrenada en América unos meses antes, por lo cual cambiaron de idea. Harris, llamó a su asistente y arreglista, el joven de veintitrés años Alfred Reed, para que en dieciséis días escribiese una obra con temática rusa. En la biblioteca del acuartelamiento, Reed encontró la partitura de una canción navideña del siglo XVI; la combinó con sus investigaciones previas sobre la música litúrgica ortodoxa, configurando una bellísima obra para banda: Russian Christmas Music, escrita en once días. Finalmente, su estreno tuvo lugar el 12 de diciembre de 1944 en una transmisión en directo por la NBC. Este inicio con la música para banda, le llevó a estudiar a la prestigiosa Juilliard School of Music de Nueva York bajo las órdenes del prestigioso compositor (y figura fundamental de la música bandística americana) Vittorio Giannini (1903-1966). En su etapa posterior como profesor de la Universidad de Miami, trabajó conjuntamente con otro gran personaje de la música para banda, el maestro Clifton Williams (1923-1976), quien fuera alumno de Howard Hanson. Todo ello condicionó que el catálogo de composiciones de Alfred Reed, incluyera un gran número de creaciones para banda. Sus seis sinfonías, sus siete suites para banda, su música escénica, sus más de 100 obras para banda… hacen de su música una evidente muestra de oficio creativo. Dirigir sus partituras te hace reconocer un idioma peculiar e idiosincrático, lleno de recursos tímbricos y sonoros, en donde la banda de música se convierte en un inmenso muestrario de potencialidades creativas. No hay banda en este planeta que no haya interpretado una obra o arreglo de Alfred Reed. El maestro, además, siempre sintió un gran interés por la revolución tecnológica en el ámbito de las comunicaciones y fue conocida su fascinación por la grabación y difusión de la música. No en vano, sus CD’s dirigiendo a la prestigiosa Tokyo Kosei marcaron toda una época para los estudiantes y amantes de la música de banda. En una entrevista de 1988 concedida a Bruce Duffie declaraba algunas consideraciones del todo interesantes sobre la dirección orquestal:

“…He aprendido algo que otros directores que fueron compositores tuvieron que aprender primero. Algo parecido se puede encontrar en las cartas de Stravinsky y en pasajes de sus comentarios autobiográficos que recopiló Robert Craft. Stravinsky, Brahms y otros compositores tuvieron que aprender a cómo dirigir sus trabajos (….) En ocasiones, los directores verán cosas en la obra de un compositor, o al menos darán una interpretación de la obra, que en realidad es mejor que lo que el propio compositor puede ver o interpretar (…)”. (http://www.kcstudio.com/reed3.html)

El mismo día que nacía en Nueva York Alfred Reed, en Llíria abría los ojos el maestro Juan Vte. Mas Quiles, una de las figuras musicales que más ha trabajado en el ámbito de la difusión de nuestras bandas a nivel internacional, siendo el primer español en formar parte de la WASBE (World Association for Symphonic Bands and Ensembles). En su estimada Banda Primitiva de Llíria empezó sus estudios musicales con la flauta, para después estudiar dirección y composición en el Conservatorio de Valencia con profesores de la talla de Pedro Sosa o Manuel Palau. En los años cuarenta, opositó al cuerpo de directores militares del ejército, empezando una carrera como director militar que le llevó por distintas comunidades españolas sin dejar su actividad como compositor y arreglista. Trabajó como director invitado de diferentes bandas y orquestas en Argentina, EEUU, Francia, Bélgica y Países Bajos. También ha sido destacada su faceta de divulgación del mundo de las bandas mediante artículos y publicaciones en revistas especializadas. Su reciente libro Apuntes de instrumentación para banda de música (2008: Ed. Piles, Valencia) es todo un legado de compromiso con el uso de la banda de música y su adecuación a la globalización de este instrumento artístico. Siguiendo la tradición de las transcripciones para banda, su labor en este sentido marcó un punto de inflexión al publicar algunos de sus trabajos en la holandesa Editorial Molenaar. El nombre de Mas Quiles empezó a ser habitual en los atriles europeos y americanos gracias a sus trabajos de orquestación de obras como Suite Española de Albéniz, Goyescas de Granados, Dolly Suite de Gabriel Fauré, Las Hébridas de Mendelssohn, Scherezade de Rimsky Korsakov… o a sus propias composiciones como Clarinera Mayor, Música para banda, Vicente Gerardo, Marcha de los Gladiadores, Y las sonrisas fueron seis…. La personalidad del maestro es una de sus características más destacadas por todos quienes le conocemos. Como curiosidad, podemos leer en la biografía del maestro incluida dentro del libro Notes for Band escrito por Norman E. Smith, una descripción de Mas Quiles en la cual se indica que: “(…) es una persona genial y nada pretenciosa, que siempre se sorprende por ser considerado una celebridad (…)”. (Gia Publications, Chicago. 2000)

En 1994, Mas Quiles publicó con la editorial Schott la única verisión oficial para banda de los Carmina Burana (1937) de Carl Orff. Este monumental trabajo de re-orquestación es considerado como una las obras más importantes de la transcripción bandística de los últimos cuarenta años. No en vano ha sido objeto de estudio y análisis por diferentes instituciones académicas norteamericanas e incluso ha dado origen a la publicación de un libro, por parte del Dr. Philip Simon, profesor de la Wilkes Universty de Pensilvania. Se trata de: Philip Simon (2009) Mas Quiles Arrangement of Carmina Burana: A Suitable Alternative? A Comparisson of the Orff Original with the Juan Vicente Mas Quiles Arrangement for Wind Band and Choruses. (Editorial VDM Verlag).

Este libro sirve como guía para el estudio y ejecución del arreglo de Mas Quiles. Simon defiende que la orquestación de Mas Quiles es magistral ya que mantiene de forma cercana la integridad textural, musical y estética de la obra de Orff. Además, ofrece un uso depurado de los vientos al sustituir las cuerdas orquestales. Al comparar y analizar las técnicas de instrumentación de Mas Quiles con el original de Orff, Philip Simon concluye que el arreglo de Mas Quiles es una alternativa viable y única para el original de Orff, además de ser un material muy digno de estudio e interpretación.

Una de las versiones más destacadas de este trabajo de Mas Quiles, fue publicada en CD en 2003, con interpretación de la North Texas Wind Symphony bajo la dirección del prestigioso maestro norteamericano Eugene M. Corporon. El maestro Corporon visitó España por primera vez en octubre de 2006, invitado por la Banda Unión Musical de Muro, dentro de los cursos de dirección de banda que esta formación y el que suscribe organizamos durante muchos años. Recuerdo que al cerrar el calendario del maestro Corporon en nuestra localidad, me dijo: “Hay que buscar un momento para saludar a Mas Quiles, quiero conocerlo personalmente pues tras trabajar su versión de Carmina Burana, siento una profunda admiración por este músico tan magistral”.

Así ocurrió, y el maestro Mas Quiles visitó la UM de Muro uno de los días del curso con el maestro Corporon quien se sintió profundamente alagado al conocer a uno de sus ídolos de la música bandística internacional. Unos años más tarde, en 2014, la Universidad de Alicante y la Banda Municipal de Villena celebraban la X Edición del Curso de Dirección de Banda que ambas instituciones convocaban dentro de los Cursos de Verano de la UA. En las diferentes ediciones de estos cursos, que tuve el honor de coordinar, pudimos contar con la presencia de compositores y directores de ámbito nacional e internacional. Para su décima edición consideré oportuno invitar a dos de los maestros que más han influenciado en mi desarrollo como director. De tal modo, tuve el honor de contar con la colaboración de Jan Cober (Maastricht Conservatorium) y de Eugene M. Corporon (University of Noth Texas). Cerrando la planificación, pensé en invitar también a un músico fundamental de la música bandística en Italia y Europa, el maestro Carlo Pirola, profesor de Instrumentazione Bandistica durante muchos años en el Conservatorio G. Verdi de Milán. Cuando salió la publicidad del curso, recibí una llamada telefónica del maestro Mas Quiles: “He visto la publicidad de Villena. Estoy muy mayor y me cuesta caminar, pero he de ir allí sea como sea y saludar a estos maestros”. Aquella llamada me alegró enormemente. El último día de curso, un viernes de un caluroso mes de julio villenero, celebramos en un magnífico salón del Teatro Chapí una mesa redonda con los profesores del curso y los más de sesenta alumnos (de diferentes países) que habían participado en el evento. De repente se abrió la puerta de la sala, y un señor mayor sujeto del brazo de un familiar y apoyado en un bastón, entró pidiendo disculpas. “Señoras y señores, acaba de entrar el maestro Mas Quiles” dije yo desde la mesa. De repente el maestro Corporon se levantó y empezó a aplaudirle. El resto de componentes de la mesa, Cober, Pirola y un servidor, hicimos lo propio y se nos unió toda la sala en pie. Cuando el maestro Mas Quiles llegó a la mesa, la emoción de su rostro se había contagiado en toda la sala. Un momento inolvidable para un servidor y para todos los que lo vivimos. En ese momento, cogió la palabra el maestro y nos hizo una disertación emocionante de lo para él había sido el mundo de las bandas en su vida y que resumió diciendo: “cuando te gusta una cosa, no puedes hacer otra…”.

El maestro cumple hoy 100 años y sigue trabajando, a pesar del peso físico de su edad. Sin embargo, su mente sigue activa con la ilusión y el entusiasmo de siempre. Recientemente ha publicado su transcripción de la Novena Sinfonía de Beethoven, también en la editorial Schott. Estudiándola, al igual que me ocurrió con su versión de Carmina Burana, descubres un perfecto equilibrio entre el respeto por el original y la adecuación idiomática propia de las buenas traducciones. La transparencia del oficio de Mas Quiles da a entender la magnitud de su maestría.

Y también en 1921 empezaba su vida otro gran nombre para la música de banda, el maestro checo-norteamericano Karel Husa. Un hombre que tras formase en su Praga natal, viajo a París en 1947 para continuar estudios de composición con Nadia Boulanger y Arthur Honegger, así como estudios de dirección con Eugène Bigot y André Cluytens. En 1951 recibía el Premio Lili Boulanger de Composición. Fue en 1954 cuando emigró a los Estados Unidos y trabajó como profesor de la Cornell University de Ithaca. En 1969 recibía el Premio Pulitzer de composición por su Cuarteto de Cuerdas Nr.3. Su música orquestal ha sido encargada y estrenada por maestros como Sir George Solti, Kurt Masur o Zubin Mehta. En su catálgogo para banda, encontramos toda una propuesta estética renovadora para el lenguaje de las orquestas de viento y percusión con títulos como: Al Fresco, Aphoteosis of this Earth, Les couleurs fauves, entre otras. Además, el maestro Husa ha dirigido varias de las más prestigiosas orquestas de Londres, Hamburgo, Bruselas, Zurich, París, Oslo, Tokyo, Boston, Nueva York, …

Pero tal vez, entre toda su producción, resalta una obra en especial. El extraordinario trabajo creativo de su Music for Prague 1968 es, sin duda, una de las partituras que marcan un punto de inflexión para la historia de la música de banda. Desde la distancia, y estimulado por la ira y la frustración, escribe una obra poderosa que describe la Primavera de Praga de 1968 desde su exilio. El propio Husa escribe las notas al programa: “Tres ideas principales unen la composición. La primera y más importante es una antigua canción de guerra husita del siglo XV, ‘Ye Warriors of God and His Law’ (Guerreros de Dios y su Ley), un símbolo de resistencia y esperanza durante cientos de años, siempre que el destino pesaba sobre la nación checa.

(…). La segunda idea es el sonido de las campanas por todas partes; Praga, llamada también la Ciudad de las Cien Torres, ha usado sus campanas de iglesia que suenan magníficamente como llamadas de angustia, así como de victoria. La última idea es un motivo de tres acordes que aparecen primero muy suavemente (…). Más tarde aparece a niveles dinámicos extremadamente fuertes (…)También aparece mucho simbolismo: además de las llamadas de socorro en el primer movimiento (Fanfares), la esperanza ininterrumpida del canto husita, el sonido de las campanas, o la tragedia (Aria), también hay una llamada de pájaro al principio (solo de flautín), símbolo de la libertad que la ciudad de Praga ha visto sólo por momentos durante sus mil años de existencia». Como director, estudiar partituras como ésta, siempre produce una especie de desasosiego por temer no estar a la altura de su creación. Cada pasaje, cada sonoridad, envuelve mente y alma de una pequeñez estrepitosa. Pero al mismo tiempo, cuando la diriges y suena toda aquella amalgama de artesanía, la sensación que impregna a intérpretes y escuchantes es la de asistir a una experiencia sonora única. La versión para orquesta de esta magnífica obra se realizó un año más tarde, y fue estrenada en enero de 1970 por la Orquesta Filarmónica de Munich dirigida por el propio compositor. En una de las entrevistas que Mark Camphouse realiza para su serie Composers on Composing for Band (2002, Gia Publications, Chicago), Karel Husa da su opinión sobre el futuro de las bandas: “La banda es un conjunto que estará aquí mientras aprendamos a tocar instrumentos de viento, metales y percusión, y mientras amemos compartir nuestro trabajo con los demás. Este es el aspecto más importante, es decir, hacer música juntos, especialmente en estos tiempos en los que se arroja tanta basura, y no solo basura musical, sobre nosotros y nuestros jóvenes (…)”.

En el año 2005, en una de mis visitas al Festival Mid West Clinic de Chicago, asistí a un concierto monográfico sobre Karel Husa interpretado por la Illinois State University Wind Symphony bajo la dirección de Stephen K. Steele. Acudía acompañado de mi maestro Eugene Corporon, y tras el concierto, fuimos invitados a una recepción en la cual Corporon me presentó a Karel Husa. Cuando de forma muy afable me estrechó la mano, y tras comentarle mi maestro que yo venía de Valencia, Husa me preguntó: “¿De Valencia?… ¿Y cómo está mi amigo Mas Quiles? Qué gran músico y qué buena gente…”. A veces, la dimensión de alguien se evidencia cuando, donde menos lo esperas, reconocen su trabajo y su valía.

En 2018 y 2019 he podido dirigir Music for Prague 1968 con la Banda Municipal de Bilbao y la Banda Municipal de Barcelona, coincidiendo con el L Aniversario de aquella Primavera de Praga. En ambas ocasiones tanto músicos como público hemos experimentado el poder de la belleza fugaz que te atrapa, te mueve y te conmueve. Sus veintidós minutos de música envuelven el ambiente de una experiencia sensorial única e indescriptible. También hace apenas poco más de un año, dirigía la versión de Mas Quiles del Carmina Burana de Orff, con la Banda Municipal de Barcelona. Los coros participantes y el trío solista, expertos en esta monumental obra, me comentaban como les había sorprendido la versión bandística, pues se sentían absolutamente arropados con un idioma sonoro al que no estaban acostumbrados, pero con el cual se fusionaron sin problema. Ayer mismo, un día antes del ciento cumpleaños de Alfred Reed, interpretamos en la Banda Municipal de Bilbao, su maravillosa música incidental Othello escrita en los años setenta para una producción del drama shakesperiano. La ambientación sonora que consigue Reed con la paleta colorista de la banda, es del todo ejemplarizante para mostrar el equilibrio entre la música narrativa y la música pura. Con el trabajo de Husa, Mas Quiles y Reed podemos vivir la experiencia de la buena música, como diría Bernstein, en la cual “…al escuchar una nota tras la precedente, te das cuenta que era esa nota la que tenía que llegar y no otra…”.

La música para banda necesita de figuras como Reed, Mas Quiles y Husa. Uno de ellos, el maestro valenciano, sigue entre nosotros levantándose todos los días con el ánimo de seguir trabajando mientras la fuerza de sus cien años le deje. Ojalá sepamos estar a la altura de reconocerle y agradecerle su trabajo como lo han hecho en otros lares. Los estudiantes y amantes de la composición y la dirección tenemos, en la vida y obra de estos maestros, un ejemplo de compromiso con la vida y con el arte. No podemos ni debemos olvidar su legado así que pasen otros cien años. Gracias a los tres por tanto…

José R. Pascual-Vilaplana

Cocentaina, 25 de enero de 2021