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Fuente: blogs.laverdad.es/febandasmurcia, Jueves, 16 enero 2020

Si cogiésemos un micro y decidiésemos pasar una mañana en la calle preguntando, ¿qué es la musicología?, probablemente recibiésemos muchas respuestas, quizás no del todo acertadas. Si además acabáramos la entrevista con la cuestión, ¿qué puede aportar un musicólogo a una sociedad musical?, el número de respuestas se reduciría, incluso entre los componentes de una sociedad musical.

Según Wikipedia, a la que los entrevistados acudirían nada más doblar la esquina, “la musicología es el estudio científico o académico de todos los fenómenos relacionados con la música, como sus bases físicas, su historia y su relación con el ser humano y la sociedad”.

No va desencaminada esta definición, pero nosotros definiremos la Musicología como la disciplina científica y universitaria, que tiene como centro de interés “la música”, en el sentido amplio de la palabra. Cualquier asunto relacionado y vinculado con la música (formas, géneros musicales, la relación de la música con el espíritu humano, la música y la sociedad….) es de interés para el musicólogo, a través de un acercamiento científico.

Al musicólogo Guido Adler a finales del s. XIX le debemos la organización de la musicología moderna, que él diferenció entre “musicología histórica” y “musicología sistemática”.

Pero dejemos de momento en este punto la cuestión musicológica y vayamos al origen de las sociedades musicales, es decir, las bandas de música, las cuales han creado una serie de estructuras sociales que se han convertido en patrimonio tradicional y social vivo.

Desde un punto de vista histórico, aunque sabemos que las agrupaciones de viento existían ya en la Antigüedad, las bandas en su sentido moderno constituyen un fenómeno del s. XIX.

Así pues, se trata de un fenómeno general en Europa, que se traducirá en la aparición de formaciones musicales diversas, como las bandas que se desarrollan en gran parte de España, mientras que en las zonas más industrializadas de Cataluña son las formaciones corales las encuentran una situación propicia.

En España, la invasión francesa durante la Guerra de la Independencia (1808) permitió conocer el modelo de banda de los ejércitos franceses. La plantilla de los regimientos de infantería de Napoleón, junto con el modelo del conservatorio francés, fueron imitadas en distintos países de Europa y América, de una forma rápida.

Sin embargo, será en fechas posteriores a la guerra de la Independencia cuando comience a surgir un incesante número de bandas en todo el país y en mayor número en la zona de Levante. Es el momento de la revolución burguesa en España, del desmantelamiento del Antiguo Régimen, teniendo como modelo a Francia.

También en lo referente a las agrupaciones de viento se van a imitar las estructuras de las bandas militares que acompañaron al ejército francés, aunque confiriéndoles un desarrollo y forma particulares. Estas nuevas formaciones dividían sus actuaciones en conciertos y la participación en las fiestas populares, y contaron para su desarrollo en un principio con profesores de música: los organistas y maestros de capilla.

Una de las razones que explica la proliferación de bandas en nuestro territorio objeto de estudio es la importancia del asociacionismo, cuyos orígenes se remontan al siglo XIX, época de grandes convulsiones político-económicas que conllevaron cambios sociales y una consecuente laicización de la sociedad, presente también en el resto de Europa.

En el año 1903 el gobierno español aprueba la ley de asociacionismo, que va a permitir convertirse a estas bandas en “Sociedades Musicales”. Se trata de un asociacionismo que perdura con gran fortaleza todavía en el siglo XXI, con grandes cambios y lo retos lógicos que implica el presente momento histórico.

Y llegados a este punto, es donde se entrelazan los papeles de la musicología y las sociedades musicales. Probablemente podríamos pensar que el papel del musicólogo en una sociedad musical podría ser el de documentación, recuperación de archivos, elaboración de la historia de la sociedad…, todo ello relacionado con la vertiente histórica de la musicología, quizás la más conocida.

Pero lo cierto es que queremos ir un poco más allá, en realidad deberíamos ir un poco más allá. Las sociedades musicales actuales distan mucho de aquellas primeras agrupaciones, de carácter amateur en todas sus manifestaciones. Sin embargo las modernas bandas, han conseguido un alto grado de profesionalización, que ha propiciado la creación de escuelas musicales de gran calado y con novedosos e interesante proyectos muy a tener en cuenta en la educación musical y en la actual oferta cultural. Es cierto que el “cuerpo de la banda” sigue basándose en el amateurismo, que es el mayor valor de estas sociedades y su razón de ser, pero su preparación y su mantenimiento exige un alto grado de profesionalización, empezando desde el nivel logístico, siguiendo por el administrativo, y llegando al educativo y de gestión cultural (qué programar, cuándo, actividades más allá del tradicional concierto, interactuación con todas las instituciones sociales, desde las enseñanzas regladas a las sanitarias y sociales).

Y es aquí donde encaja el perfil técnico del musicólogo. Es cierto que leyendo este último párrafo casi podríamos imaginar un escenario ideal, en el que la banda de música es parte activa de todo el conjunto social. Y lo es, pero el escenario no es tan ideal, ya que la legislación que atañe a todo lo referente a las sociedades musicales o es obsoleta o está realizada por ajenos a la materia que desconocen las necesidades actuales de las sociedades musicales.

En el momento actual una Sociedad Musical es una institución que tiene mucho que aportar a la sociedad, en múltiples aspectos (musical, educativo, humano…). Pero no podemos pensar en ellas con la misma mentalidad con la que surgieron, y es por eso que musicología y sociedades musicales se dan la mano para seguir escribiendo la historia de este apasionante mundo.

Asunción Belda Castillo.
Licenciada en Historia y Ciencias de la Música.