Fuente: Revista Pentagrama de la Agrupació Artística Musical de Dénia
Coordinación Editorial: Rosa Ribes, Maite Agulles
Es evidente que el título de este artículo es un llamamiento. Pero seguro que alguna pregunta te ha surgido de manera espontánea: ¿Voluntario ¿Yo?, ¿para qué? No seas impaciente que si la contesto tan pronto no leerás lo que sigue. Y aunque aburrido, tal vez sea interesante.
A mí me gusta empezar por concretar de que voy a hablar y así adelantamos. El diccionario de la RAE define como acto voluntario el que se hace por espontánea voluntad y no por obligación o deber. Y define como amateur al que cultiva o practica, sin ser profesional, un arte, oficio, ciencia, deporte, etc. Si esto lo estás leyendo en la revista de la Agrupació Artística Musical de Dénia, pues ya puedes imaginar que me refiero a ti músico/a y/o directivo/a de esta o de tantísimas otras sociedades musicales como la tuya.
Bien, parece que está claro: somos músicos porque queremos y la mayoría lo hacemos por afición y nos ganamos (o nos perdemos, quién sabe) la vida con otras cosas. Pero estas dos pequeñas circunstancias de ser músicos voluntarios y aficionados tienen más importancia de la que parece. Y me parece a mí que tienen mucha más de la que nosotros, los músicos le damos. Y ahora sí, entramos en harina.
La Ley del Voluntariado dice que tienen la condición de voluntarios las personas que, a través de entidades de voluntariado, decidan libre y voluntariamente dedicar todo o parte de su tiempo a la realización de las actividades de interés general, que son aquellas que contribuyen a mejorar la calidad de vida de las personas y de la sociedad en general y a proteger y conservar el entorno desde los ámbitos social, de cooperación para el desarrollo, ambiental, cultural, deportivo, educativo, socio-sanitario, de ocio y tiempo libre o de protección civil, entre otros.
Todo esto, que suena como muy bonito pero muy abstracto, la Ley lo concreta un poco más al decir que el voluntariado cultural es el que promueve y defiende el derecho de acceso a la cultura y, en particular, la integración cultural de todas las personas, la promoción y protección de la identidad cultural, la defensa y salvaguarda del patrimonio cultural y la participación en la vida cultural de la comunidad.
No sé si a ti, paciente lector/a, esto te suena (nunca mejor dicho, je,je) a algo, pero a mí desde que lo leí me sirve para identificar exactamente lo que hacemos desde nuestras bandas y escuelas de música.
Tenemos una definición bastante concreta del voluntariado cultural y, dada la íntima relación que establece la Ley entre el voluntariado y el interés general, podemos concluir que las actividades que se sitúen en el ámbito del voluntariado son sin ningún género de duda actividades de interés general. Y de ahí la tremenda importancia que yo le doy a todo esto y que confío en que tú también le darás a partir de ahora.
Venga, traducimos al cristiano los conceptos incorporados a la definición de voluntariado cultural y así te facilito la tarea:
- Promover el acceso a la cultura. A través de las enseñanzas impartidas en las escuelas de música no se hace otra cosa que promover el acceso a la cultura del alumnado, iniciándolo en la enseñanza de la música en sus primeras etapas y facilitando a través de las bandas de música y orquestas juveniles el disfrute de las actuaciones musicales en grupo. Una fórmula de éxito (en el más amplio sentido de la palabra) más que contrastado y que no es necesario detallar aquí. ¿Sí o no?
- Integración cultural de todas las personas. Las escuelas de música son la cantera donde se forman los futuros integrantes de las bandas de música, orquestas y resto de agrupaciones musicales en las que no hace falta explicar que se integra entre sus miembros a personas de todas las edades: desde la última etapa infantil, en la que canalizan parte de su vitalidad y sus ganas de aprender, hasta personas jubiladas, a los que su participación les permite seguir sintiéndose útiles, a por supuesto personas jóvenes, que con su participación aportan la energía que necesitan estas entidades, y a personas adultas, para las que su pertenencia a la banda de música forma parte de su forma de entender la vida. Y eso no es otra cosa que integrar culturalmente a las personas. ¿Sí o no?
- Promoción y protección de la identidad cultural. Estarás de acuerdo en que estas agrupaciones musicales han interpretado desde su creación un amplísimo repertorio que sería imposible detallar, pero en el que indudablemente ocupa un papel protagonista la música con raíces propias y con ello se promueve y se protege la identidad cultural. ¿Sí o no?
- Defensa y salvaguarda del patrimonio cultural. Y estas agrupaciones musicales interpretan, entre otras, composiciones de autores del entorno cultural más próximo y, en este sentido, las composiciones de obras musicales vinculadas a las fiestas propias del ámbito territorial de cada una de ellas han jugado y siguen jugando un papel fundamental para el mantenimiento del rico patrimonio musical que se ha generado en las últimas décadas. Y de esta manera contribuimos a la defensa y salvaguarda del patrimonio cultural. ¿Sí o no?
- Participación en la vida cultural de la comunidad. Y finalmente, no es necesario explicar la participación tan activa que tenemos en la vida cultural de la comunidad a través de conciertos, pasacalles, actuaciones en las fiestas patronales y populares, procesiones, actos organizados por los Ayuntamientos y distintas entidades públicas y privadas a lo largo de todo el año. Todo ello casi siempre de manera gratuita para el público asistente. ¿Sí o no?
A mí esto no me parece poca cosa por lo que, si has contestado afirmativamente a todas, no sabes lo que me alegro. Y si no es así, puedes hacer dos cosas: contactar conmigo enviando un mail a luisdeagres@gmail.com para que te lo intente explicar mejor o pensar que reflexionar sobre esto es una pérdida de tiempo y olvidarte.
Sea cual sea tu respuesta, piensa que todo esto no sería posible sin la existencia de las escuelas de música como la Escuela de Música Manuel Lattur y tantas otras donde se forma a miles de alumnos a los que no solo se les instruye en el arte de medir correctamente las semicorcheas.
Se les forma en los valores que constituyen parte fundamental de la identidad de nuestro mundo asociativo musical y amateur como son el altruismo, la solidaridad, el respeto, el compañerismo, el valor del esfuerzo del grupo por encima de las individualidades, el interés colectivo por encima del individual, la tolerancia, la libertad y algunas otras pequeñas cosas de esta naturaleza.
Si sigues leyendo, ¡bien! Quiere decir que compartimos el planteamiento de que una sociedad musical es una entidad del voluntariado que gracias al trabajo desinteresado de sus músicos y directivos desarrolla actividades que mejoran la calidad de vida de las personas y que protegen y conservan el entorno. ¡Y yo sin saberlo!, supongo que habrás pensado. Ahora tenemos que ver que nos aporta todo esto.
La Ley del Voluntariado reconoce una serie de derechos a los voluntarios entre los que podemos citar el de percibir una compensación (que no supone en ningún caso una retribución por su trabajo) por los gastos que le genera su participación en las actividades de la entidad. Pero este no es, en mi opinión, el derecho al que debemos prestar más atención. El que puede ayudar a situar en su verdadera dimensión lo que hace un músico amateur o un directivo de una sociedad musical es el derecho a que se reconozca su aportación por el valor social de su contribución. En este sentido, la Ley de asociaciones reconoce expresamente “el importante papel de los voluntarios, por lo que la Administración deberá tener en cuenta la existencia y actividad de los voluntarios en sus respectivas asociaciones”. Y para todo ello es necesario que la entidad realice los trámites para darse de alta como Entidad del Voluntariado.
¿Y ya está? ¿Y para esto todo este rollo? Pues sí. Ser reconocido como voluntario perteneciente a una entidad del voluntariado creo que supone subir unos cuantos escalones en la consideración que tiene de nosotros el conjunto de la sociedad que de manera directa o indirecta se beneficia de lo que hacemos. Y es necesario subir esos escalones para llegar al piso en el que viven los que tienen la capacidad de decidir y poderles explicar, con convencimiento pleno, que nosotros, los músicos y directivos de nuestras sociedades musicales con nuestro tiempo y con nuestro dinero (y algo de dinero público, pero poco) mejoramos la calidad de vida de las personas y con ello contribuimos a una sociedad más diversa, más justa y más feliz. Creo que todo esto merece algo más que bolis Bic sin tinta (yo ya soy algo mayor) y que vídeos que promocionen lo nuestro.
¿Te ofreces voluntario para pelear por conseguirlo?
Luis Vidal es músico amateur de la Unió Musical de Muro, Economista y Tesorero de la CONFEDERACIÓN ESPAÑOLA DE SOCIEDADES MUSICALES (CESM)
P.D. Este artículo está escrito en singular y por tanto parece dirigido a una única persona, pero confío en que lo lean al menos dos.