Hace exactamente un año, la Comunidad Valenciana amanecía sumergida bajo el agua.
La DANA de finales de octubre de 2024 no solo anegó calles, colegios o viviendas. También inundó los pentagramas, las partituras y los sueños de miles de músicos que, de un día para otro, vieron cómo el barro se colaba entre los atriles y las notas quedaban atrapadas bajo el silencio.
Entre los muchos sectores golpeados, hubo uno especialmente frágil y a la vez poderoso: el de las bandas de música, ese corazón cultural que late en cada pueblo valenciano.
Y cuando el agua se retiró, dejó tras de sí un paisaje de destrucción, pero también de resistencia.
23 sociedades musicales, 8 000 músicos, 5 millones en pérdidas
El primer recuento de daños fue abrumador.
Locales anegados, instrumentos irrecuperables, archivos históricos perdidos y escuelas de música completamente inutilizadas.
El barro no solo cubrió los suelos: cubrió décadas de esfuerzo, memoria y comunidad.
En aquel momento, más de 30 sociedades musicales reportaron daños.
Pero finalmente fueron 23 las realmente afectadas de forma grave, aquellas que no podían continuar por sus propios medios.
Entre todas, reúnen cerca de 8 000 músicos y una pérdida económica estimada en más de 5 millones de euros, solo en infraestructuras e instrumentos.
Cinco millones que no miden el valor real de lo perdido.
Porque ¿cómo se cuantifica una partitura desaparecida o una generación de alumnos que no puede ensayar?
La FSMCV: una red que no dejó de sonar
Desde el primer momento, la Federación de Sociedades Musicales de la Comunidad Valenciana (FSMCV) se puso en marcha.
Cuando aún se retiraba el lodo, ya estaban escuchando, ayudando, levantando teléfonos, organizando apoyo.
Primero fue el informe técnico, luego las valoraciones, y después la parte más humana: reconstruir la confianza, la ilusión y la esperanza.
La FSMCV no solo coordinó la detección de daños:
- Creó una red de ayuda entre sociedades.
- Puso en marcha una campaña de recaudación y conciertos solidarios.
- Promovió la visibilidad pública del desastre para que ninguna banda quedara olvidada.
- Y mantuvo el vínculo con las instituciones, recordando que la recuperación no podía quedarse en el papel.
Gracias a su trabajo —y al apoyo de cientos de músicos, directivos y ciudadanos— las bandas afectadas encontraron consuelo, acompañamiento y, sobre todo, propósito.
Pero la realidad hoy sigue siendo dura:
“Todavía hay sociedades que no han podido volver a sus locales. Algunas, después de haber sido reparadas, han vuelto a sufrir humedades, grietas y daños. En muchos casos los espacios municipales siguen cerrados y sin fecha de reapertura.”
El barro sigue saliendo
Un año después, el barro sigue apareciendo. Literal y simbólicamente.
Sigue apareciendo en las paredes, en los techos, en los locales que aún huelen a humedad.
Pero también en los trámites, en las esperas, en las promesas que aún no se han cumplido.
Hay bandas que ensayan en locales prestados, otras en naves industriales, algunas directamente al aire libre.
Lo hacen porque la música no puede esperar.
Porque rendirse no es una opción cuando se lleva más de un siglo haciendo que cada pueblo suene.
Una llamada a las administraciones
La FSMCV ha hecho su parte, y mucho más.
Ahora es el turno de las administraciones públicas.
Urge que los ayuntamientos, diputaciones y la Generalitat Valenciana no den por cerrada esta herida cultural.
Se necesitan soluciones reales:
- Rehabilitación y apertura de locales municipales inutilizados.
- Ayudas directas y específicas para instrumentos, archivos y aulas.
- Seguimiento técnico y estructural de los edificios afectados.
- Reconocimiento del impacto cultural y emocional que ha tenido la DANA sobre nuestras sociedades musicales.
No hablamos solo de ladrillos y techos: hablamos de el alma cultural de la Comunidad Valenciana.
Cada sociedad musical que no puede ensayar es una historia, una escuela y una emoción que queda suspendida.
Gracias, FSMCV
Gracias a la Federación de Sociedades Musicales de la Comunidad Valenciana, por demostrar que la música puede ser más fuerte que el agua.
Por estar, por acompañar y por reconstruir junto a quienes necesitaban una mano.
Gracias a las 23 sociedades que siguen en pie, a los músicos que continúan tocando, a las familias, a los vecinos, a los donantes.
Gracias por recordarnos que una banda no es solo música: es comunidad, identidad y esperanza.
Un reconocimiento que cruzó fronteras
El espíritu solidario de la música valenciana traspasó límites geográficos.
Desde distintos puntos de España, numerosas bandas de música y federaciones autonómicas organizaron conciertos, festivales y actos solidarios para recaudar fondos y apoyar a las sociedades afectadas por la DANA.
Cada nota interpretada fue un mensaje de aliento, una muestra de unión y un recordatorio de que cuando una banda sufre, todas lo sentimos.
Ese movimiento de generosidad colectiva demostró que la red de bandas de nuestro país es mucho más que una estructura cultural: es una familia unida por la música y por los valores que representa.
Porque aunque la DANA intentó callarnos, la música volvió a sonar
Y lo sigue haciendo.
A veces en un aula improvisada, otras en una carpa, o en una plaza compartida.
Pero siempre con el mismo espíritu: que la música siga viva, cueste lo que cueste.








