Sergio Presciutti es un artista argentino que vive en Barcelona. Actualmente, desarrolla su carrera como DJ y productor pero, para llegar hasta aquí, ha llevado a cabo un gran crecimiento personal en el que el viaje y el intercambio cultural han jugado un gran papel.
Si quieres conocerlo, aprender con su historia y descubrir su propuesta de intercambio cultural, ¡sigue leyendo!
Hemos leído en tu biografía que naciste en Buenos Aires, pero que no diste el salto como DJ hasta el año 2005 ya en Barcelona. Tras ello, marchaste a Berlín persiguiendo sonidos más minimal. ¿Qué importancia ha tenido el contexto cultural para ti respecto a tu crecimiento como músico? ¿Y en otros ámbitos de tu vida?
Ese fue siempre un factor fundamental, pero del cual fui consciente una vez pasado el tiempo y creo que así es como en general nos suele suceder. Así es como solemos aprender de todas esas experiencias que de algún modo siempre nos dejan huella.
Yo nací y crecí en Buenos Aires, una megápolis donde la pasión y la locura son características de nuestra cultura. Allá casi todo es pensado a lo grande, lo multitudinario; incluso la música que se escucha tiende, en general, a lo masivo. Incluso, necesitamos muchas cosas materiales para poder vivir felices.
Cuando empecé a viajar, me di cuenta de que realmente no hay nada mejor que la liviandad para poder moverse con facilidad. Esto me llevó incluso a deshacerme de legados familiares ligados a lo laboral y a reencontrarme con la música. Aunque desde muy pequeño fui un melómano y formé parte de grupos musicales, me costó implicarme directamente en ella, pero intuía que sería un camino largo y bastante solitario.
Sin dudas el contexto social en Barcelona me aportó una libertad que en mi país no sentía. Viviendo en Alemania entendí que no hace falta ser súper popular si realmente sientes lo que haces y haces lo que amas, ya que eso tarde o temprano da sus frutos. En el momento en que decidí mudarme a Berlín prometí no salirme del camino, ¡más allá que luego tuviese que improvisar algunos desvíos! (Risas) Todo lo que fui aprendiendo en la vida lo apliqué para mi música y viceversa.
También sentí, con el tiempo, que en realidades como las de países latinoamericanos es más fuerte el legado familiar: ya sea por contar con un futuro laboral más seguro o bien por algo culturalmente inmerso en economías tan inestables. Lo cierto es que ese contexto no me dio tanto margen como para poner delante lo que realmente me apasiona.
Gracias a tus viajes, partiendo de un gran interés por la música electrónica, te has lanzado a profundizar en sonoridades más propias del folklore. ¿Cómo se ha producido este redescubrimiento?
Eso sucedió casi por accidente, en el camino de aprender música. Ya de regreso por Buenos Aires y después de unos años tomando clases de piano, me di cuenta que la guitarra es un instrumento ideal para que acompañe en el viaje. Comencé a tomar clases con un guitarrista del mundo del folklore argentino y eso me llevó a descubrir estilos, como la zamba o la chacarera, y a redescubrir otros géneros, como la bossa nova brasileña o el carnavalito boliviano. Fue un camino de ida. Me encontré fascinado al estudiar nuestros ritmos folklóricos, de una riqueza única: al entender su raíz afroamericana fui consciente del vínculo que mantiene con las otras rítmicas del resto del mundo.
Respecto a la cuestión anterior, ¿cómo combinas este aproximamiento tanto a la música electrónica como a la más arraigada en cada cultura? ¿Surge de tu propia visión como músico y persona?
Creo que surge más de mi visión como persona, lo que puedo aportar a la música electrónica desde una mirada latinoamericana sumado a algunos conocimientos de folklore. Como en tantas otras cosas de la vida, busco llegar a un equilibrio, lo cual suele ser siempre bastante subjetivo, y por eso termina siendo algo puramente intuitivo aprendido de la experiencia.
Hoy estoy particularmente enfocado en mi labor como DJ, que me encanta y que además supone entretener a la gente en un ámbito de baile. Entonces, la música que compongo tiene más que ver con eso, apuntada a lo rítmico, pero siempre con sentimiento.
En tu propuesta de intercambio cultural, destacas el proceso como la clave del enriquecimiento de quienes participéis mucho más que el resultado final. ¿Cómo imaginas esta actividad? ¿Nos podrías explicar alguna experiencia similar que ya hayas vivido?
He trabajado, por un lado, con vocalistas y sobre bases, reversionando canciones de folklore popular o bien temas modernos de artistas contemporáneos en donde el cambio estilístico juega un papel más importante que la creación en sí.
También tuve experiencias muy buenas grabando instrumentos como el violín, en donde el músico inicialmente improvisa sobre una base compuesta en conjunto previamente. Pero es luego, a partir de eso, que armamos toda la historia, muchas veces sin un plan exactamente estipulado. Es en esos casos que ya solo el proceso mismo resulta súper rico.
De ahí que considero que en estas experiencias de colaboración o intercambio artístico es fundamental el momento de creación, hasta tanto más que el resultado en sí.
¿Qué le dirías a un músico o aficionado a la música para animarle a vivir un intercambio cultural?
Simplemente, que se dejen llevar si sienten que esa experiencia puede ser un momento único, ya que muchas veces se está inmerso en la rutina, girándole a la rueda. Mientras tanto, nos pasan por al lado un montón de posibilidades para romper el círculo que ni siquiera somos capaces de verlas, y que sin haberlo pensado terminan por encauzar nuestras vidas.
¡Muchas gracias por tu tiempo, Sergio!
Vivir una experiencia de intercambio cultural como la que propone Sergio es una gran oportunidad para todo amante de la música y de su inmensa riqueza. ¿Te gustaría vivirla junto a él o proponer tu propio intercambio? Regístrate en dothegap.com.