María de los Ángeles Paz López Artiga nació en 1939 y hoy, con sus casi 83 años es una de las pioneras que todavía nos pueden contar lo vivido en una época en las que las mujeres lo tuvieron muy difícil en el mundo de la música.

Artículo publicado en el periódico las bandas del mes de marzo 2022

María de los Ángeles Paz López Artiga – Lass Bandas de Música

Es una suerte que nos cuente directamente y con sus propias palabras aquellos tiempos vividos. Nació a tan solo una semana de terminar la Guerra Civil, de ahí que la llamaran Paz de segundo nombre, ya que España daba por finalizado el conflicto bélico.

Proviene de una familia en la que la música siempre daba paso al amor. Su abuela paterna era soprano y su abuelo, al oírla cantar, quedó prendado, hasta tal punto que, aun siendo magistrado de la Audiencia, dejó la carrera, estudió arte dramático y montó una compañía en los que ambos siguieron actuando. Sus abuelos maternos se dedicaban a las tierras, pero también reinaba la música, pues él tocaba el clarinete. Sus padres tuvieron una historia parecida. Él no era músico de profesión, pero tocaba el piano y el acordeón. Iba a comenzar la carrera de diplomático, pero al conocer a la madre de Ángeles dejó perder la oportunidad y se quedó en España.

López Artiga se emociona al hablar de su familia, “estoy muy orgullosa de mi familia, mis padres me educaron con mucho amor y humanidad, me apoyaron en todo momento. Mis primeras nociones fueron desde muy pequeña escuchando tocar a mi padre. Mi recuerdo más remoto cuando apenas andaba, eran los compases del Danubio Azul que mi padre interpretaba. No recuerdo mi vida sin música, siempre tuve la influencia del ambiente musical que existía en casa”.

Nos cuenta la historia de su profesora Doña Inés. Vivía muy cerca de su casa y daba clases de música. Cuando la escuchó quedó prendada de las dotes que tenía insistió a sus padres que Ángeles tenía que aprender a cantar. “Aquella época era difícil para todos, pero Doña Inés tenía piano y comencé a dar clases con ella, incluso me dejaba la llave de su casa para poder estudiar hasta que mi padre me pudo comprar un piano. Era tan pequeña que me suplementaban el asiento, me sentaba sobre unos cuantos libros para poder tocar. Cuando ella murió me dejó muchísimas obras operísticas y también aquellas antiquísimas partituras que me hicieron de asiento, las que todavía guardo con mucho cariño. Doña Inés era repertorista de nivel nacional, muy alegre y dada al teatro. Todos los artistas que llegaban a Valencia a actuar pasaban por su casa a repasar las actuaciones. Al estar cerca de mi casa, yo los escuchaba de la mañana a la noche y me impregnaba de música. Aquello me hizo aprender muchísimo. Aprendí romanzas, operetas, zarzuelas… Recuerdo especialmente L´Arlequín de La Generala que por entonces tenía mucho éxito y Doña Inés me enseñó a cantarla.

Se le considera una niña prodigio, aunque ella personalmente nos dice que nunca se ha considerado así. Con 8, 9 y 10 años ya actuaba por todos los teatros de Valencia. Era muy jovencita, pero en aquellos años tan difíciles, López Artiga no quería ver sufrir a sus padres y sus dotes artísticas le sirvieron para ayudar a la economía de su casa. Comenzó a actuar en orquestas, ella sólo quería hacer música que era lo que más le gustaba y sabía hacer. “Un niño en una edad tan temprana no se da cuenta de sus éxitos, solo intenta hacer lo que sabe para poder seguir hacia adelante y así lo decidí. Me gustaba salir al escenario y hacer música. Es a lo que le debo todo lo que soy y lo feliz que me encuentro aún a estas alturas.”

Apunta que “de los tiempos de estudiante recuerdo que aquellas clases eran como un cuadro de Dickens… unas aulas en las que hacía un frío tremendo, un vetusto piano y una pizarra. Había una estufa en la que el conserje echaba leña (que no siempre había), las manos se nos quedaban heladas sobre el teclado.”

No se valora a las mujeres

María de los Ángeles Paz López Artiga en una actuación

López Artiga relata que “en aquella época (años 40/50), las mujeres estudiaban por mero adorno. Los hombres necesitaban ganarse la vida y por ello el número de mujeres era mayor en el conservatorio. Había especialidades en las que ni siquiera había profesores especializados para enseñarlas, pero yo siempre tuve claro que quería dedicarme a la música. Me saqué dos licenciaturas combinando los estudios con el trabajo. En cuanto a la diferencia entre hombres y mujeres, el problema llega con la intelectualidad, ahí no nos admiten.

Yo siempre he dicho que el Arte pertenece a la cultura, no hay poesía femenina y poesía masculina, no hay pintura femenina y pintura masculina, no hay música femenina y música masculina. El artista es ciertamente un ser humano. Si se acepta esta premisa hemos llegado a la conclusión de que es absolutamente cierto que nada de lo que se nos diga sobre el sexo del creador artístico, nos ilustra sobre el valor estético de su obra.”

Invisibles por el machismo

La artista considera que “aunque en esto se ha avanzado mucho, todavía no es suficiente. Hay mujeres en muchos campos, pero en la música todavía no se valora lo suficiente. Siempre ha habido intérpretes y compositoras virtuosas que continúan invisibles por el machismo.

En la historia de la música no existe una sola historia, una única historia, así nunca llegaremos a nada. No tiene por qué haber una moda femenina en determinados momentos. Hay que reescribir la historia de la Música para reconocer a aquellas que lo merezcan y no solamente por el hecho de ser mujer, han de pasar a la historia por su trabajo. Una comparación puede ser la Historia, en ella no solo aparecen Reyes, sino también Reinas, no tendría sentido si solo se hablara de los hombres, sería una Historia falsa. ¿Que se deduce de esto? Pues se deduce que es imperioso, absolutamente preciso, reescribir la historia de la música en pie de igualdad y contemplada desde la honestidad, objetividad y ecuanimidad que las mujeres compositoras se han ganado desde los tiempos más remotos. El primer indicio de composición musical data de 2.500 años a.C. y lo hizo una mujer.”

López Artiga explica que “comencé como profesora en el Conservatorio en 1972, allí conocí a María Teresa Oller y a Matilde Salvador, con esta última tuve mucha relación, interpretaba sus canciones y ella me acompañaba al piano. Hemos hecho conciertos juntas y también con su marido Vicente Asensio, de él le he estrenado muchas de sus obras. María Teresa Oller era más mayor que yo y recibí clases de Armonía de ella. Otra de las grandes pioneras fue mi gran maestra Consuelo Lapiedra, ella fue alumna de Iturbi y su técnica me la transmitió a mí.”

Estrenos en el extranjero

La compositora estima que “no por el simple hecho de ser mujer, mis obras se estrenaron fuera de España. En aquella época a las mujeres no se las valoraba como tal y mi carrera fue más internacional. A cualquier artista le gusta que le reconozcan en su tierra, pero no por ello me siento menos afortunada, pues no todas las compositoras estrenan a nivel nacional.

En Nueva York estrené mi ópera El adiós de Elsa. Me siento muy orgullosa de que la Universidad de Harvard me invitara a realizar dos grandes estrenos, Los Inmortales y una Sonata escrita para voz y piano con textos de Jorge Guillen y Miguel Hernández. Las Sonatas siempre han sido instrumentales y quise hacerla con voz. Estas dos obras se estrenaron allí a nivel mundial.

Otra de mis obras es Cants de Morts con textos de Ausias March, la cual ni se ha estrenado ni siquiera está editada.

A veces pienso que estoy en otro mundo, los músicos, cualquier artista, nos podemos trasladar con los pensamientos fuera del tiempo buscando la inspiración. Una de mis obras que se acaba de publicar es Soliloquios con la luna en la que me inspiré hablando con la luna. Las partes en las que se divide son las fases lunares y está compuesta para piano combinando con breves palabras al final de cada una.

Otra de mis obras muy reciente es Klint, la compuse durante el confinamiento.”

Creando es como más feliz me siento

López Artiga reflexiona: “A veces pienso cómo he podido crear tanto, y es porque lo necesito, necesito volcar lo que llevo dentro y me inquieta. Necesito poder compartirlo, con solo una persona que me entienda me basta. Donde me siento más feliz es creando para deleitar a las personas. Los músicos somos privilegiados. Pienso que no hay ningún arte que se acerque tanto a los sentimientos”.

Manoli Aracil

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