Se dice que los seres humanos somos los únicos capaces de crear música. También se dice que, en la noche de los tiempos, el sonido, inconsciente de su existencia y de su origen, desconocedor del tiempo y sus entresijos, guiado de la mano del hombre tomó vida y desde ese momento el mundo adquirió otra dimensión, calando e imbricándose en el espíritu de las personas, pasando a formar parte consustancial de su existencia y por lo tanto no pudiendo ser ajeno a ninguna de sus circunstancias.
Hoy, con el corazón en un puño por el miedo y el alma embarrada por la desesperación, los hombres y mujeres que desde diferentes vertientes y facetas aportamos lo que podemos y sabemos a esa poliédrica realidad que es la música, estamos paralizados por el espanto viendo hechos añicos nuestros anhelos por una sociedad más justa, libre y alejada de la barbarie y del desastre, sea cual sea su origen, de la incomprensión, de la incongruencia y de la inhumanidad.
Nuestros sueños, esos sueños de felicidad que a través de la música entre todos y todas compartíamos, revolcados y enterrados entre el lodo y el cieno, se han convertido en una enorme y terrible pesadilla. Pesadilla, también compartida, que entre todos y todas hemos de conseguir volver a convertir, lo antes posible, en merecidos sueños de amor y, vuelvo a repetir, de felicidad.
Nuestra voz es la música y queremos que se oiga entre tanto dolor y angustia. Deseamos que al menos pueda servir, aunque sea de mínimo consuelo, para las personas sobre las que se ha cebado el infortunio, la pérdida de sus familiares y amigos, sus casas, sus recuerdos, sus ilusiones de futuro, su vida.
Música contra el llanto y a favor de la esperanza. Música que pretendemos hacer llegar a los seres humanos que están sufriendo lo indecible. Música que queremos enviarles, a corazón abierto, para que sepan que quienes sufrimos a su lado no somos ninguna entelequia, que somos personas con nombres y apellidos, de carne y hueso como ellas y ellos, que desgraciadamente también nos podemos ver en idénticas circunstancias.
El próximo 22 de noviembre se celebrará la festividad de Santa Cecilia, patrona universal de la música, y con ese tradicional motivo se realizarán infinidad de conciertos y actividades musicales de diferente índole a lo largo y ancho de toda España. Con total seguridad, dichos acontecimientos se efectuarán al dictado de la partitura compuesta por nuestros corazones heridos y en clave de esperanza, hermandad, solidaridad y total empatía.
Muchas sociedades musicales se han visto tremendamente perjudicadas por la catastrófica DANA que nos ha devastado y asolado. Hemos de hacer todo lo posible para que puedan reemprender, cuanto antes, su importante y necesario cometido musical, pedagógico, artístico y social. Nuestras sociedades musicales, especialmente las valencianas, configuran un colectivo, un movimiento musical que supera los doscientos años de vida e historia y se merecen toda la ayuda que puedan necesitar.
Creemos obligado patentizar, a voz en grito, nuestros profundos sentimientos fraternales y nuestra rabia por lo incomprensiblemente sucedido y al mismo tiempo, solidarizarnos, cooperando con la mayor intensidad posible, aportando todos los recursos que estén a nuestro alcance para intentar ayudar a mitigar las necesidades que en estos momentos están sufriendo tantas y tantas personas.
Este manifiesto de dolor y al mismo tiempo de esperanza, solidaridad y cooperación de la Junta de Gobierno de la CESM, queda abierto a todas las sociedades musicales y todas las Federaciones del estado español que lo deseen suscribir.
Para adherirse al manifiesto o dedicar el concierto o parte de él y que las personas y entidades afectadas sepan que no están solas, rellenar el siguiente formulario: Con el corazón en un puño
Además de las acciones anteriores, quiere hacer una aportación a la fila 0 creada a tal fin por la CESM, las puede enviar a la cuenta: ES46 2100 2874 8411 0013 3894 concepto “Con el corazón en un puño” y las Federaciones decidirán la forma de reparto.