Manuel Tomás Ludeña

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La crisis del Coronavirus está suponiendo una grave amenaza sin precedentes para las Escuelas de Música. Un desastre que está poniendo a prueba la viabilidad de los proyectos educativos que se desarrollan en estos centros y que debemos evitar actuando con rapidez, inteligencia e imaginación. El reto es descomunal, pero tenemos suficientes recursos y fortalezas para afrontarlo.

De todos es sabido que las medidas de confinamiento han cambiado rotundamente la dinámica habitual de nuestra sociedad, por no hablar de la tragedia en vidas humanas y el desastre ocasionado en casi todos los sectores productivos de nuestro tejido económico.

En el ámbito educativo, sin embargo, la respuesta está siendo más que satisfactoria. Las autoridades, los centros educativos y sobre todo el profesorado se han conjurado para que el curso escolar se desarrolle a pesar de la suspensión de las clases lectivas presenciales. De repente, la transformación digital y la utilización de las TICs en la educación se han convertido en herramientas fundamentales para proseguir con éxito el proceso de enseñanza/aprendizaje. La utilización de programas y herramientas de videoconferencia, entre muchas otras, está propiciando que, no solo las clases de contenido teórico, sino también las clases instrumentales se estén llevando a cabo con cierta normalidad.

Mi experiencia actual, como profesor de oboe en el Conservatori Professional de Música de Torrent y asesor académico de la Escuela Superior de Música de Alto Rendimiento (ESMAR), constata que en ambos casos esto es una realidad. Nos hemos puesto “manos a la obra” y los resultados están siendo moderadamente buenos. La educación española en todas sus enseñanzas y niveles está saliendo adelante y el alumnado prosigue su proceso de aprendizaje con ciertas garantías.

Y no es fácil, pues son muchos los retos: La formación desigual del profesorado en la utilización de las TICs, las desigualdades del alumnado y sus familias a la hora de acceder a internet, la disponibilidad de ordenadores y el impacto en la vida del alumnado de esta nueva avalancha de exigencias que pueden alterar la vida en cuarentena de todos ellos.  Pero más allá de todo esto, debe primar la voluntad de continuar pese a las dificultades. Y así está siendo.

En las escuelas de música encontramos algunas dificultades añadidas que deben ser rápidamente subsanadas para evitar que se produzca directamente una interrupción del proceso educativo y el colapso directo de estos centros, con todo lo que ello conlleva: Despido masivo del profesorado, abandono del alumnado de los estudios musicales y quiebra de las empresas educativas titulares de estos centros.

Una vez más, las debilidades históricas de las escuelas de música no ayudan. Al tratarse de enseñanzas de carácter no  reglado que no conducen a titulaciones oficiales, las hacen más prescindibles. Y es un error que podrían cometer muchas familias, poco conscientes de los innumerables beneficios que aportan y más en estos momentos.

Por otra parte, el profesorado de estos centros tiene una situación laboral bastante precaria y no encontramos equipos directivos, en muchas de ellas, que puedan liderar soluciones efectivas. A esto se añade que las escuelas de música disponen de pocos recursos para afrontar esta contingencia. Todo ello actúa en contra y está propiciando que directamente algunas escuelas de música se “fundan en negro” o se queden en un triste tacet.

Por el contrario, la respuesta realizada por el tejido asociativo valenciano ha sido espectacular. Hemos asistido a la salida de miles de músicos a los balcones para reafirmar la práctica musical como un elemento de resistencia y de optimismo y para reivindicarla como una herramienta que haga más llevadero el largo confinamiento. Y es aquí donde se debe incidir.

Todos estamos recibiendo estos días una avalancha de contenidos culturales que nos ayudan a soportar el encierro en casa: Películas, música, listado de atractivas lecturas, etc. Pero nada que pueda reemplazar la excepcional vivencia de producir música nosotros mismos, superando con creces el consumo pasivo de cualquier contenido cultural. Debemos concienciar a las familias de todo esto.

En definitiva, proponemos al conjunto de la comunidad educativa musical campañas para sensibilizar que no se debe alterar ni interrumpir la formación musical. A ser posible, las escuelas de música, dependientes de entidades sin ánimo de lucro, deberían beneficiarse de las plataformas y de los recursos que la administración educativa está destinando a los centros de titularidad pública. Pero, sobre todo, la responsabilidad está en los propios centros que deben garantizar, hasta donde sea posible, la continuidad del servicio educativo; y, como no, la implicación del profesorado, el elemento clave en el proceso educativo.

No tenemos ninguna duda de que así será y que esta grave amenaza se superará. Las sociedades musicales resistieron la gran crisis del 2008 de manera sobresaliente y llevamos apoyando durante muchas décadas la educación musical en condiciones de austeridad.

Me comentaba estos días Remigi Morant, vicepresidente de la FSMCV, que el 80 % de las escuelas de música valencianas estaba manteniendo la actividad. Sin duda una magnífica noticia que nos llena de esperanza. El Coronavirus no puede vencernos, más bien al contrario. El curso escolar en nuestras escuelas de música debe proseguir, tal como lo teníamos previsto. ¡La música no puede parar de sonar!

Manuel Tomás Ludeña

Un escalón más en la búsqueda de la solidaridad y de la justicia social, que ha sido desde siempre la alternativa a la exclusión sistemática de los más débiles”

La fortaleza de una sociedad avanzada se mide, entre muchos indicadores, por cómo atiende al colectivo de personas que presentan dificultades y por cómo elimina paulatinamente cualquier tipo de discriminación.
En el terreno educativo, nuestro país ha experimentado espectaculares avances para conseguir una escuela inclusiva, gracias a los esfuerzos compartidos de administraciones y poderes públicos, de los centros educativos y del profesorado. Además, disfrutamos de una legislación muy avanzada y, aunque queda mucho por hacer, el sistema educativo español es uno de los más inclusivos.
Por todo ello, podemos afirmar sin temor a equivocarnos que la atención al colectivo del alumnado que presenta necesidades específicas de apoyo educativo se ofrece aquí con muchas garantías y con éxito.
Sin embargo, los centros que imparten enseñanzas de música tienen por delante un importante recorrido; hablamos de los conservatorios y, sobre todo, de las escuelas de música.
La atención a la diversidad en los conservatorios de música presenta una dificultad añadida. Son por definición unos centros que tienen la misión de garantizar la cualificación de los futuros profesionales de música. Para su ingreso se exigen pruebas de conocimientos y aptitudes y existen unos límites de permanencia para asegurar que el elevado esfuerzo económico que supone su mantenimiento sea aprovechado por el alumnado.
Por todo ello, la atención a la diversidad en los conservatorios tiene por delante el reto de armonizar la obligada inclusión educativa con la finalidad profesionalizadora propia de las enseñanzas de música tal como se establece en nuestra legislación. Ahora bien, esa dificultad nunca puede entenderse como una excusa para no avanzar en este terreno. En la Comunitat Valenciana, el Decreto 158/2007 que regula el currículo oficial de las enseñanzas profesionales de música define un marco normativo muy claro. Aunque una cosa “es predicar y otra dar trigo”, ya se sabe.
En este sentido, tenemos el ejemplo exitoso del Conservatori Professional de Música de Torrent que implantó en 2004, y todavía sigue en funcionamiento, el programa Tots músics, tots diferents, un proyecto educativo que permite la escolarización de alumnado que presenta necesidades educativas especiales en las enseñanzas elementales de música. Una iniciativa ampliamente premiada por el Ministerio de Educación (en dos ocasiones), Ajuntament de Torrent, Fundación de Ayuda contra la Drogadicción, BBVA, etc.
Pero cuando se trata de avanzar, las escuelas de música tienen todavía mucho que decir. Son, sin lugar a dudas, los centros mejor posicionados para desarrollar esta importante labor. A diferencia de los conservatorios, las escuelas de música tienen como misión ofrecer una amplia y variada oferta no reglada de formación musical al conjunto de la ciudadanía con independencia de sus aptitudes, expectativas y edad.
Poder educativo y sociabilizador
El poder educativo y sociabilizador de la música está fuera de cualquier duda, no hace falta incidir en este tema tan conocido por todos. Además, la práctica musical está ligada desde siempre a la discapacidad, ejemplos de grandes músicos con algún tipo de hándicap los tenemos a montones.
Para ello necesitamos actuar en varios frentes. El primero, la formación de los responsables y de los equipos directivos de las escuelas de música para que sean capaces de mejorar sus proyectos educativos incorporando planes de atención a la diversidad y, muy necesario, para que sean capaces de liderar los procesos de cambio que se exigen.
En segundo lugar y posiblemente el ámbito más importante: la formación del profesorado responsable directo de la docencia. Aquí hay una importante brecha que hay que salvar. La formación inicial del profesorado de música en nuestro país no ha sido la más adecuada, más bien al contrario. De hecho, todos aquellos compañeros/as que han asumido este reto lo primero que manifiestan de manera prácticamente unánime es la falta de formación para avanzar en la inclusión educativa. Aquí cualquier esfuerzo es poco, ya que se requiere un cambio de paradigma difícil de lograr: pasar de un escenario donde atendemos a alumnado con elevadas aptitudes a otro donde desde el inicio se van a realizar diferentes adaptaciones. Un giro copernicano en las prácticas docentes habituales. No es fácil.
Así y todo, se trata de una idea muy estimulante y cada vez más atractiva. Son muchos los centros que están tomando esta iniciativa y reclaman y organizan actividades formativas para impulsar proyectos inclusivos. El Conservatori de Torrent recibe una gran cantidad de peticiones de ayuda de otros centros interesados en seguir este ejemplo.
Las sociedades musicales valencianas han aportado históricamente grandes beneficios sociales. Integraron masivamente al colectivo proveniente de la inmigración nacional allá por los años 60 del siglo pasado (un fenómeno pendiente de estudiar con más profundidad). También fueron los primeros en incluir a la mujer en su dinámica ordinaria. Hoy en día, hay más mujeres que hombres estudiando música en los conservatorios y tocando en nuestras bandas. Todo indica que el reto de la inclusión educativa, si se plantea como estrategia, puede ser asumido y logrado en pocos años.
Me comentaba recientemente la exconsellera de Educación, María José Catalá, su satisfacción al conocer la existencia de un grupo de aficionados de música rock formado por afectados de Parkinson. Se llaman La Desbanda y es, por lo que he podido ver en Internet, una iniciativa increíble. Llevan ya bastante tiempo funcionando y han hecho grabaciones. Ellos afirman que sus vidas han experimentado un cambio espectacular. De eso se trata, ni más ni menos. Sobran las palabras; poder, se puede. ¿Alguien se apunta?
Manuel Tomás es profesor de oboe en el Conservatorio de Torrent y exsecretario autonómico de Educación y Formación. 
 
* Opinión publicada en el periódico Las Bandas del mes de febrero.

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“Es durante los momentos más oscuros cuando debemos centrarnos para ver la luz”.

Aristóteles

Vivimos un momento extraordinariamente complicado. La crisis mundial del Coronavirus está suponiendo una tragedia humana de enormes dimensiones. En apenas unos pocos días, nuestras costumbres y rutinas laborales y personales han quedado totalmente rotas. Las medidas de restricción de los flujos de personas y el obligado confinamiento en los domicilios particulares han creado una imagen jamás imaginada ni siquiera en las películas de ciencia ficción.

En la Comunitat Valenciana, además de las restricciones comunes al resto del país, se da la especial circunstancia de que han coincidido con la celebración de la festividad de las Fallas, un evento identificativo de Valencia mundialmente conocido.

Los valencianos estamos padeciendo, además de la tragedia de la pérdida de vidas y de las consecuencias de la suspensión económica, un impacto emocional provocado por la anulación de nuestra fiesta más universal.

Acostumbrados a vivir con intensidad y júbilo las multitudinarias mascletaes, los vistosos fuegos artificiales y el grandioso espectáculo sonoro de la música por nuestras calles, de repente asistimos atónitos a las calles vacías, los monumentos falleros sin exhibirse y los músicos valencianos recluidos en sus casas sin poder animar con música y fiesta nuestras calles. Un auténtico desastre.

Pero en las situaciones más difíciles la capacidad de reacción y de superación de los seres humanos acaba aflorando. La sociedad valenciana está dando una respuesta cívica y disciplinada a esta situación complicada, desde el heroísmo de los profesionales de la sanidad hasta la actuación del conjunto de profesionales y trabajadores de los sectores estratégicos que se mantienen “al pie del cañón”.

Y no solo eso, además de estas muestras de fortaleza y de solidaridad, también aflora la creatividad y la originalidad de los sectores artísticos y, ¡cómo no!, de los músicos valencianos, cuya fuerza creadora ha acabado fluyendo en el día de la festividad valenciana por excelencia: Sant Josep.

Gracias a una magnífica iniciativa de la Federació de Societats Musicals (FSMCV), millares de músicos valencianos se han asomado a las calles, desde balcones y terrazas, para entonar un canto a la esperanza, para clamar con música que seguimos vivos y con fuerza para continuar. Por unos momentos, todos estos músicos nos han hecho olvidar esta difícil situación. Y nos han recordado varias cosas, una ya conocida: Con música se vive mejor. Aunque estemos confinados entre cuatro paredes, la música nos permite soñar y vivir experiencias de satisfacción personal. Nos ayuda a hacer más llevadera esta tediosa cuarentena. Y no solo eso, la música es un canto a la esperanza, al optimismo y a la alegría en las peores situaciones.

Saldremos más reforzados y seguramente esta experiencia tan dramática nos mejorará a todos. Muchas cosas buenas quedarán en nuestras retinas para siempre. Por encima de todo, las muestras de generosidad y de heroísmo de tantas personas que están en la primea línea de esta batalla. Esperemos que también se recuerde la modesta y simbólica actuación de los músicos valencianos que nos han hecho olvidar por momentos la crisis del Coronavirus y sobre todo nos han dado fuerzas, con su ejemplo, para seguir adelante,

Milagros de la música y, en este caso, una iniciativa acertada y emotiva de nuestro tejido asociativo musical valenciano que, una vez más, ha demostrado estar a la altura de las circunstancias.

¡Gracias por la música!

Manuel Tomás Ludeña

Manuel Tomás Ludeña, 10/02/2020

La cuestión de la despoblación del mundo rural entra cada vez con más fuerza en el centro de la agenda y del debate político en nuestro país y también en la Comunitat Valenciana. Es una preocupación al alza para los ciudadanos. Todos somos conscientes ya de las enormes repercusiones que este fenómeno tiene para nuestro futuro, la sostenibilidad del estado del bienestar y la ecología de nuestro territorio.

Recientemente, se ha constituido la Agencia Valenciana Antidespoblamiento y el programa AVANT y se están destinando líneas de subvención y ayudas directas a municipios con riesgo de padecer el despoblamiento. Se estima que tenemos 143 pueblos con riesgo de despoblación y durante las últimas seis décadas han desaparecido muchos en la Comunitat Valenciana.

Entre los motivos que originan este fenómeno, es evidente que el mayor de todos ellos es la dificultad que tiene la gente joven para encontrar un empleo y acceder a los servicios de calidad del estado del bienestar (sanidad, educación, etc.) en estas zonas. Revertir esta situación es complicado y, por lo visto, no es fácil acertar en la implantación de políticas que obtengan resultados con rapidez. Más bien, al contrario.

Ya metidos en el terreno cultural, las desigualdades entre estos ciudadanos en función del lugar donde se resida son muy grandes. De hecho, la oferta cultural se concentra mayoritariamente en los núcleos urbanos. Y uno de los objetivos esenciales de cualquier política cultural debería ser garantizar el acceso a la cultura a toda la ciudadanía, con independencia de donde viva y cual sea el nivel de su renta. Si esto no se consigue, se genera una desigualdad.

En estos momentos, se barajan muchas líneas políticas, todas ellas necesarias y sensatas: Incrementar la inversión en esas zonas, garantizar los servicios básicos, mejorar las redes de comunicación, permitir el acceso a internet en todos los puntos del territorio, potenciar el turismo rural, etc. Proponemos desde aquí una línea política que entendemos que debe explorarse, ya que estamos convencidos de que reportará importantes beneficios: Potenciar las sociedades musicales y los servicios integrales que ofrecen.

Pongamos al alcance de estos ciudadanos, además de un centro sanitario y de una escuela, también una sociedad musical. Y los beneficios serán enormes. Una sociedad musical ofrece de manera combinada tres servicios esenciales: Un proyecto educativo de carácter musical que supone futuro laboral y

Un proyecto educativo musical mejora la calidad de vida en común Clic para tuitear Las sociedades musicales tienen una gran capacidad para vertebrar el territorio Clic para tuitear

formativo, un proyecto cultural que permite disfrutar de conciertos y de una interesante oferta cultural/musical y un proyecto social que mejora la calidad de vida en común compartiendo vivencias y experiencias. No olvidemos que los locales sociales (los casinos de toda la vida) son en muchas poblaciones centros neurálgicos de relaciones humanas.

Con ello, también estaremos involucrando en esta tarea a la sociedad civil y conseguiremos la tan ansiada colaboración público/privada que actuará como una palanca de cambio para rentabilizar los recursos públicos que se destinen.

Y no creo que sea tan difícil ni tan caro. Proponemos identificar esas zonas y subvencionar al 100% los estudios en nuestras escuelas de música de los educandos de estas comarcas, o incluir criterios a la hora de dar subvenciones y ayudas a aquellas escuelas de música ubicadas en zonas con riesgo de despoblación.

Demos ayudas para la contratación de los directores, para la compra de instrumentos y también para el mantenimiento de los locales sociales y dejemos que las sociedades musicales vayan poco a poco haciendo lo que mejor saben. Seguramente los resultados serán espectaculares en pocos años. Un conocido mío dice siempre: «Las sociedades musicales son como el rey Midas, todo lo que tocan lo convierten en oro». Pues eso mismo. Y detrás de todo esto, como catalizadora, la FSMCV que aglutina con mucho éxito a todo el colectivo.

Muchas de estas líneas ya se llevan a cabo, pero lo novedoso podría ser vincularlas como una «terapia diana» contra la despoblación.

Las sociedades musicales tienen una gran capacidad para vertebrar el territorio, para establecer anclajes con el tejido social y, sobre todo, son una oportunidad para dar mayor significatividad a la vida de las personas. Si uno contempla el día a día de una sociedad musical, encontrará a jóvenes que acuden a estudiar un instrumento, personas jubiladas que acuden a ensayos y conciertos o que forman parte de las juntas directivas y se dedican a su banda en régimen de voluntariado… Es difícil encontrar algo así. Montarlo ex novo en un territorio sería un esfuerzo descomunal, pero preservarlo y cuidarlo es más factible.

Miremos el caso del pueblo de Higueruelas en la Serranía; por cierto, una comarca aquejada del mal de la despoblación. El alcalde de Higueruelas, Melanio Esteban, toca la tuba en la banda y lo tiene muy claro, como declaraba recientemente en un medio de comunicación: «Los vecinos que residen en Valencia y no quieren perder el vínculo con el pueblo nos matriculan a sus hijos en la escuela de música y vienen los fines de semana a las clases».

La banda ensaya estos fines de semana y está formada por más de 40 músicos, acude a certámenes, ha ganado alguno, mantiene una actividad más que aceptable y, sobre todo, consigue vincular a muchos jóvenes con la vida social del pueblo. Un dato curioso, su escuela de música tiene 38 alumnos, el doble que el colegio rural agrupado de Higueruelas. ¡Menudo dato!

Sin duda, una historia de éxito, una buena práctica extensible a otras localidades. Y allí donde no sea posible en un estadio inicial, estas escuelas de música podrían gestionarse desde la propia administración local con la ayuda de la FMSCV u otro tipo de gestión indirecta o externalizada.

En fin, ideas hay muchas, posibilidades también. La cuestión es creer en ellas, desarrollar políticas y gestionarlas muy bien para conseguir que nuestras sociedades musicales supongan una herramienta efectiva para mantener la vida social, cultural y educativa de nuestros pueblos en peligro de extinción.

Nada es fácil, pero mejor así, porque hace que sea más apasionante.

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“Si hay que ir, se va; pero ir pa ná, mejor no ir”. Parafraseando a José Mota

Los profesores/as de música iniciamos nuestra andadura elaborando las programaciones didácticas que nos exigen para superar los procedimientos de ingreso a la función pública. Y no solo eso, a lo largo de nuestra trayectoria profesional, las programaciones didácticas son el documento que utilizamos para planificar la acción docente en el aula. Así pues, mal que nos pese, este documento nos acompaña el resto de nuestras vidas.

Durante más de veinte años, he tenido la oportunidad de enseñar a cientos de opositores a redactar este documento y después, en el ejercicio de mi cargo como director de un conservatorio de música, tuve la responsabilidad de exigir, supervisar y asesorar a mis compañeros cuando las tenían que elaborar. Ello me ha permitido analizar cómo afrontamos este proceso.

Acostumbrados, durante la época pre/LOGSE, a elaborar aquellos sencillos programas de estudio con los que planificamos nuestras enseñanzas, la exigencia de las administraciones educativas para redactar un documento nuevo fue percibida por el profesorado como una carga burocrática sin ningún sentido, una auténtica “maldición bíblica”. Y así seguimos en cierta manera, aunque las cosas han ido cambiando y evolucionando. Las nuevas generaciones de profesores han ido modificando esta actitud, aumentando su capacidad para planificar adecuadamente las enseñanzas.

Pasar del programa de estudios a la gestión del currículo ha sido un camino lleno de espinas. Y aún queda algo de todo aquello.

Desde siempre me he considerado un militante a favor de la planificación educativa y he percibido este proceso como una oportunidad y no como una amenaza. Creo firmemente que debemos asumir su elaboración con la máxima seriedad.

De hecho, uno de los elementos de calidad de un centro educativo, con independencia de las enseñanzas que imparta, residirá siempre en su capacidad para plasmar de manera explícita un proyecto educativo y unas programaciones didácticas que definan su personalidad pedagógica y didáctica. Las ventajas son muchas, citemos solo algunas:

  1. Las programaciones permiten registrar nuestras decisiones y evaluar mejor nuestra acción docente.
  2. Son un elemento de transparencia ya que permiten comunicar al conjunto de la comunidad educativa nuestras decisiones curriculares.
  3. Representan una herramienta de investigación muy efectiva.
  4. Pueden representar una oportunidad de trabajo en equipo y avanzar en la interdisciplinariedad.
  5. Y muchas más.

Sin embargo, no es fácil concienciar a los jóvenes opositores de su verdadera utilidad ni tampoco al profesorado experimentado de nuestros centros. Por este motivo, en muchos casos, las programaciones acaban abandonadas en el cajón del armario del aula y su utilidad queda reducida a cumplir un trámite exigido en la normativa sin que aquello suponga una medida real de calidad educativa.

Evidentemente, existen muchas causas para explicar por qué se produce esto. A veces, observamos una cierta comodidad del profesorado que prefiere ahorrarse la redacción de este documento. Digamos las cosas por su nombre y el que no haya pensado y actuado así alguna vez que levante la mano.

Pero, sobre todo, el verdadero motivo de este rechazo se encuentra, a mi entender, en la incapacidad para explicar al profesorado su verdadera utilidad y también que no hemos sido capaces de elaborar modelos específicos que sirvan “de verdad” en nuestros centros singulares. Y no es fácil. Pero si lo logramos, las programaciones saldrían del rincón del olvido para convertirse en una herramienta útil.

Hace bastantes años leí un magnífico artículo de Maravillas Corbalán en la revista Música y Educación que abordaba este “problema”. En ese artículo se defendía una tesis muy sensata: Las programaciones didácticas en la enseñanza de las especialidades instrumentales deben tener unas características propias y diferenciadas de los modelos vigentes en las enseñanzas de régimen general con los que nos han “bombardeado” durante muchos años. Y explicaba este hecho singular nuestro.

  1. La organización de las clases de instrumento en los conservatorios de música es individual, una especificidad exclusiva en el sistema educativo. Y lo más relevante: Cada alumno tiene un ritmo de aprendizaje individual y, ¡atención!, también imprevisible.

Así pues, muchas decisiones curriculares van a tener que adaptarse a cada alumno. ¿Qué sentido tiene plasmar previamente una decisión que la realidad de cada alumno va a dejar desactualizada en el primer minuto? La flexibilidad debe ser su principal característica y una programación didáctica nunca debe convertirse en una especie de camisa de fuerza.

  1. En las especialidades instrumentales, los contenidos de nuestras asignaturas son de carácter “procedimental”. En román paladino, hay mucha práctica y poca teoría. La adquisición de un procedimiento tiene elementos muy “imprevisibles”. ¿Sabemos a ciencia cierta lo que tardará en adquirir un alumno un proceso tan complicado como el desarrollo del estacato? La experiencia nos dice que esto no obedece a ningún patrón; al contrario, cada alumno muestra una repuesta diferenciada. ¿Tiene sentido elaborar modelos de programaciones cerradas?
  2. A diferencia del resto de enseñanzas, compartimos con nuestro alumno una hora de clase semanal. Después, cada uno de ellos debe dedicar un tiempo de estudio individual de manera autónoma en sus propias casas. Por ello, nuestra tarea no solo es planificar las clases y organizarlas muy bien, sino dotar al alumnado de las suficientes estrategias de autoaprendizaje y la creación de hábitos de estudio continuado. De ello dependerá en gran medida el éxito de nuestra planificación.
  3. Por último, las unidades didácticas tradicionales no nos sirven, es mejor utilizar unidades llamémoslas “temáticas” donde las decisiones sobre su temporalización sean de naturaleza diferente. Una unidad didáctica que aborde “el vibrato” o “los diferentes golpes de arco” no puede ser temporalizada y acotada en un periodo de tiempo… Pongamos otro ejemplo: Un contenido como “el dominio de las articulaciones” en los instrumentos de viento aparece desde el primer curso de las enseñanzas elementales y se mantiene hasta los últimos cursos de las enseñanzas superiores. Mucho mejor es decir que se trabajarán durante todo el curso y que el tiempo dedicado a su enseñanza dependerá del ritmo individual del alumno. Porque las necesidades de cada alumno van a variar, sí o sí.

No nos equivoquemos, a todos nosotros, educados más como artistas que otra cosa, confeccionar una programación nunca será algo que realizaremos con alegría, no forma parte de nuestro ADN, al contrario. Pero como dice José Mota, “si hay que ir, se va; pero ir pa ná, mejor no ir”.

En nuestros cursos no solo enseñamos a nuestro alumnado a confeccionar estos documentos tal como los exige la convocatoria. También queremos que aprendan a utilizarlos de manera efectiva durante su vida profesional. No es fácil, pero lo intentaremos.

Manuel Tomás Ludeña

Manuel Tomás Ludeña ♦ Consultor académico de la Escuela Superior de Música de Alto Rendimiento (ESMAR)

Entrevista por Alexis Moya, para LasBandas Desembre i Gener 2019-20

Manuel Tomás Ludeña es consultor académico de la Escuela Superior de Música de Alto Rendimiento (ESMAR), profesor de oboe y consultor de Bankia para el desarrollo del proyecto Bankia escolta Valencia que ha destinado 8 millones de euros en cinco años a las sociedades musicales valencianas en diversas iniciativas.

Desarrolla su actividad profesional desde hace muchos años en varios campos, todos ellos relacionados con la educación y la actividad musical tanto en el ámbito privado como en el público donde fue Secretario Autonómico (viceconseller) de Educación y Formación de la Generalitat Valenciana de la mano de la consellera Maria José Català, antigua alumna suya de oboe. Asimismo, fue asesor de la Federación de Sociedades Musicales de la Comunidad Valenciana (FSMCV) en la etapa en la que Josep F . Almería fue su presidente.

Tomás colabora habitualmente con las Bandas, periódico en el que ha abordado diversos asuntos relacionados con la música, así como artículos en los que pone en valor grandes referentes de la música valenciana vinculados, principalmente, a las sociedades musicales.

En la entrevista ponemos el foco en ESMAR, un proyecto pensado y madurado durante años que cristalizó hace pocos meses con el inicio del curso 2019-20.

¿Qué es ESMAR y cuáles son sus objetivos?

ESMAR es un centro autorizado para impartir las enseñanzas superiores de música (Título Superior y Máster Artístico). Sus títulos tiene validez oficial dentro del Espacio Educativo Superior Europeo. Entre sus objetivos, destacamos, fundamentalmente, ofrecer unas enseñanzas de elevada calidad, contribuir a la formación de los futuros profesionales de la música, incrementar las opciones de empleabilidad del alumnado y no defraudar jamás las expectativas e ilusiones de aquellos que confían en nosotros. Para ello, queremos contar con un claustro de profesores de gran calidad que sepa transmitir al alumnado no tanto lo que saben, sino lo que necesita el alumnado para ejercer la profesión musical en un contexto cambiante.

¿Cómo se empieza a gestar este proyecto educativo musical?

Se trata de un proyecto educativo muy ilusionante en el que he tenido la oportunidad de colaborar junto a dos grandes empresarios valencianos: Alejandro Monzonís, director general del prestigioso colegio privado IALE, y de Carles Subiela, fundador y administrador de la empresa de importación y venta de instrumentos musicales, Consolat de Mar. Ambos atesoran una gran experiencia en el ámbito educativo y empresarial, disponen de un bagage impresionante y aportan recursos y experiencias muy necesarios para levantar un proyecto innovador, ambicioso e ilusionante.

Ellos entendieron que ESMAR era y es un proyecto necesario que ofrece una alternativa más para el alumnado interesado y decidieron contar conmigo. A partir de ahí, mucho esfuerzo, mucho trabajo y sobre todo buscar un camino totalmente nuevo, porque es la primera vez que las enseñanzas superiores de música, con el permiso de Berklee, se imparten en un centro privado en la Comunitat Valenciana.

¿A quién va dirigido?

A todos los músicos valencianos y también del resto de España, Europa y, si me permite, del mundo. En la actualidad, los proyectos son globales, nuestro mercado es el mundo.

¿Qué oferta pedagógica ofrece?

De momento, los títulos superiores de las especialidades de Interpretación, Pedagogía y Producción y Gestión. Acabamos de solicitar al ISEACV la autorización de los itinerarios de Música Antigua y Música Moderna. Hemos presentado también la solicitud de autorización de tres másteres artísticos y ofrecemos también una oferta variada de formación académica propia en varios itinerarios y especialidades.

Destaco el Máster propio de Dirección Artística de Sociedades Musicales, pues queremos también ser un centro que ponga en valor el increíble patrimonio musical valenciano y nuestro excepcional talento. Si ESMAR consigue que se conozca todo esto, pues misión cumplida.

“Queremos contar con un profesorado de gran calidad que sepa transmitir lo que necesita el alumnado” Clic para tuitear

ESMAR hace poco que ha empezado a funcionar pero ¿con cuántos alumnos cuenta ya? Más de 100 alumnos, distribuidos entre las enseñanzas oficiales y la formación académica propia. Un auténtico éxito en el primer año de funcionamiento. Ni nosotros mismos hubiéramos imaginado algo así tan pronto.

¿De dónde proceden los músicos que estudian en ESMAR?

De todas partes, de la Comunitat Valenciana, del resto de España, prácticamente de todas las comunidades autónomas. También tenemos ya algunos alumnos extranjeros, entre ellos, una contrabajista china. Esperamos abrir muy pronto una línea de entrada más directa de alumnado extranjero. Para ello, debemos seguir trabajando mucho más.

¿Qué es lo que más valoran de la propuesta educativa que han diseñado? 

De momento, las felicitaciones recibidas por el alumnado, su satisfacción es un pilar estratégico para nosotros. Están muy contentos con la calidad del profesorado y también con la aceptación del plan de estudios. Nuestra idea es ofrecer la educación musical que necesitan los futuros profesionales de la música.

¿La empleabilidad y la circulación ofreciendo prácticas artísticas y favoreciendo la proyección internacional de los alumnos es una de sus líneas estratégicas?

Totalmente, es muy pronto para valorar estas líneas que son muy incipientes, no olvidemos que tenemos apenas cuatro meses de vida, pero este es un objetivo irrenunciable. En breve vamos a configurar el departamento de orientación y transición a la vida laboral. Y además de las conexiones con la empleabilidad directa, ya hemos diseñado un plan muy ambicioso que comenzará su andadura en los primeros meses de 2020. Nuestro alumnado va a tener la oportunidad de contactar con importantes agentes y empresas empleadoras del ámbito musical. Se verá muy pronto.

También los preparan para oposiciones a conservatorios. ¿Cómo?

Desarrollamos cursos de preparación de oposiciones a conservatorio, que es una, quizá la principal, salida profesional actual dentro del ámbito público.

¿Cuál es el perfil del profesorado?

La selección del profesorado adecuado es un elemento crucial para el éxito del proyecto. Como reza el informe Mckinsey, la calidad de un sistema educativo, es la calidad de su profesorado, pues nadie puede dar lo que no tiene. Nuestro profesorado está compuesto por líderes en sus respectivas especialidades, profesionales talentosos con una amplia experiencia en los campos de la interpretación y la docencia. Además, deben estar dispuestos a trabajar en equipo y compartir un proyecto innovador y diferente. ESMAR es un proyecto abierto, con una parte muy importante de profesores valencianos de elevadísima calidad. También tenemos profesorado nacional y extranjero. En definitiva, queremos lanzar un mensaje a todos aquellos profesionales que puedan aportar valor a ESMAR; tienen las puertas abiertas para formar parte del proyecto.

Ya han creado la Orquesta ESMAR. ¿Qué metas persigue esta formación?

La calidad de las agrupaciones y las vivencias que éstas ofrecen al alumnado son, sin duda, un elemento fundamental para un proyecto educativo musical. Nuestra orquesta ha comenzado muy bien, con un concierto de presentación brillante, dirigido por el maestro Martín Baeza. Pero en próximos encuentros contaremos con los maestros Álvaro Albiach y Cristóbal Soler. ¡Casi nada!

“Nuestra meta es que el alumnado consiga las competencias necesarias para integrarse con éxito en una agrupación musical” Clic para tuitear

Nuestra meta es que nuestro alumnado consiga las competencias necesarias para integrarse con éxito en una agrupación musical, que conozca los métodos de trabajo y las exigencias de directores muy prestigiosos y, sobre todo, que asuman los valores éticos y los compromisos necesarios para formar parte de un proyecto colectivo. Queremos buenos músicos que sean, a la vez, personas comprometidas en aportar valor a la sociedad en general.

¿Qué proyectos tienen previsto desarrollar a medio y largo plazo?

¡Muchísimos! Hemos aprobado recientemente el Plan Estratégico de ESMAR 2019-23 que ha marcado nuestra visión y nuestro rumbo para los próximos cuatro años. Aquí pretendemos incrementar la oferta académica, conseguir 400 alumnos y alumnas, incrementar la satisfacción de nuestro alumnado y su éxito académico e inserción laboral. Y no solo eso, avanzar en el establecimiento de medidas compensatorias (ayudas y facilidades) para que la cuestión económica no sea un impedimento para nadie, establecer convenios y colaboración con entidades que nos ayuden a conseguir nuestros objetivos, avanzar decididamente hacia la internacionalización y mucho más. No escatimaremos en trabajo, ambición y pasión, porque nos gusta mucho lo que hacemos.

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Que las sociedades musicales valencianas son también un motor de desarrollo económico en la Comunitat Valenciana es algo totalmente aceptado, sobre todo a partir de los trabajos e investigaciones del profesor Pau Rausell, que ha analizado con rigor y acierto este fenómeno. A los increíbles beneficios educativos, culturales y sociales que aportan estas entidades tan singulares, añadamos otro más: la prosperidad económica y la empleabilidad de los músicos valencianos.

La realidad se muestra ante nuestros ojos meridianamente clara. El primer elemento de profesionalidad que nuestras sociedades musicales incorporaron fue la figura del maestro/director. Las referencias a la remuneración de estos profesionales aparecen desde el mismo momento en que surgieron las sociedades musicales allá por el siglo XIX. O bien un músico más aventajado o bien recurriendo a la contratación de alguien externo, se ha  remunerado siempre, más o menos, a un director. El hecho es que, en la actualidad, tenemos más de 500 profesionales obteniendo ingresos importantes por su labor al frente de la dirección artística de las sociedades musicales. Es difícil encontrar un territorio donde las oportunidades para estos profesionales sean tan grandes. Y estos ingresos no proceden directamente de las arcas públicas.

Siguiendo con este análisis, las sociedades musicales buscan la excelencia y la calidad de sus directores musicales conscientes de lo mucho que hay en juego. Son mano de obra altamente cualificada que tienen importantes responsabilidades. Se acepta que deben tener una importante remuneración, algo que no han conseguido, por ejemplo, los directores de las escuelas de música. Pero esto es otra historia.

Durante bastante tiempo, la mayoría de estos directores no han tenido una formación específica, muy pocos han cursado y obtenido la titulación de Dirección. Su formación había sido autodidacta, comenzaron dirigiendo bandas modestas, adquiriendo experiencia, prestigio y obteniendo sobre todo resultados. Los triunfos en los certámenes competitivos eran la credencial más importante para seguir mejorando el estatus. A todo ello ayudó y ayuda la categorización de nuestras sociedades musicales en función de la cantidad de plazas de músicos y la asignación a las diferentes categorías de los certámenes. Una estratificación que visualiza claramente una carrera vertical para nuestros magníficos directores. Así, un director de la Sección de Honor (o sea Llíria, Cullera, Buñol y algunas más) será de una gran categoría, por norma general. Los directores que empiezan deberán dirigir bandas de música de categorías inferiores. ¡Qué sistema más natural, espontáneo y tremendamente efectivo hemos creado, casi sin darnos cuenta! Los milagros siempre aparecen cuando se trata de nuestras sociedades musicales.

Muchos de los grandes directores valencianos se iniciaron profesionalmente trencant la mà con nuestras bandas. Nombres como los directores de la Banda Municipal de Valencia Pablo Sánchez Torrella, Rafael Sanz Espert y afamados directores de orquesta como Manuel Galduf, García Navarro, Cristóbal Soler, Álvaro Albiach, etc. tuvieron en nuestras bandas magníficas plataformas para el aprendizaje práctico de su profesión. Empezaron por las bandas más modestas, continuaron con las más “importantes” para posteriormente dar el salto a la profesionalización. Esto lo hacen en Alemania o en Venezuela y todavía no habríamos parado de aplaudirles, pero lo hacemos aquí y todo parece muy natural, como si no costara nada. ¡Ya sabemos cómo somos!

Durante mucho tiempo, estos directores eran a su vez profesionales de bandas, orquestas y conservatorios que, pluriempleados, obtenían unos ingresos extra. Otros, por el contrario, dirigían varias bandas más modestas lo que les permitía vivir con cierta solvencia. En definitiva, todo un nicho de empleabilidad muy importante.

Pero jamás hicimos nada para formar adecuadamente a estos profesionales ni siquiera ajustar sus competencias a las necesidades de los empleadores (los responsables de las sociedades musicales). Incomprensiblemente, nuestros conservatorios públicos jamás han incorporado estudios reglados de dirección de banda. Ni nadie hemos diseñado itinerarios formativos que enseñen a estos directores, no solo la técnica general de dirección, sino también a sacar el máximo rendimiento trabajando con voluntarios, a dirigir y coordinar una escuela de música, a entender el funcionamiento de una sociedad musical. En resumen, a ejercer con excelencia y éxito la dirección musical de nuestras sociedades musicales.

Y la verdad es que nos hemos regulado bastante bien, aunque el modelo admite importantes mejoras. Nos encontramos ante otra historia clara de éxito: la formación de magníficos profesionales de la dirección que tuvieron en nuestras modestas sociedades musicales una oportunidad de prepararse de manera intuitiva pero tremendamente práctica.

Ha llegado la hora de que mejoremos esta situación, de que articulemos importantes acciones de formación colaborando todos juntos y potenciando el modelo. Si formamos mejor a estos directores, los auténticos líderes de nuestras sociedades, mejorarán nuestros proyectos, la calidad artística de nuestras agrupaciones, el clima organizativo, etc. Y también evitaremos conflictos. No nos engañemos, cuando el maestro no actúa bien, la fricción de poder con la junta directiva o con los mismos músicos origina la crisis del proyecto y la división. Por ello, hay mucho en juego.

En definitiva, los músicos valencianos tienen, en el ámbito de la dirección, una magnífica oportunidad para desarrollar una carrera profesional sostenible, bien remunerada y con importantes alicientes de prestigio y de promoción personal. El carisma de muchos ellos les acaba convirtiendo en auténticos mitos en algunos casos. Pregunten en Llíria por los maestros Malato y Varela, o en Benaguasil por el maestro Peñarrocha, o en Manises por el maestro Micó. La lista es interminable.

Formemos a estos profesionales de manera adecuada y tomemos conciencia todos de la oportunidad de desarrollo y de empleabilidad que esto representa en nuestra Comunitat y  en toda España. ¿No es maravilloso?

Manuel Tomás Ludeña

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La historia de las Sociedades Musicales Valencianas se escribe también de la mano de aquellos que fueron sus directores o, mejor dicho, sus maestros, porque esto es lo que siempre fueron y son: Maestros de toda la vida.

Igual como pasa con los presidentes, hay algunos maestros que marcaron época y dejaron una profunda huella que pervivirá siempre en nuestras sociedades. Su herencia es el resultado del ejercicio de un liderazgo muy efectivo en diversos terrenos: Éxitos artísticos en los certámenes, creación de escuelas de música consolidadas o simplemente atesorar un carácter y una ascendencia sobre los músicos y sobre el conjunto de la sociedad musical que, en muchos casos, todavía perdura y se recuerda.

Hablamos de nombres propios como los maestros Varela, Malato, Villarejo, Garcés, Hernández Guirado en Llíria. Mariano Puig en Torrent, José Peñarrocha en Benaguasil, Luis Sanjaime, Pérez Busquier en Cullera, Francisco Fort, Roberto Forés, Henry Adams en Buñol y así un listado interminable de grandes músicos y grandes maestros. Nuestra épica está ligada a estos nombres. (Y perdón por no citarlos a todos)

Algunos de ellos fueron creadores e impulsores de la sociedad musical que dirigieron, la identificación fue tan grande que, cuando se fueron, alguna vez aquello decayó. Incluso en algunos casos su marcha originó conflictos; pero eso, como decía Kipling, es otra historia. Y no es momento de miserias sino de grandezas.

Cualquiera de los directores citados, y muchos más, merecería la dedicación de este artículo. Pero nos centraremos en un maestro al que conocemos muy bien, el maestro Pablo Sánchez Torrella. Un referente para todos nosotros y un caso paradigmático de lo que analizamos. Nada de lo que podamos decir aquí es necesario, pues hablamos de un músico de una trayectoria y reputación muy grandes que ha recibido los máximos elogios y reconocimientos.

Nacido en Paterna, desde muy joven entendió qué era una banda porque formó parte de la de su pueblo. Trompeta solista de la Banda Municipal de Valencia, dirigió desde muy joven diversas bandas para lanzar su carrera como director al frente de la Unió Musical de Llíria con la que batió muchos  récords y consiguió los mayores éxitos artísticos. Finalizó brillantemente esta etapa profesional asumiendo, nada más y nada menos, que la dirección de la Banda Municipal de Madrid para posteriormente jubilarse en su tierra con los máximos honores: La dirección de la Banda Municipal de Valencia. Un director a la altura de los maestros históricos de la Unió Musical como Felip, Varela y Garcés.

Tuve la oportunidad de iniciarme en una banda de su mano, ya que a los trece años ingresé en la Unió Musical De Llíria cuando él era su director. Toda mi etapa de aprendizaje la viví con él, mis primeros conciertos, sus consejos y también sus reprimendas (que sin duda merecía).

Don Pablo, así nos dirigíamos a él con el máximo respeto, vivía prácticamente en el local social, “habitaba” un cuarto contiguo a la sala de ensayos donde daba clases de trompeta y controlaba el conjunto de la sociedad como un vigía lo hace desde la atalaya. Ejercía el mando con seguridad, criterio y energía. Los lunes, ensayo de viento/madera; los martes, ensayo general; los miércoles, ensayo de viento/metal; los jueves, ensayaba con los llamados juveniles de la banda; y el viernes, el ensayo general nuevamente. Casi nada.

Tenía un conocimiento absoluto de la banda, sabía las fortalezas y las debilidades de cada uno de sus músicos y supervisaba la escuela de música controlando las clases y los resultados. Recuerdo muchas tardes de estudio en el llamado “pasillo verde” (los músicos de la Unió saben qué es). Bueno, más que ensayar allí se hacía de todo: charlar, jugar… ¡teníamos doce años! De repente, Don Pablo se presentaba de improviso y aquello cambiaba, se instauraba el orden en cuestión de segundos. Sin ningún tapujo, se sentaba a nuestro lado y nos hacía tocar las lecciones o los pasajes de las obras, ¿se imaginan la situación? Y así pasaban los días y los años.

Con esta intensidad de trabajo, control y acierto, los resultados no tardaron en llegar: éxitos en los certámenes, en la proyección por todo el mundo, en el refuerzo del liderazgo del maestro en su sociedad al que se le llegó a tener una absoluta devoción. Y con ello asistimos a una de las etapas más brillantes de la historia de la Unió Musical de Llíria, en la que él tuvo un mérito indiscutible junto a los músicos y los directivos que le acompañaron y confiaron en su liderazgo, todos ellos también responsables de estos triunfos.

En definitiva, un maestro como los de toda la vida que supo bajar a la arena para trabajar desde la base y formar su propia banda. Como director, no añadiré nada que no sea conocido: Su excepcional elegancia y su gran capacidad artística. Por esto y por mucho más, es una figura imprescindible de la historia musical valenciana de los últimos tiempos. Este artículo poco puede añadir a lo que ya es conocido por todos.

Los tiempos han cambiado y, con ellos, las competencias que los directores actuales requieren para dirigir nuestras bandas de música. Pero hay cosas que nunca cambian y que siempre son la antesala del éxito: El trabajo, la pasión y la determinación. A Don Pablo nunca le ha faltado nada de todo esto.

Son muchas las vivencias y las anécdotas que guardo de esta etapa, ya que su ascendencia sobre los músicos jóvenes de aquella época va más allá de lo meramente musical para formar parte de nuestros recuerdos y vivencias. Esto es exactamente lo que quería resaltar, la suerte que tuvimos muchos jóvenes de muchas generaciones, gracias a nuestras sociedades musicales, de tener la oportunidad de compartir nuestra etapa formativa con personas de esta grandeza. Una vez más, asistimos al milagro de nuestras sociedades musicales.

¡Gracias al maestro Pablo Sánchez Torrella!

Manuel Tomás Ludeña

El galardón especial irá destinado a Manuel Tomás Ludeña por su larga trayectoria como docente y profesional

Levante-Emv | Sagunt 01.10.2019 |

Los ganadores de la quinta edición de los Premios Orpheo de la Música ya han sido escogidos por La Junta Comarcal de las 12 Sociedades Musicales Federadas del Camp de Morvedre pertenecientes a la FSMCV. Los galardonados serán comunicados durante la gala, que tendrá lugar el 27 de octubre en el Auditorio Joaquín Rodrigo.

La V Gala de la Música del Camp de Morvedre acogerá este acto, que se encuadra dentro de la Campaña de Actividades Comarcales de la FSMCV y está diseñado para aumentar los lazos de unión entre las bandas y servir de homenaje conjunto a toda su actividad musical. Además de realizarse la entrega de premios, en la Gala actuarán tres de las bandas de la comarca la Juventud Musical Verge de l’Estrella de Gilet, la Unión Musical Porteña y la Societat Juventut Musical de Faura.

El Premio Orpheo Especial 2019 se entregará a Manuel Tomás Ludeña FSMCV, en honor a una trayectoria docente y profesional que le ha convertido en todo un referente dentro del mundo cultural y educativo valenciano y que también le ha llevado a desempeñar diferentes cargos en la administración pública.

El acto se cerrará con la interpretación del pasodoble “30 Años de Nuestras Bandas” del compositor Juan Bautista Meseguer, que también estará presente en el auditorio. Este pasodoble se compuso en homenaje al programa de radio “Nuestras Bandas de Música”, que recientemente celebró sus 30 años en antena; una conmemoración a la que las bandas de la comarca también quieren sumarse.

Por Manuel Tomás LudeñaDirector Académico de Esmar, Profesor de oboe, exdirector del Conservatorio Profesional de Música de Torrent y exsecretario Autonómico de Educación y Formación.

Fuente del artículo: Nuestras Bandas de Música

Que las sociedades musicales valencianas son también un motor de desarrollo económico en la Comunitat Valenciana es algo totalmente aceptado.

Sobre todo a partir de los trabajos e investigaciones del profesor Pau Rausell, que ha analizado con rigor y acierto este fenómeno.

A los increíbles beneficios educativos, culturales y sociales que aportan estas entidades tan singulares, añadamos otro más: la prosperidad económica y la empleabilidad de los músicos valencianos. La realidad se muestra ante nuestros ojos meridianamente clara. El primer elemento de profesionalidad que nuestras sociedades musicales incorporaron fue la figura del maestro/director.

Las referencias a la remuneración de estos profesionales aparecen desde el mismo momento en que surgieron las sociedades musicales allá por el siglo XIX. O bien un músico más aventajado o bien recurriendo a la contratación de alguien externo, se ha  remunerado siempre, más o menos, a un director. El hecho es que, en la actualidad, tenemos más de 500 profesionales obteniendo ingresos importantes por su labor al frente de la dirección artística de las sociedades musicales.

Es difícil encontrar un territorio donde las oportunidades para estos profesionales sean tan grandes. Y estos ingresos no proceden directamente de las arcas públicas.

Siguiendo con este análisis, las sociedades musicales buscan la excelencia y la calidad de sus directores musicales conscientes de lo mucho que hay en juego. Son mano de obra altamente cualificada que tienen importantes responsabilidades. Se acepta que deben tener una importante remuneración, algo que no han conseguido, por ejemplo, los directores de las escuelas de música. Pero esto es otra historia.

Durante bastante tiempo, la mayoría de estos directores no han tenido una formación específica, muy pocos han cursado y obtenido la titulación de Dirección. Su formación había sido autodidacta, comenzaron dirigiendo bandas modestas, adquiriendo experiencia, prestigio y obteniendo sobre todo resultados. Los triunfos en los certámenes competitivos eran la credencial más importante para seguir mejorando el estatus. A todo ello ayudó y ayuda la categorización de nuestras sociedades musicales en función de la cantidad de plazas de músicos y la asignación a las diferentes categorías de los certámenes. Una estratificación que visualiza claramente una carrera vertical para nuestros magníficos directores.

Así, un director de la Sección de Honor (o sea Llíria, Cullera, Buñol y algunas más) será de una gran categoría, por norma general. Los directores que empiezan deberán dirigir bandas de música de categorías inferiores. ¡Qué sistema más natural, espontáneo y tremendamente efectivo hemos creado, casi sin darnos cuenta! Los milagros siempre aparecen cuando se trata de nuestras sociedades musicale

Muchos de los grandes directores valencianos se iniciaron profesionalmente trencant la mà con nuestras bandas. Nombres como los directores de la Banda Municipal de Valencia Pablo Sánchez Torrella, Rafael Sanz Espert y afamados directores de orquesta como Manuel Galduf, García Navarro, Cristóbal Soler, Álvaro Albiach, etc. tuvieron en nuestras bandas magníficas plataformas para el aprendizaje práctico de su profesión. Empezaron por las bandas más modestas, continuaron con las más “importantes” para posteriormente dar el salto a la profesionalización. Esto lo hacen en Alemania o en Venezuela y todavía no habríamos parado de aplaudirles, pero lo hacemos aquí y todo parece muy natural, como si no costara nada. ¡Ya sabemos cómo somos!

Durante mucho tiempo, estos directores eran a su vez profesionales de bandas, orquestas y conservatorios que, pluriempleados, obtenían unos ingresos extra. Otros, por el contrario, dirigían varias bandas más modestas lo que les permitía vivir con cierta solvencia. En definitiva, todo un nicho de empleabilidad muy importante.

Pero jamás hicimos nada para formar adecuadamente a estos profesionales ni siquiera ajustar sus competencias a las necesidades de los empleadores (los responsables de las sociedades musicales). Incomprensiblemente, nuestros conservatorios públicos jamás han incorporado estudios reglados de dirección de banda. Ni nadie hemos diseñado itinerarios formativos que enseñen a estos directores, no solo la técnica general de dirección, sino también a sacar el máximo rendimiento trabajando con voluntarios, a dirigir y coordinar una escuela de música, a entender el funcionamiento de una sociedad musical. En resumen, a ejercer con excelencia y éxito la dirección musical de nuestras sociedades musicales.

Y la verdad es que nos hemos regulado bastante bien, aunque el modelo admite importantes mejoras. Nos encontramos ante otra historia clara de éxito: la formación de magníficos profesionales de la dirección que tuvieron en nuestras modestas sociedades musicales una oportunidad de prepararse de manera intuitiva pero tremendamente práctica.

Ha llegado la hora de que mejoremos esta situación, de que articulemos importantes acciones de formación colaborando todos juntos y potenciando el modelo. Si formamos mejor a estos directores, los auténticos líderes de nuestras sociedades, mejorarán nuestros proyectos, la calidad artística de nuestras agrupaciones, el clima organizativo, etc. Y también evitaremos conflictos. No nos engañemos, cuando el maestro no actúa bien, la fricción de poder con la junta directiva o con los mismos músicos origina la crisis del proyecto y la división. Por ello, hay mucho en juego.

En definitiva, los músicos valencianos tienen, en el ámbito de la dirección, una magnífica oportunidad para desarrollar una carrera profesional sostenible, bien remunerada y con importantes alicientes de prestigio y de promoción personal. El carisma de muchos ellos les acaba convirtiendo en auténticos mitos en algunos casos. Pregunten en Llíria por los maestros Malato y Varela, o en Benaguasil por el maestro Peñarrocha, o en Manises por el maestro Micó. La lista es interminable.

Formemos a estos profesionales de manera adecuada y tomemos conciencia todos de la oportunidad de desarrollo y de empleabilidad que esto representa en nuestra Comunitat y en toda España. ¿No es maravilloso?