Un escalón más en la búsqueda de la solidaridad y de la justicia social, que ha sido desde siempre la alternativa a la exclusión sistemática de los más débiles”

La fortaleza de una sociedad avanzada se mide, entre muchos indicadores, por cómo atiende al colectivo de personas que presentan dificultades y por cómo elimina paulatinamente cualquier tipo de discriminación.
En el terreno educativo, nuestro país ha experimentado espectaculares avances para conseguir una escuela inclusiva, gracias a los esfuerzos compartidos de administraciones y poderes públicos, de los centros educativos y del profesorado. Además, disfrutamos de una legislación muy avanzada y, aunque queda mucho por hacer, el sistema educativo español es uno de los más inclusivos.
Por todo ello, podemos afirmar sin temor a equivocarnos que la atención al colectivo del alumnado que presenta necesidades específicas de apoyo educativo se ofrece aquí con muchas garantías y con éxito.
Sin embargo, los centros que imparten enseñanzas de música tienen por delante un importante recorrido; hablamos de los conservatorios y, sobre todo, de las escuelas de música.
La atención a la diversidad en los conservatorios de música presenta una dificultad añadida. Son por definición unos centros que tienen la misión de garantizar la cualificación de los futuros profesionales de música. Para su ingreso se exigen pruebas de conocimientos y aptitudes y existen unos límites de permanencia para asegurar que el elevado esfuerzo económico que supone su mantenimiento sea aprovechado por el alumnado.
Por todo ello, la atención a la diversidad en los conservatorios tiene por delante el reto de armonizar la obligada inclusión educativa con la finalidad profesionalizadora propia de las enseñanzas de música tal como se establece en nuestra legislación. Ahora bien, esa dificultad nunca puede entenderse como una excusa para no avanzar en este terreno. En la Comunitat Valenciana, el Decreto 158/2007 que regula el currículo oficial de las enseñanzas profesionales de música define un marco normativo muy claro. Aunque una cosa “es predicar y otra dar trigo”, ya se sabe.
En este sentido, tenemos el ejemplo exitoso del Conservatori Professional de Música de Torrent que implantó en 2004, y todavía sigue en funcionamiento, el programa Tots músics, tots diferents, un proyecto educativo que permite la escolarización de alumnado que presenta necesidades educativas especiales en las enseñanzas elementales de música. Una iniciativa ampliamente premiada por el Ministerio de Educación (en dos ocasiones), Ajuntament de Torrent, Fundación de Ayuda contra la Drogadicción, BBVA, etc.
Pero cuando se trata de avanzar, las escuelas de música tienen todavía mucho que decir. Son, sin lugar a dudas, los centros mejor posicionados para desarrollar esta importante labor. A diferencia de los conservatorios, las escuelas de música tienen como misión ofrecer una amplia y variada oferta no reglada de formación musical al conjunto de la ciudadanía con independencia de sus aptitudes, expectativas y edad.
Poder educativo y sociabilizador
El poder educativo y sociabilizador de la música está fuera de cualquier duda, no hace falta incidir en este tema tan conocido por todos. Además, la práctica musical está ligada desde siempre a la discapacidad, ejemplos de grandes músicos con algún tipo de hándicap los tenemos a montones.
Para ello necesitamos actuar en varios frentes. El primero, la formación de los responsables y de los equipos directivos de las escuelas de música para que sean capaces de mejorar sus proyectos educativos incorporando planes de atención a la diversidad y, muy necesario, para que sean capaces de liderar los procesos de cambio que se exigen.
En segundo lugar y posiblemente el ámbito más importante: la formación del profesorado responsable directo de la docencia. Aquí hay una importante brecha que hay que salvar. La formación inicial del profesorado de música en nuestro país no ha sido la más adecuada, más bien al contrario. De hecho, todos aquellos compañeros/as que han asumido este reto lo primero que manifiestan de manera prácticamente unánime es la falta de formación para avanzar en la inclusión educativa. Aquí cualquier esfuerzo es poco, ya que se requiere un cambio de paradigma difícil de lograr: pasar de un escenario donde atendemos a alumnado con elevadas aptitudes a otro donde desde el inicio se van a realizar diferentes adaptaciones. Un giro copernicano en las prácticas docentes habituales. No es fácil.
Así y todo, se trata de una idea muy estimulante y cada vez más atractiva. Son muchos los centros que están tomando esta iniciativa y reclaman y organizan actividades formativas para impulsar proyectos inclusivos. El Conservatori de Torrent recibe una gran cantidad de peticiones de ayuda de otros centros interesados en seguir este ejemplo.
Las sociedades musicales valencianas han aportado históricamente grandes beneficios sociales. Integraron masivamente al colectivo proveniente de la inmigración nacional allá por los años 60 del siglo pasado (un fenómeno pendiente de estudiar con más profundidad). También fueron los primeros en incluir a la mujer en su dinámica ordinaria. Hoy en día, hay más mujeres que hombres estudiando música en los conservatorios y tocando en nuestras bandas. Todo indica que el reto de la inclusión educativa, si se plantea como estrategia, puede ser asumido y logrado en pocos años.
Me comentaba recientemente la exconsellera de Educación, María José Catalá, su satisfacción al conocer la existencia de un grupo de aficionados de música rock formado por afectados de Parkinson. Se llaman La Desbanda y es, por lo que he podido ver en Internet, una iniciativa increíble. Llevan ya bastante tiempo funcionando y han hecho grabaciones. Ellos afirman que sus vidas han experimentado un cambio espectacular. De eso se trata, ni más ni menos. Sobran las palabras; poder, se puede. ¿Alguien se apunta?
Manuel Tomás es profesor de oboe en el Conservatorio de Torrent y exsecretario autonómico de Educación y Formación. 
 
* Opinión publicada en el periódico Las Bandas del mes de febrero.