Si fuera araña… [A propósito de la música de Johann Sebastian Bach]

Rodaba camino al conservatorio cuando escuché una frase en la radio que dilató mis pupilas:

“A las arañas les gusta Bach”.

Llegué tarde pues no alcancé a escuchar su contexto, pero fue inevitable. Inmediatamente mi cerebro, prendado por tan ocurrente máxima, urdió dos hilarantes imágenes en primera persona y en mi tonalidad preferida, do menor.

En la primera imagen sentí el paralelismo entre el tejido de la meticulosa tela y la red polifónica de la fuga BWV 871 en Do menor:

Motivo: tres milímetros; respuesta: dos milímetros ¡Una tela mutante! Un divertimento interno atraerá a las moscas y las dos puntadas perpendiculares que siguen crearán la exposición perfecta. Pero soy una araña muy sensible, dejaré caer un becuadro a modo de guiño, que igual me sale novio.

Sigo tejiendo… sigo tejiendo… dos vueltas en do y una vuelta en fa, esto va tomando forma. Me empieza a rugir el estómago, merezco una pausa para tomar el té al sol. Pero, ¡raudo! Vuelta al trabajo que aún queda mucho por hacer.

¡Qué estrés! ¡qué estrés! Se me estrechan las ideas y los hilos trenzan en entrópica textura: Del derecho, al doble y del revés, y vuelta a estrechar girando como una noria por el círculo de quintas.

¡No pares, no pares! Me increpo y, mareada, vomito desmesurada la seda, con la voz grave y profunda: TRES MILÍMETROS, DOS MILÍMETROS. Soy una araña sensible, que está a punto de caer de culo sobre una digestiva tónica.

No, no he terminado. Se me enredan las hebras, se trenzan, se enmarañan… ¡Sorpresa! ¡Qué bonito diseño! A la primera, a la quinta, a la cuarta, del derecho y del revés, me deslizo de arriba abajo y me quedo suspendida, disminuida, a las siete…

Necesito terminar… de norte a sur arpegio mis sedosas cuerdas invocando sostenida al astro Sol. Creo que hoy he cumplido mi misión. Me sentaré con mi tónica y decidiré si sentirme menor o mayor, pura picaresca.

En la segunda imagen evoqué cómo nuestra amiga teje su tela a ritmo de danza mientras escucha la Partita nº 2 BWV 826, en Do menor:

Calentemos motores, quiero bailar. En un estado grave de concentración, hago mi solemne entrada al salón donde he localizado el lugar ideal para mi nueva tela. Agilizo el paso, mi binario caminar duda entre cuatro pasos rápidos o dos lentos. Al fin y al cabo, en su conjunto las moscas sólo me perciben caminando, aún no tienen miedo, hasta que alcanzo los rayos del sol y salen a la fuga.

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Johann Sebastian Bach – Partita II c-Moll, BWV 826 – Sinfonia [Glenn Gould, piano – 1959]

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Comienzo a tejer las progresivas ruedas creando un Todo que es más que la suma de las partes.

Primera rueda: Allemande. Me mantengo firme y decidida, danzo con pasos cortos pero serenos, con la sabiduría de quien trenza armónica polifonía, incluso cuando la presa hace trinar la bella red antes de ser acabada.

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Johann Sebastian Bach – Partita II c-Moll, BWV 826 – Allemande [Glenn Gould, piano – 1959]

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Segunda rueda: Courante. Contrasto sonriente en un baile diverso de pisada firme, sinuoso y oscilante entre la agilidad y el sosiego. Un equilibrio que calcula la vibración óptima, muy sensible al titilar que disminuye las penas… Y el hambre.

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Johann Sebastian Bach – Partita II c-Moll, BWV 826 – Courante [Glenn Gould, piano – 1959]

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Tercera rueda: Sarabande. Mis patas danzan con rigor y delicadeza, sin prisas, como el calor andaluz. Es sensualmente perfecta para atormentar a las ingenuas presas a la de una, a la de dos y a la de tres.

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Johann Sebastian Bach – Partita II c-Moll, BWV 826 – Sarabande [Glenn Gould, piano – 1959]

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Cuarta rueda: Rondeaux. Me siento hedonista girando como una noria, a riesgo de quebrar el peligroso filamento tan necesario para mi subsistencia, saltando arriba y abajo con mis tacones rojos.

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Johann Sebastian Bach – Partita II c-Moll, BWV 826 – Rondeaux [Glenn Gould, piano – 1959]

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Quinta y última rueda: Capriccio. Casi he terminado la tela, la adrenalina se refleja en mi rostro que irradia felicidad. Ya no se qué es arriba y qué es abajo, danzo de un lado para otro, bailo de puntillas en ocho cortos pasos en los que en ocasiones reconozco ideas de ruedas pasadas.

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Johann Sebastian Bach – Partita II c-Moll, BWV 826 – Capriccio [Glenn Gould, piano – 1959]

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Me siento mareada de tanto girar y girar, con dolor de rodillas de tanto saltar y saltar. Sólo me viene un pensamiento a la cabeza: me merezco otra tónica en el sofá.

Ahora comprendo, sin duda alguna, por qué a las arañas les gusta Bach.

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Silvia Olivero Anarte

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