Si nos acogemos a la definición más convencional de la palabra “música”: sucesión de sonidos ordenados en el tiempo (Oxford Dictionary), a priori es indudable que es una explicación correcta y categórica, pero al mismo tiempo es simplista. ¿Las experiencias musicales se completan con las emociones producidas solamente por esos sonidos? ¿No necesito ningún elemento más? ¿Sólo puedo escuchar?

Escrito en diapason – 2 diciembre, 2021

Entre los años 60 y 70 surgió un nuevo tipo de arte escénica aplicable a otras disciplinas artísticas: la performance. Dentro del ámbito musical, la performance incluye como medio de expresión los sonidos a parte del dramatismo, creando así una dependencia interdisciplinar en la que la música no se entendería sin la actuación y la actuación no se entendería sin la música. Con el paso de los años, este concepto ha ido evolucionando, creando distintas variantes como el teatro musical o la música para medios audiovisuales.

Como todos podemos saber, en esta última década ha habido un boom en el uso de las nuevas tecnologías debido a su abaratamiento y al desarrollo de una cultura audiovisual en la sociedad actual. Como consecuencia, gran parte de los compositores actuales (jóvenes y no tan jóvenes) se ven atraídos e interesados por utilizar las herramientas del humano contemporáneo para la creación de sus obras, alejándose en cierta parte del instrumento tradicional. De esta forma, resolviendo las cuestiones anteriores, tanto creador como intérprete como oyente se ven sumergidos en una experiencia artística que va más allá de lo sonoro; necesitamos una imagen, un vídeo, un espacio para poder dar sentido a la escucha. Por lo tanto, no sólo escuchamos, como diría Michel Chion, compositor francés, en su libro L’audio-vision (1993): “estamos audioviendo”.

Además, este concepto se puede llevar mucho más atrás en el tiempo sin necesidad de acogernos al arte multimedia. En otros contextos como, por ejemplo, un concierto de piano de música clásica parece una obviedad que el único elemento para conseguir el deleite sea el sonido porque este tipo de obras no necesitan ningún apoyo adicional, pero esto no es del todo cierto. Cuando escuchamos, nos vemos obligados a crear imágenes en nuestra cabeza que nos acompañan en esa sucesión de sonidos, el espacio en el que nos encontramos también es determinante para producir más o menos emoción. Por otro lado, es un factor importante la gestualidad del intérprete, que nos va a ayudar a entender mejor la dirección musical. Este concepto se describe muy bien en el libro El gesto expresivo del pianista: “La gestualidad potencia el canal de comunicación, el flujo de emociones y sensaciones que se establece entre el intérprete y el público, un proceso mágico que se puede denominar el espíritu del directo” (Albert Nieto, 2016). Por medio de las grabaciones, una canción, una obra nos produce distintas sensaciones según el lugar y el estado anímico en el que nos encontremos. Reafirmando lo anterior, no sólo estamos escuchando, estamos audioviendo. El ser humano está en constante pensamiento, necesita ver para poder escuchar y viceversa.

Por otro lado, los compositores desde aproximadamente el siglo XIX hasta la actualidad tienen la necesidad de reflejar su individualidad, con mayor o menor grado, en sus obras y, para ello, se aferran a algo más grande para determinar sus emociones personales y hacerla, en la medida de lo posible, más entendible y cercana al oyente. Es decir, buscan recursos más allá de lo sonoro, como un poema o un texto, un cuadro, una historia, una imagen o un vídeo. Por estas razones, el compositor actual ve cada vez más complicado escribir música totalmente pura, teniendo a su fácil alcance tantos recursos, elementos u otras disciplinas artísticas con las que poder coger ideas y trabajar en sus creaciones. Esto no sólo se puede referir a los compositores, todas las personas necesitamos apoyarnos en algo mayor a nosotros para evolucionar y moldar cada vez más concretamente la respuesta a quién soy yo.

Para terminar, me gustaría decir, en relación a la temática del artículo, que una de las cosas más mágicas de la composición es el de poder transmitir, mediante los sonidos ordenados en el tiempo, un mayor grado de emoción sobre los actos más mundanos, afirmando que existen. Escribir sobre algo que no suena, pero se siente.

 

Juan Manuel Palao Pérez