Ayer estuve en casa del fundidor y encargué una cadena. ¡No te alejes de mí! Una cadena. Y estuve toda la noche llorando porque me dolían las muñecas y los tobillos y, sin embargo, no la tenía puesta.”
Federico García Lorca, El público (1930).
Quien conoce la música (¿contemporánea?) de los siglos XX y XXI se hará una idea aproximada de lo que puede contener este artículo. Pero, para quienes no sepan a qué me refiero, me voy a aventurar a explicar el término. Al tratar de describirlo, me dejaré muchas músicas en los márgenes e incurriré en (pretendidas) ambigüedades, pero espero no ser demasiado criticada por ello. Habrán podido imaginar, por mi precaución, que se trata de un tema no exento de polémica.
Por música contemporánea de los S. XX y S. XXI nos referimos, en un ámbito musical relativamente académico, a esa música compuesta durante estos siglos (hay quienes la sitúan especialmente a partir de la Segunda Guerra Mundial; otros a partir de 1945, fecha de la muerte del compositor Anton Webern, al que muchos consideran su precursor) y con cierta intención de vanguardia y de cambio. Habrán notado que no he querido mojarme mucho. Se hace prácticamente imposible delimitarla más porque, si por algo se caracteriza, es por la multitud de estilos, corrientes estéticas y de pensamiento, etc. que se suelen cobijar bajo este término paraguas.
Algunas de estas músicas, en ocasiones, son complejas y difíciles de entender para algunos oídos poco acostumbrados. O eso se dice. Otros, sin embargo, piensan que la música no ha de ser entendida, sino escuchada y/o vivida. Yo les voy a proponer un breve viaje por estas músicas de la mano de Lorca, poeta en el que muchos compositores relativamente recientes se han inspirado para crear sus propias obras. Si no están acostumbrados a escuchar estas músicas estoy (casi) segura de que les soprenderá. Por otra parte, quienes estén un poco más familiarizados con estas músicas, estoy (casi) segura de que les apasionará este viaje. Juzguen ustedes mismos. Allá vamos.
En 2012 el entonces director artístico del Teatro Real de Madrid, Gerard Mortier, encargó a Mauricio Sotelo (Madrid, 1961) una ópera sobre la obra El público de Lorca. Cuenta el propio Sotelo que cuando Gerard Mortier la habló de ella le dijo “amo esta obra, es una obra maravillosa, pero, sinceramente, no la entiendo. Mauricio, tú tienes la misión de revelarnos esta obra maravillosa a mí y a nuestro público”. Finalmente, Sotelo nos reveló esta obra el 25 de febrero de 2015, un año después de la muerte de Mortier, con libreto de Andrés Ibáñez y dirigida por Pablo Heras-Casado. Contó con un variado reparto en el que encontramos a Andreas Wolf, Arcángel, Jesús Méndez, Rubén Olmo, Thomas Tatz, José Antonio López, Antonio Lozano, Gun-Brit Barkmin, Erin Caves y Isabella Gaudí. La puesta en escena es de Robert Castro y la escenografía de Alexander Polzin. Musicalmente hablando, en esta obra el compositor mezcla la orquesta con sonoridades electrónicas; todo eso fusionado con el flamenco, ámbito en el que, según sus propias palabras, lleva investigando más de 25 años. Esto aparece explícitamente representado por los caballos (que simbolizan la pulsión sexual), interpretados por dos cantaores y un bailaor.
Cristóbal Halffter (Madrid, 1930), compositor al que le debemos la magnífica frase “en el arte la imaginación y la sensibilidad no basta, hace falta una técnica”, recogida en la serie documental “Imprescindibles-Cristóbal Halffter, libertad imaginada”, también compuso inspirándose en el poeta. Destacamos Elegías a la muerte de tres poetas españoles (1975), que consta de tres movimientos, el primero la elegía a Antonio Machado, el segundo a Miguel Hernández y el tercero a Federico García Lorca. En este último movimiento, de una fuerza sobrecogedora, para una enorme orquesta donde destaca la fuerza de los metales, Halffter emplea la aleatoriedad controlada, que es una manera de componer en la que el compositor realiza una propuesta más o menos abierta, dejando una parte del resultado final al azar, generalmente otorgándole ciertas licencias a los intérpretes. Cuenta que cuando la dirigió con la Orquesta Filarmónica de Berlín y les explicaba a los intérpretes que tenían que tocar de manera independiente uno le dijo: “maestro, llevamos 250 años intentando tocar juntos y usted nos pide ahora que toquemos separados, pues nos va a costar”.
En otra obra Halffter también se inspira en algunos versos de Lorca. Esta es su segundo concierto para violonchelo No queda más que el silencio (1885). Donde los tres movimientos de los que consta la obra se titulan con versos del poeta: “I. El grito deja en el viento una sombra de ciprés”, “II. Vine a este mundo con ojos y me voy sin ellos”, “III. Si muero, dejad el balcón abierto”.
Pero no solo compositores españoles han encontrado una fuente de inspiración en Lorca. Destacan en este ámbito Luigi Nono (Venecia 1924- Venecia, 1990) y George Crumb (Charlestone 1929).
El italiano compone sus Epitafios a Federico García Lorca entre 1951 y 1953, obra que consta de tres movimientos: “I. España en el corazón”, “II. Y su sangre ya viene cantando” y “III. Memento. Romance de la Guardia civil española”, está escrita para orquesta, voces solistas y coro. En el primero de ellos toma un texto de Pablo Neruda, pero en el segundo y en el tercero se basa en textos del propio Lorca. El segundo movimiento se titula con un verso del poema “Llanto por al muerte de Ignacio Sánchez Mejías” y el tercero toma el texto del poema homónimo.
George Crumb, compositor estadounidense, ha tomado en muchas ocasiones textos que reproduce explícitamente en sus obras, plasmando en estas obras, además, rasgos característicos de la música española como el uso de voces de cantaores y arabescos. Como obras más representativas en las que emplea textos del propio Federico podemos destacar: Night of the four moons (1969), Ancient voices for children (1970), Federico’s little songs for Children (1986). Obras de cámara construidas cuidando cada detalle, desde las relaciones formales, de los gestos, de los intervalos hasta las cualidades tímbricas de cada sonido y del propio texto lorquiano.
Los textos de Lorca reflejan una sensibilidad sublime y especial y eso ha sido, en términos generales, lo que los diferentes autores que se han inspirado en él han tratado de inducir a sus obras, aunque cada uno con un estilo diferente.
Esther Pérez Soriano.