6 abril, 2020 Escrito por diapason

La historia de un pueblo está íntimamente ligada a su cultura, y como consecuencia a todos aquellos movimientos culturales y a todas aquellas personas que les han dado vida en el transcurso de los años.

De todos ellos, unos pasan y otros perduran. Puede que, con mayor vocación, difusión o dedicación, porque hayan calado profundamente en las gentes, dejando al margen trivialidades y enfrentamientos personales, pero en el fondo todos se recuerdan. Y seguramente, el más unido al sentir común de todos los pueblos y que ha conseguido salir adelante a pesar de la falta de medios con la que normalmente se contó a lo largo de la historia hayan sido las bandas de música.

Hoy en día, echamos la vista atrás y recordamos, gracias a nuestras experiencias o a lo que nos ha llegado por nuestros antecesores, los inicios de aquellas bandas de música que hoy se enorgullecen de su evolución y de la posición que ocupan dentro de su entorno, tanto en lo cultural como en lo social.

Porque eso al fin y al cabo fue, es y será la labor primordial de una agrupación musical: la contribución cultural que aporta dentro de la sociedad en la que se mueve. Una aportación cultural ligada a esa evolución que va desde aquellos bailes de finales del siglo XIX hasta esos certámenes de hoy en los que la competitividad se acrecienta buscando ese punto de calidad que todos deseamos y que, no nos engañemos, no existía en sus comienzos.

Unos inicios en los que dichas labores pasaban por ser capaces de interpretar una única marcha de procesión en el día grande de la festividad local y como no, el himno nacional y algún que otro pasodoble. Así transcurría el devenir de nuestras bandas, entre esa procesión y esos bailes-vermut que en la época se hicieron populares y que, seguramente constituían el acontecimiento social más importante en tal o cual fiesta.

Pasan los años y la evolución que sufren las antiguas bandas de música es leve. Como es de suponer, el aprendizaje de la música era bastante complicado, primero por la falta de medios y después por la poca educación de la que lamentablemente gozaban los niños que asistían a ella. La inmensa mayoría trabajaban en las labores del campo y no tenían demasiado tiempo para aprender siquiera a leer lo suficientemente bien.

Con más paciencia que tiempo y trabajando muchas veces sin acierto, los antiguos “maestros” se dedicaban a impartir las clases a los chavales que entonces comenzaban su andadura en el mundo de la música. Podemos suponer que los conocimientos que en cuanto a lectura y escritura tenían eran bastante escasos, llegando incluso a veces a ser totalmente nulos, sobre todo en muchos medios rurales de principios del siglo XX.

Acaba la guerra civil y es así como en la mayor parte de las pequeñas poblaciones de España continúan esas labores de enseñanza musical, entre maestros poco acertados en la docencia y alumnos muy poco preparados para ese aprendizaje. Unos alumnos que en la mayor parte de los casos utilizan las clases de música como vía de escape a las labores diarias de trabajo duro en tal o cual faena y que, seamos realistas, no a todos les llega a despertar verdaderamente la afición.

Para los más espabilados surgieron ideas en momentos concretos que, con mayor o menor acierto, les hizo embarcarse en proyectos que hoy en día serían incluso rechazados por los más puristas, pero que en la época fluctuaron con gran atino. Fue esa gran época de las orquestas.

Unas orquestas que nacían de las ganas de tocar de muchos de esos alumnos y de las necesidades de dar otro aire a las fiestas o acontecimientos. Orquestas formadas por músicos de pueblo que despuntaban algo más de lo normal por encima del resto y que no tenían ese miedo escénico a la hora de ponerse delante de un público que, con toda probabilidad, no estaría muy lustrado a la hora de criticar la calidad de cualquiera de sus interpretaciones. Orquestas que se ocupaban de amenizar esos bailes en salones o en plazas por las festividades locales. Orquestas que fueron la envidia de muchos, pues no todos estaban en condiciones de poder llegar hasta ahí, pero que en muchos casos supuso la pérdida de muchos de los mejores músicos con los que se contaba en la época y, por ende, la pérdida en algunos casos hasta de esas Bandas de Música que les vio nacer y que, debido a su ausencia, llegaron incluso a desaparecer.

Fueron años duros para muchas de esas bandas. Unas bandas que subsistieron de mala manera y que, en la mayor parte de los casos, estuvieron eclipsadas por otras agrupaciones musicales de inferior nivel que aparecían por aquel entonces, pero que daban el mismo o incluso mejor resultado a la postre.

Hasta que por fin volvió el resurgir. De repente una creciente tendencia a recuperar lo habido y por supuesto a mejorarlo (ni que decir tiene lo que benefició en su momento la creciente mejora de la economía de nuestro país), hace que en muchas poblaciones se planteen el buscar nuevos “maestros de música”. Ahora ya sí, mucho más ilustrados y con iniciativas y proyectos de futuro. Maestros realmente preparados para impartir clases de música a alumnos realmente preparados para recibirlas. Una sociedad que ha evolucionado culturalmente y que ve esa banda de música como un gran proyecto social y de futuro. Un futuro que en un principio solo pasaba por esa recuperación de lo artístico que había, pero que evolucionó y se convirtió en el inicio de lo que hoy en día somos y tenemos. Una gran Banda de Música.

Porque eso es lo que hoy en día tenemos todos… Una gran Banda de Música. Hoy en día nos enorgullecemos de nuestras bandas. Da igual la calidad en muchos casos, porque nuestra banda siempre será la que más alegrías nos dará. La que mejor representará a nuestro pueblo cuando viaje a otros lugares. La que luchará por ganar éste u otro certamen. La que, generación tras generación, convertiremos en nuestra.

Ojalá que nuestros músicos de hoy y de mañana sepan apreciar el trabajo y el gran esfuerzo que para muchos de nuestros antecesores supuso el arrancar nuestra “gran Banda de Música”. Esa Banda que es nuestra pero que, en muchos casos, no sabemos de dónde nació o cómo surgió. Esa Banda que empezó con el tesón de maestros y alumnos que hacían solo lo que buenamente podían y a la que hoy accedemos sin problema alguno solo por el hecho de intentar llegar a ser algo dentro de la música, con profesores perfectamente cualificados y con materiales y medios económicos que con suerte nos dejarán llegar hasta donde nosotros queramos llegar.

Javier Calderón Zamorano

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