“Es durante los momentos más oscuros cuando debemos centrarnos para ver la luz”.
Aristóteles
Vivimos un momento extraordinariamente complicado. La crisis mundial del Coronavirus está suponiendo una tragedia humana de enormes dimensiones. En apenas unos pocos días, nuestras costumbres y rutinas laborales y personales han quedado totalmente rotas. Las medidas de restricción de los flujos de personas y el obligado confinamiento en los domicilios particulares han creado una imagen jamás imaginada ni siquiera en las películas de ciencia ficción.
En la Comunitat Valenciana, además de las restricciones comunes al resto del país, se da la especial circunstancia de que han coincidido con la celebración de la festividad de las Fallas, un evento identificativo de Valencia mundialmente conocido.
Los valencianos estamos padeciendo, además de la tragedia de la pérdida de vidas y de las consecuencias de la suspensión económica, un impacto emocional provocado por la anulación de nuestra fiesta más universal.
Acostumbrados a vivir con intensidad y júbilo las multitudinarias mascletaes, los vistosos fuegos artificiales y el grandioso espectáculo sonoro de la música por nuestras calles, de repente asistimos atónitos a las calles vacías, los monumentos falleros sin exhibirse y los músicos valencianos recluidos en sus casas sin poder animar con música y fiesta nuestras calles. Un auténtico desastre.
Pero en las situaciones más difíciles la capacidad de reacción y de superación de los seres humanos acaba aflorando. La sociedad valenciana está dando una respuesta cívica y disciplinada a esta situación complicada, desde el heroísmo de los profesionales de la sanidad hasta la actuación del conjunto de profesionales y trabajadores de los sectores estratégicos que se mantienen “al pie del cañón”.
Y no solo eso, además de estas muestras de fortaleza y de solidaridad, también aflora la creatividad y la originalidad de los sectores artísticos y, ¡cómo no!, de los músicos valencianos, cuya fuerza creadora ha acabado fluyendo en el día de la festividad valenciana por excelencia: Sant Josep.
Gracias a una magnífica iniciativa de la Federació de Societats Musicals (FSMCV), millares de músicos valencianos se han asomado a las calles, desde balcones y terrazas, para entonar un canto a la esperanza, para clamar con música que seguimos vivos y con fuerza para continuar. Por unos momentos, todos estos músicos nos han hecho olvidar esta difícil situación. Y nos han recordado varias cosas, una ya conocida: Con música se vive mejor. Aunque estemos confinados entre cuatro paredes, la música nos permite soñar y vivir experiencias de satisfacción personal. Nos ayuda a hacer más llevadera esta tediosa cuarentena. Y no solo eso, la música es un canto a la esperanza, al optimismo y a la alegría en las peores situaciones.
Saldremos más reforzados y seguramente esta experiencia tan dramática nos mejorará a todos. Muchas cosas buenas quedarán en nuestras retinas para siempre. Por encima de todo, las muestras de generosidad y de heroísmo de tantas personas que están en la primea línea de esta batalla. Esperemos que también se recuerde la modesta y simbólica actuación de los músicos valencianos que nos han hecho olvidar por momentos la crisis del Coronavirus y sobre todo nos han dado fuerzas, con su ejemplo, para seguir adelante,
Milagros de la música y, en este caso, una iniciativa acertada y emotiva de nuestro tejido asociativo musical valenciano que, una vez más, ha demostrado estar a la altura de las circunstancias.
¡Gracias por la música!
Manuel Tomás Ludeña