Iniciamos hoy una nueva sección en la revista Diapasón en la que vamos a ir conociendo poco a poco a nuestros “Músicos Yeclanos por el Mundo”, quienes nos contarán su experiencia tanto en el mundo de la música como profesionalmente en cualquier otra actividad.

La idea de esta nueva sección es por lo tanto ir descubriendo a todas esas personas que han formado parte de la Asociación de Amigos de la Música de Yecla, y en la actualidad residen por motivo profesionales, tanto como músicos o en otras profesiones, fuera de nuestra ciudad.

10 marzo, 2022 Escrito en diapason

El primero en visitarnos es el fagotista Ignacio Muñoz Francés:

Nace en Yecla (Murcia) en 1995. Inicia sus estudios musicales de Fagot en la Escuela de Música de la AAMY en 2002. En 2007 accede al Conservatorio Profesional de Música Jerónimo Meseguer de Almansa así como a la Banda Sinfónica de la AAMY. Continúa los estudios superiores de fagot en la ESMUC (Barcelona) donde obtiene el Título Superior de Música en 2017. En 2019 termina los estudios de Máster en la Hochschule für Musik de Detmold (Alemania).

Desde 2007 realiza cursos de perfeccionamiento internacionales con profesores como Mor Biron, Tobias Pelkner, Juan Sapiña, Higinio Arrué, Guillermo Salcedo, Amrei Liebold, Javier Aragó entre otros. Ha sido miembro de la Joven Orquesta de Holanda (NJO), Joven Orquesta de la Comunidad de Madrid, Joven Orquesta del País Vasco, The World Orchestra, es titular en la orquesta del Schleswig-Holstein Musik Festival 2017, Joven Orquesta de Cataluña (JONC), Joven Orquesta Sinfónica de Cantabria (JOSCAN) y ha colaborado además con la Orquesta Sinfónica de la Región de Murcia (OSRM), Orquesta Sinfónica de Barcelona (OBC), Orquesta Sinfónica Camera Musicae, Neue Philharmonie Westfalen, Detmolder Kammerorchester, Nordwestdeutsche Philharmonie, Mendener Kammerphilharmonie y Orchesterzentrum NRW Orchester entre otras. Ha sido Academista en la Gürzenich-Orchester Köln 2019-2021.

Hablar de mi relación con la música es literalmente narrar mi vida. Si estás metido en el “mundillo” sabes que la música es un alimento adictivo, como el azúcar, pero que por mucho que consumas, nunca te sacia del todo (y además no engorda). Algunas veces para bien y otras para mal. Creo que en mi caso la mayoría de las veces ha sido para bien y puedo decir con total seguridad que soy quien soy gracias a la música.

En mi familia ya había una larga tradición musical, así es que como no podía ser de otra forma, mis padres decidieron apuntarme a la escuela de música cuando tenía 5 años, a Música y movimiento. Creo que su propósito era algo así como para que “el nene” se entretenga por las tardes y libere energía, a la vez que potencie un poco sus posibilidades artísticas y creativas (si es que las tiene). Poco a poco, a “Música y movimiento” se le fue borrando el movimiento (y menos mal, porque si no posiblemente el suelo del “Hospitalico” no hubiera aguantado) y las cosas empezaban a ponerse muy pero que muy serias, por lo menos así lo veía el yo de 11 años. Finalizaba el colegio y pasaba al instituto, se acababa la escuela de música y debía preparar las pruebas para ingresar al conservatorio y por si fuera poco, para añadirle presión al asunto, van, y me comunican que ese año ingresaré en la banda… ¡fiesta!.

Creo que hasta este punto mi vida no era demasiado distinta a la de cualquier niño de Yecla, en cierta manera todos más o menos hacíamos cosas parecidas; pero a partir de los 12 años de edad todo empezó a cambiar. Mi vida consistía en: por las mañanas, ir al instituto; por las tardes, al conservatorio de Almansa; dos o tres noches a la semana, a la banda; los fines de semana, conciertos/audiciones/ensayos; durante el verano y periodos de vacaciones, cursos de perfeccionamiento musical tanto dentro como fuera de España…pasaba más tiempo tocando el fagot que durmiendo. A priori podría parecer que para un niño/adolescente era mucha carga, pero nada más lejos de la realidad. Vivía muchas más experiencias que cualquier otro chico de mi edad: viajaba mucho, empecé a conocer a muchísima gente de distintos lugares, costumbres, edades, formas de pensar…y a pesar de que el sacrificio era gigantesco, me encantaba. Siempre he pensado que, si alguien diera algo por kilómetros recorridos o por notas tocadas, aunque fuera un accésit, me llevaba.

Con 18 años y recién acabado el bachillerato de ciencias, me tocaba elegir qué otra carrera empezar, sí, OTRA carrera, porque yo ya había elegido y empezado una con 5 años, así que tampoco tenía demasiadas dudas. Usted, padre o madre que lleva a su hijo a la escuela de música deben saber que él ya es universitario, aunque por altura no lo parezca. Resultaba muy curioso, en ese verano de mis 18, que la mayoría de las conversaciones con la gente eran:

-Bueno, ¿y qué carrera vas a elegir?

-Música

– Ya, pero me refiero qué vas a estudiar

Afortunadamente, la sociedad ha evolucionado y en la actualidad estas conversaciones han dado un giro inesperado. Son así:

– Bueno, ¿y a qué te dedicas, que has estudiado?

– Música

– Ya, pero me refiero a qué carrera has hecho, cómo te ganas la vida…

Desgraciadamente vivimos en un país en el que todo el mundo es artista sin haber puesto una gota de sacrificio y trabajo en ello, esto hace que no se valore ni sea visible el verdadero esfuerzo que conlleva poder dedicarte profesionalmente a una CARRERA que se empieza de muy pequeño y que no acaba nunca. Por suerte, en Yecla, gracias a la labor que desempeñan la Asociación de Amigos de la Música, la Banda y otras muchas personas y entidades que promueven la cultura, esta visión está cambiando.

Decidí dejar Yecla y después de superar las correspondientes pruebas de acceso empecé el grado superior de música en Zaragoza y algo después lo proseguí y acabé en Barcelona. Fueron cuatro años muy buenos, pero a la vez muy duros e intensos. El nivel de exigencia y el tiempo de dedicación alcanzaban niveles olímpicos. Toqué en varias orquestas españolas y extranjeras y empezaba a ver de verdad el gran abanico de posibilidades tanto profesionales como personales que ofrecía la música.

En esa época empecé a moverme más fuera de España y a comprobar como de importante es la cultura más allá de nuestras fronteras, por esto, al acabar la carrera en Barcelona, decidí hacer un máster de interpretación musical en Detmold, una pequeña ciudad de la Alemania profunda que contaba con una de las mejores Universidades de la Música del país (y uno de los mejores fríos también). Estos dos años de máster me sirvieron para corroborar que la música forma parte de la vida de las personas centro europeas. Por ejemplo, para el simple hecho de celebrar un cumpleaños, raro era el que no contaba con presencia de algún músico para amenizar ese rato, y esto solo a nivel privado; actos de inauguración, clausura, discursos de personas importantes, posesión de cargos…etc. Todos contaban con presencia musical o artística de algún modo y encima, bien remunerado y legalizado “casi igual que en España…” Sin embargo, dentro de esta estructura religiosamente organizada de la música clásica, también hay sitio para opciones más profanas…

Acabando el master en Detmold, decidí presentarme a unas pruebas de fagot en la Orquesta Filarmónica de Colonia. Las pruebas de orquesta son parecidas a los castings de la tele, en los que hay un jurado (y en la mayoría de los casos también público) y tienes que ir superando una serie de pruebas, es algo así como el Humor Amarillo de la música, solo que con muy poco humor. Pues resumiendo, después de más de 6 horas de pruebas y fases, conseguí ganar un empleo como fagotista en una de las orquestas más prestigiosas de Alemania, no sé qué sentía más, si felicidad o acojono. Y es aquí cuando realmente vi lo que era ser musico a jornada completa. Aquello es otro mundo artísticamente hablando, de 2 a 6 conciertos a la semana entre sinfónico y ópera, dos giras internacionales al año, grabación de CDs, colaboraciones con músicos de primera línea mundial, conciertos en directo en televisión y radio, y un largo etc. Todo esto sumándole una“oficina” de más de dos mil localidades que se llena todos los días de la semana, es increíble. (Incluso en plena pandemia y sin público seguimos ofreciendo conciertos online)

A modo de conclusión debo decir que le debo mucho a la música, gracias a ella he podido tocar en 12 países, conocer grandes músicos que han inculcado en mi forma de pensar que lo fundamental, es ser persona (sí, antes que la música). Esta disciplina me ha empujado a salir de mi zona de confort, a emprender con todo tipo de ideas, a luchar por mis sueños, a valorar a cualquier persona que trabaje duro, sea la que sea su labor, pero sobre todo, este arte tristemente elitista en España, me ha abierto los ojos a un mundo lleno de posibilidades profesionales y personales que están esperando a que alguien las aproveche y explote.

Si tú, que has dedicado un ratico a leer mi pequeña experiencia musical, sientes la necesidad de hacer realidad un proyecto, idea, aspiración… no te rindas, aunque no veas los resultados, sigue luchando: si dedicas todo tu empeño a construir algo que te apasiona, da igual cuales sean los efectos, va a merecer la pena.

Ignacio Muñoz Francés.  Fagotista.