Escrito por diapason / 2 junio, 2020

La primera vez que alguien más joven te trata de usted, empiezas a preguntarte si te has hecho mayor.

Se acentúa más ese sentimiento cuando otra vez, alguien, también más joven, te cede su asiento en el bus o en el metro.

Anteriormente, ya te has apercibido que las nuevas tecnologías te son difíciles de entender. Que en casa, los jóvenes sonríen al verte manejar el ordenador o el móvil y sobre todo, cuando les pides ayuda.

En cuanto a la música, que es de lo que venimos a hablar aquí, pasa algo parecido. Las nuevas generaciones no suelen funcionar con vinilos,  ni siquiera con CD´S. Usan otros soportes, interaccionan nuevos dispositivos de manera fácil para ellos, complicadas para uno.

Contemplo mis estanterías de música, cargadas de Singles, LP´S y CD´S reflexionando sobre el uso que hoy tienen y el que tengan en el futuro. Lo difícil que se utilicen de aquí en adelante, sino es por mí, exclusivamente.

Y es que ha evolucionado la mentalidad entre las generaciones desde no hace mucho tiempo hasta ahora. Han caducado costumbres, modos de ser, de actuar… Es quizás el signo de los tiempos. Un cambio generacional y tecnológico.

Vuelvo atrás la memoria y recuerdo un LP que conservo: recopilación de las más importantes  melodías de Albert W. Ketelbey: “En el Jardín de un Monasterio”. Cuando era niño, al tiempo que sonaba en el tocadiscos de mi padre, él me explicaba lo que se oía. Con muy pocas palabras lo comprendía. Más que eso: estaba “viendo” el Jardín del Monasterio, el Mercado Persa, el Jardín del Templo Chino… La música de Ketelbey, es de las más descriptivas que he escuchado.

 

 

 

 

 

 

 

 

Recuerdo también una lejana noche de Navidad regresando a casa, desde el Teatro Regio, después de ver la película musical “Oliver”, basada en una obra de Charles Dickens. Comenzaba a caer una gran nevada sobre la ciudad. La cortina de nieve teñía de blanco los tejados de las casas, de dos alturas casi todas, las aceras, la calle y los techos de los pocos coches aparcados. Reinaba un solemne silencio y muy pocas personas transitaban mientras yo tarareaba muy bajo una melodía de la película. Esa imagen es una de las más hermosas que recuerdo de esa calle y de un paisaje urbano, que ya no es así desde hace mucho tiempo. A los pocos días encargué a “Botella” el disco de la Banda Sonora de “Oliver”, que conservo junto a aquél recuerdo en un lugar preferente.

 

 

 

 

 

 

 

 

Nítidamente tengo también en la memoria el ritmo elegante, remarcado por una fina percusión de “Hubiese bailado toda la noche” (I could have danced all night) por la Orquesta de Edmundo Ros. De la,  para mí, inolvidable interpretación de “Johnny Guitar” por la Orquesta de Frank Pourcel. La versión de “Clair de Lune” de Debussy, por la Orquesta de George Melachrino. Las “cortinas” de violines en las interpretaciones de la Orquesta  Mantovani o los inconfundibles coros de la Orquesta de Ray Conniff. Todas estas interpretaciones y melodías están en discos de vinilo, que conservo cuidadosamente. Van asociadas al tocadiscos familiar “Philips” de maleta, en el que las escuchaba y con el que me aficioné a este género de Música de Orquestas y a muchos otros géneros musicales.

 

 

 

 

 

 

 

En una ocasión, en la tienda de discos hoy desaparecida, “Foto-Club El Molino”, los clientes que estaban en ese momento miraron sorprendidos al oírme exclamar en voz alta: ¡Esto es lo que buscaba! Tenía en las manos el primer LP de “Salsa” que compré: “Rhythm Machine” de “Fania All-Stars”. Era 1980 y llevaba meses de búsqueda sin resultado. Ni en esta ciudad, ni siquiera en otras que busqué, conocían ese género musical, tampoco en la tienda que lo compré. Ignoraban que estuviera en sus existencias.

 

 

 

 

 

 

 

 

Otro recuerdo especial es del doble LP “The Gentle Side of John Coltrane”: conseguí este disco al regreso de mi primer viaje a París. Tenía el encargo de un disco de  Coltrane para un amigo que se había aficionado a este artista en Valencia, donde estudiaba. En París los precios eran prohibitivos para mí, así que a la vuelta, pude comprarlo en Discoplay “Los Sotanos”, una importante tienda de Madrid en aquellos años.

Probé el disco en casa y…. mi amigo se quedó sin el encargo, pero el Jazz ganó un seguidor.

Así sucede con muchísimos de los discos que tengo, tienen historias, situaciones vividas etc. Y aun siendo esto importante, todavía no lo es todo: Me han dado a conocer la expresión, la estética de un arte de infinitas caras como es la Música.

 

 

 

 

 

 

 

Conviven en mis estanterías en armonía, nunca mejor dicho, (aunque esas armonías suenen muy distintas de unos a otros) las bossa-novas de Antonio Carlos Jobim con las zarzuelas dirigidas por Ataúlfo Argenta, las atrapadoras melodías peruanas de Chabuca Granda con la impronta del gran lírico Alfredo Kraus, las canciones de la icónica Mina con los melismas del llamado “Camarón Africano” Salif  Keita, los blues de la doliente voz de Billie Holiday con los sonidos psico-pop de Pink Floyd, los guatequeros sonidos de Los Brincos con los grandes solos de piano de Keith Jarrett, las efervescencias de las divas tropicales como La Lupe, Celeste Mendoza o Graciela, con la profundidad interpretativa de Eric Dolphy  las coplas auténticas de Imperio de Triana con las etéreas melodías de Burt Bacharach o los movidos temas de Los Amigos Invisibles, Tequila o Los Fabulosos Cadillacs  con el cante flamenco renovado de  Enrique Morente … y otros muchos artistas diversos, distintos y diferentes, a los que sería casi interminable de nombrar.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Sigo a muchos de los músicos y artistas que han hecho evolucionar la música y a sus escuchantes a fuerza de ideas. Y que dicen o han dicho  en este arte lo que en cada momento la inspiración les dictaba. Procuro mantener distancia con quienes sólo buscan hacer “caja” para escalar puestos en el ránking de la opulencia. Oigo con mucho respeto a quienes antes supieron interpretar la coyuntura histórica que les tocó vivir y también escucho con mucha atención a quienes actualmente traen una mirada esclarecedora sobre este tiempo, que cambia vertiginosamente. Ambas generaciones, clásicas y actuales van enseñándome el conocimiento de este arte. Mi colección de música, que se irá alargando conmigo, es el rastro de mi aprendizaje.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Añado algo más sobre mis discos: La calidad fotográfica, la  maquetación, los encartes interiores, me han ayudado a valorar lo que estaba escuchando en muchísimas ocasiones e incluso ese atractivo exterior, me ha motivado a comprar algunos discos y por ello a  descubrir artistas y músicas que no tenía conocimiento de su existencia y que han merecido la pena.   Así que  ¡Como voy a desprenderme de mis discos!

 

 

 

 

 

 

 

Algunas de las mejores portadas de discos de mi colección:

 

 

 

 

 

 

 

 

Discos con excelentes encartes interiores.

Justo Soriano Aliaga.

Sección: Tirando del Hilo.