Escrito en diapason / 2 marzo, 2023

Este es el título de la deliciosa ópera de Haendel que recomiendo a quien no haya tenido aún la suerte de escucharla. Se trata de un mito que tiene su origen en Las Metamorfosis de Ovidio. Galatea era una ninfa bellísima que habitaba en la costa de Sicilia y andaba en amores con el joven pastor Acis, que en lo de belleza no se quedaba atrás. Tal para cual, dos hermosos jóvenes que disfrutan su mutuo amor rodeados del canto de los pájaros y el arrullo de las olas que acarician la playa. Pero en este idílico cuadro irrumpe la gigantesca figura de Polifemo, el horroroso cíclope de un solo ojo que estaba enamorado de Galatea, y que, no pudiendo sufrir los celos que lo atormentaban, arrancó una enorme roca y la arrojó sobre el desprevenido Acis, que no pudo escapar a la muerte. Entonces Galatea consigue que la sangre de su amado se transforme en un río de transparentes aguas.

Esta es en síntesis la historia que tanto ha cautivado a muchos artistas, escultores, pintores, músicos, poetas de diferentes épocas, y muy especialmente del Barroco, por contener en ella varios elementos característicos de este periodo: los temas pastoriles que se desarrollan en una naturaleza idealizada, la belleza extrema de los jóvenes protagonistas y el brusco contraste con la fealdad del monstruoso Polifemo. Sirva como ejemplo esta fuente de Auguste Louis Marie Jenks que se encuentra en los jardines de Luxemburgo, en París.

Pero volvamos a la música. En esta extraordinaria ópera Haendel sabe recrear el ambiente pastoril y reconvertirlo en una delicada combinación de bellísimas melodías. Entre ellas destaca el aria en que Galatea compara su amor con el arrullo de las palomas. Os recomiendo un vídeo en el que el Collegium Marianum de Praga realiza una exquisita versión con ambientación barroca incluida.

Supongo que a quienes hayáis visto esta grabación os ha sorprendido la joven soprano, de la que os puedo dar alguna información que os sorprenderá todavía más. Se trata de Patricia Janêckova, de origen eslovaco aunque reside en Chequia, donde ganó un concurso televisivo que la catapultó a la fama a la edad de doce años. Actualmente tiene solo veinticuatro y fue motivo de muchos comentarios en las redes sociales hace unos meses porque tuvo que suspender todas sus actuaciones por motivos de salud. Ella misma grabó un vídeo en YouTube para explicar a sus seguidores la razón de todo: un cáncer de pecho del que –ojalá- se recupere muy pronto.

Pero. volvamos a la opera. Otro momento memorable de esta partitura es el aria en la que Galatea pide a las aves que guarden silencio para no estorbar el sueño de Acis, mientras su ruego se entremezcla con el coro de pájaros evocado por el flautín y los instrumentos de cuerda. Aquí dejo un enlace de una versión interpretada por la soprano británica Rowan Pierce. 

La última de las arias que quiero recordar aquí es el instante posterior a la muerte de Acis. Bajo la roca que lo ha aplastado mana su sangre, que –como he dicho- Galatea transforma en un río en el que ella misma se sumerge. Es un momento de especial simbolismo, por cuanto representa la fusión de ambos que Polifemo quiso y no pudo evitar: el río se funde con el mar, puesto que Galatea es un ninfa marina, por lo que de este modo su unión será eterna. Como antes recreara Haendel el canto de los pájaros mediante el flautín, ahora son las ondas del agua las que aparecen evocadas por la vibración de la cuerda, a la que se suma la voz de Galatea para lograr esta aria llena de encanto.

¡Corazón, sede de suave deleite,

sé tú ahora una brillante fuente!

No sea ya roja tu sangre,

deslízate como cristal fluido.

La ópera se cierra con un coro que exalta la virtud del río Acis, que a través del sonido de sus aguas cantará para siempre la historia de su amor.

¡Salve, gentil rumorosa corriente,

placer de los pastores, tema de las musas!

Por las praderas a correr alegre

siempre murmurando tu gentil amor.

Francisco Martí Hernández.

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