Artículos de opinión personal

El mundo de la cultura, en general, y el de las sociedades musicales, en particular, asiste actualmente a un nuevo reto: sobrevivir al impacto de la crisis del covid-19. Sobrevivir digo, antes que reactivar, pues ya me dirán como reactivar aquello que no logró sobrevivir.

Fuente: Las Bandas de Música, JOSEP-FRNCESC ALMERIA, 31-5-2020 11:21h

Como profesional de la estrategia, me resulta complicado procesar la inmensa cantidad de información que está surgiendo, en estos momentos, para explicar el entorno de incertidumbre, volatilidad, complejidad y ambigüedad en el que estamos inmersos. Creo que actualmente no hay un escenario claro, ni tan siquiera una variedad de escenarios que se sucedan uno a otro. La realidad está siendo, más bien, la ausencia de escenarios, por cuanto esta realidad está siendo, y va a ser en el futuro, altamente cambiante. El cambio continuo es la nueva normalidad.

Estamos ante un problema complejo que requiere, necesariamente, de soluciones de complejidad. Y, en este contexto, no puedo dejar de pensar en los viejos conceptos de sinergia, cohesión grupal y gestión del conocimiento ––¿viejos conceptos?–– como posibles alternativas de solución al entorno cambiante que están viviendo nuestras sociedades musicales y toda la sociedad, en general. No obstante, creo que para hacer funcionar estos conceptos se necesita algo que actúe como nexo de unión entre ellos, como un elemento facilitador y generador de cohesión: el liderazgo.

Estoy convencido del imprescindible papel de las instituciones para abordar una situación compleja como la actual, así como del valor del conocimiento. No espero liderazgo ni inversión de recursos de la administración pública, y sería una grata sorpresa que esto sucediera, aunque me puede el escepticismo. No obstante, las sociedades musicales necesitan un liderazgo, con altura de miras, para impulsar y gestionar la innovación y la gestión del conocimiento, un conocimiento que no importa dónde se genere, a fin de que pueda ponerse al servicio de todo el colectivo al que pueda afectar. Finalmente, el conocimiento creado habrá que ponerlo en manos de las autoridades sanitarias para que, una vez validado, pueda convertirse en protocolos institucionales garantes de la continuidad de las sociedades musicales en un ámbito sanitario que proporcione confianza y seguridad para la salud colectiva.

Las sociedades que mejor resisten una situación como esta son aquellas que tienen un entramado institucional fuerte, que son capaces de interlocutar con la sociedad civil y con los agentes generadores de conocimiento, que son capaces de invertir recursos en lo importante y aprovechar el conocimiento generado para establecer protocolos que funcionen y proporcionen confianza y tranquilidad a los colectivos a los que se les aplican.

Ahora, las sociedades musicales necesitan protocolos de actuación que garanticen la seguridad sanitaria en todas sus instalaciones y actividades: sociales, educativas y artísticas. El primer paso es la reivindicación, cierto, pero todavía queda la proactividad, unir fuerzas y recursos con un mismo propósito. Alguien tiene que liderar para crear sinergias, cohesión grupal y gestión del conocimiento, en este sentido, y alguien tiene que poner los recursos necesarios para desarrollar este conocimiento, con generosidad, y sin rivalidades miserables que no aportan nada en el momento actual.   Y hay que ponerse a trabajar ya.

Josep Francesc Almeria.

*Psicólogo del trabajo y de las organizaciones. Universitat de València. Master por Middlesex University London y Universitat de Barcelona. Presidente de la Federación de Sociedades Musicales de la Comunitat Valenciana 2006-2014. Diputado de Cortes Valencianas por Podem 2015-2019

Paradoja: la cultura en tiempos de confinamiento

Fuente: Platea Magazine. Escrito por Dirección  

Lo primero es lo primero, y lo primero ha de ser nuestro bien más preciado por encima de cualquier otro: la vida. Salvarnos a nosotros mismos, salvar a los demás, cuidarnos los unos a los otros, siguiendo las directrices de las autoridades y cumpliendo con nuestros deberes como ciudadanos en estos duros momentos. Demos ejemplo a quienes nos rodean, ya sea cerca o a través de las redes sociales: quedémonos en casa. Es tiempo de priorizar valores y de dar gracias por lo que tenemos. Como siempre debería ser, en realidad, pero hoy más que nunca.

Desde un medio especializado como el nuestro, durante estos días, es inevitable tener la impresión de estar de algún modo frivolizando con nuestra actividad, ante la implacable crudeza de los acontecimientos ahí fuera. Pero lo cierto es que el arte forma parte de los cuidados que nos procuramos a nosotros mismos y a los nuestros. La música, como otras disciplinas artísticas, nos recuerda quiénes somos y cuánto nos importa la comunidad de la que formamos parte. Si bien no nos salva (o tal vez incluso sí), la música sin duda nos acompaña en estas horas duras y cruentas. Por eso seguimos ahí, al pie del cañón, aportando nuestro granito de arena, confiando en que la música inspire un poco más de esperanza y nos ayude a mirar juntos hacia un futuro mejor. Desde el confinamiento de nuestros domicilios la música nos hace sentir libres.

Por todo ello desde Platea Magazine sentimos la obligación y la responsabilidad de aportar lo que tenemos. De hecho, hace unos días decidimos abrir a todos los lectores nuestra edición física, de forma íntegra y gratuita, a través de Internet. Hemos comenzado con nuestro último número, el de enero 2020, que acumula ya más de 3.000 lecturas. Nuestra web también está registrando, durante este mes de marzo, su máximo histórico de visitas (vamos camino de rebasar ya el medio millón). Gracias de corazón, de parte de toda nuestra redacción, por acompañarnos durante estos tiempos tan duros y por dejarnos estar a vuestro lado. Es un regalo sentiros tan cerca.

Se avecinan tiempos muy duros en lo económico, mientras luchamos por superar la urgencia sanitaria. La situación sin duda afectará a toda la población y por descontado también a artistas y entidades musicales. Y de igual manera a los medios, aunque no seamos el principal foco de atención cuando se habla de esta crisis económica. En estas circunstancias, una vez más, es desesperante constatar hasta qué punto España no se ha hecho cargo aún de la cultura como una parte sustancial de su tejido productivo. Ni la administración ni la sociedad civil asumen que la cultura es un motor fundamental de nuestra identidad como país. Se sigue hablando, con desprecio y desvergüenza, de los “titiriteros”, pero ¡qué vivan los titiriteros! Sin ellos nuestro acervo estaría realmente incompleto. De los artistas y de su labor sólo nos acordamos en los días más grises, cuando más nos hacen falta. Sucede algo parecido con nuestro personal sanitario. ¿De verdad no vamos a aprender la lección? ¿Volveremos a conformarnos con recortes y desprecios el día de mañana? ¿Seguiremos saliendo a aplaudir al balcón, sin haberles acompañado en sus reivindicaciones durante años?

Esta crisis nos va a cambiar, nos debería cambiar. Por eso es importante afirmar, hoy más que nunca, que la cultura no es gratis. El arte no surge por generación espontánea. Más allá del talento y la inspiración, la cultura es fruto del trabajo ingente de miles y miles de profesionales que se desviven por lo que hacen. Y sin embargo esta crisis corre el peligro de paralizarlo todo y lastrar las artes durante años. Estos días estamos asistiendo a una singular paradoja: hemos vuelto a descubrir que la cultura es nuestra última tabla de salvación en tiempos de crisis e incertidumbre. Desde nuestros confinamientos no dejamos de acudir a las numerosas instituciones que han abierto sus archivos a través de Internet. Y qué paradoja: de no ser por su generosidad, abriendo sus contenidos de manera gratuita, a muchos esta cuarentena se les haría aún más incómoda. ¿Sabremos estar ahí el día de mañana, cuando la cultura nos necesite a todos, cuando ya no pueda seguir siendo gratuita?

De momento brillan por su ausencia las acciones del Gobierno de España para paliar el impacto de esta crisis en el sector cultural. El Ministro de Cultura y Deporte, José Manuel Rodríguez Uribes, se ha limitado a pedir propuestas, en una breve ronda de conversaciones con representantes de varias disciplinas, al tiempo que aplaudía la solidaridad de los músicos en estas horas difíciles. Sonroja comparar su inmovilismo con la determinación de las autoridades de países vecinos, como Alemania o Francia. De hecho, el propio Presidente del ejecutivo, Pedro Sánchez, parecía compartir esta postura tan poco resolutiva, cuando en su comparecencia del pasado día 17 dijo aquello de “aplausos al mundo de la cultura y a todas las personas que con su ingenio y su talento nos hacen más llevaderos estos días tan difíciles”. Aplausos, claro que sí, pero algo más también, porque sólo con aplausos no se pagan las facturas. Un país se puede permitir la confusión entre la cultura y el mero entretenimiento, pero un Ministerio de Cultura no puede cometer ese error. El entretenimiento ha de ser una consecuencia de la cultura, no al revés. Y los creadores de la cultura y el arte, al igual que quienes lo hacen posible desde todos los ámbitos que lo rodean, no trabajan gratis.

En mitad de todo esto resulta irónico, por no decir indignante, que el currículo de nuestro plan educativo haya confinado a la música a un lugar residual, en estos días en los que los balcones de media España se nutren de músicos que ofrecen su arte a sus vecinos, gratis et amore. Pensemos en una solidaridad de ida y vuelta, sería lo justo: la música y la cultura que ahora nos salvan y nos entretienen, necesitarán (necesitaremos) después de nuestro (vuestro) apoyo y soporte, o su supervivencia penderá de un hilo. Y sin embargo, no son días para exigir sino jornadas para arrimar el hombro, cada uno a su manera, en esta lucha común y mundial contra la pandemia. Dejemos a un lado la demagogia y el sectarismo, también entre los músicos y los artistas. Ahora no toca. Son días de responsabilidad y bien común.

Seguiremos sumando cuando llegue el día después, siempre con la palabra al servicio de la música. Deseamos ahora más que nunca volver a compartir esas plateas que reposan estos días vacías y silentes. Estamos aquí, estaremos allí. Y os damos las gracias por contar con nosotros para mantener viva la llama de la esperanza en estas horas difíciles. Juntos lo conseguiremos.

Gonzalo Lahoz y Alejandro Martínez

Dirección · Platea Magazine

Foto: © Bayerische Staatsoper

Artículo original: PLATEA MAGAZINE. EDITORIAL. “PARADOJA: LA CULTURA EN TIEMPOS DE CONFINAMIENTO”

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Empezamos a ver la luz al final de túnel. Durante estas últimas semanas, la principal preocupación de la sociedad ha sido sobrevivir a nivel individual y, como sociedad, garantizar el funcionamiento de los servicios esenciales entre los que está, naturalmente, la educación musical.

En esta primera fase, la respuesta del “sector musical”, tal como hemos expresado en anteriores artículos, ha sido espectacular. Conservatorios y escuelas de música han mantenido muy dignamente la calidad educativa por canales telemáticos. A pesar de que la interrupción de la actividad artística ha sido total, desde los balcones de toda España los músicos han defendido su actividad y han aportado la dosis de esperanza y vitalidad necesaria para que todos sigamos adelante. Hemos estado a la altura de las circunstancias. Por todo ello: ¡Misión cumplida!

Pero hemos cambiado de fase. Iniciamos ahora la tan ansiada “desescalada”. Y podemos observar en la sociedad cómo las prioridades y preocupaciones están cambiando. Evidentemente, seguimos muy asustados y las autoridades sanitarias nos recuerdan cada día los peligros de los “rebrotes”, pero también empezamos a valorar las consecuencias del “invierno económico” que todos los expertos vaticinan. Conscientes de esto último, los diferentes territorios pelean por salir lo más rápidamente de las fases duras del confinamiento y los distintos sectores productivos reivindican el inicio de la actividad a la mayor brevedad. Objetivo: Volver a la normalidad y mantener la actividad, los puestos de trabajo y los servicios tal como lo veníamos haciendo.

Y aquí viene la gran cuestión. ¿Cómo afectará la crisis de la Covid19 a la actividad musical? ¿Ya nada será igual como anuncian algunos? ¿Qué pasará con nuestras orquestas profesionales, conservatorios, escuelas de música y sociedades musicales?

No hay que olvidar que la Covid19 es un enemigo muy fuerte que puede afectar gravemente a la actividad musical. Una orquesta y una banda son objetivamente agrupaciones de personas que facilitan los contagios. Además, en el caso de la Comunitat Valenciana, el binomio música/fiesta hace más sangrante este impacto, lo hemos comprobado recientemente en la suspensión de todos los actos festivos. Por todo esto, tenemos un problema. Y gordo.

Intentar averiguar el futuro es siempre inútil y casi todos fracasan en ello. Pero debemos empezar seriamente a contemplar los posibles escenarios. Aunque en honor a la verdad, lo vamos a comprobar muy pronto, lo tenemos ya encima.

Creo que podemos imaginar dos escenarios posibles:

  1. La Covid19 deja de ser un problema porque las autoridades sanitarias han encontrado una vacuna o un tratamiento exitoso.

Si esto ocurre y además pronto, la sociedad olvidará con rapidez este episodio, en apenas unos meses la actividad comenzará a recuperarse lentamente y la única preocupación será salir lo antes posible de la grave crisis económica ocasionada por los meses que dure la paralización de la actividad. Y ya es mucho.

Pero, en este escenario, la actividad musical tal como la conocemos recuperará su estatus anterior rápidamente, no serán necesarios grandes cambios organizativos y estructurales en nuestras entidades musicales, no estará en peligro la manera actual de hacer las cosas. Continuaremos donde lo dejamos.

  1. La Covid19 es controlada pero no disponemos de vacunas y tratamientos efectivos para ello. Será necesario modificar los hábitos y las costumbres para garantizar la salud de las personas y los posibles rebrotes.

En este escenario, la cosa se complica. Nos jugamos aquí la más estricta supervivencia. Y se hace necesario buscar alternativas y soluciones para subsistir.

Tenemos el ejemplo del virus del SIDA. Después de más de treinta años entre nosotros y de cobrarse millones de víctimas, no hemos sido capaces de encontrar una vacuna o un tratamiento que lo elimine. Con muchos esfuerzos, hemos logrado convertirlo en una enfermedad crónica. Pero los cambios que ha producido en nuestro comportamiento, sobre todo el sexual, han sido brutales. Nada ha sido igual desde entonces.

A partir de la aparición del SIDA, comenzamos a hablar por primera vez del llamado “sexo seguro”. Las alternativas eran la castidad o la práctica sexual irresponsable, y ninguna de las dos era una opción realista ni viable.

Pues un poco de lo mismo puede pasar con la música. Por supuesto que la “castidad” musical no es una opción. Tampoco el mantenimiento de la actividad musical de manera irresponsable. Se impone necesariamente buscar una alternativa profiláctica de “música segura ante la Covid19”. Y aquí se deben centrar los esfuerzos.

Esta última semana ya hemos visto los primeros movimientos en este sentido. La Hochschule für Musik de Friburgo ha publicado la Estimación del Riesgo de Infección por Coronavirus en el ámbito de la Música de los profesionales del Instituto de Medicina para Músicos de Friburgo, de la Clínica Universitaria y de la Escuela Superior de Música de Friburgo (Freiburger Institut für Musikermedizin, Universitätsklinikum und Hochschule für Musik Freiburg). También hemos recibido otro documento firmado por las principales orquestas de Berlín en el mismo sentido.

https://www.esmarmusic.com/estimacion-riesgo-infeccion-coronavirus-ambito-musica/

¡Por fin alguien se mueve en la dirección correcta! El informe, que debe ser actualizado conforme avancen las investigaciones, incluye recomendaciones de gran valor y debe ser el inicio de muchos otros más que nos ayuden y den pautas y herramientas sobre cómo proceder si la Covid19 permanece entre nosotros agazapada, esperando una oportunidad para darnos otro zarpazo. Mientras no se encuentre una solución definitiva, no hay alternativa. Esta es una guerra cuerpo a cuerpo entre nosotros y el virus que debemos ganar sí o sí.

Por todo ello, debemos ser capaces de movilizar todos nuestros recursos en esta dirección, donde converja toda la sociedad; desde las administraciones públicas hasta las propias entidades musicales (conservatorios, escuelas de música, sociedades musicales, orquestas profesionales, etc.). Todos remando en la misma dirección. Esta es, según mi opinión, la primera prioridad, garantizar aquello que somos y asegurar que seguiremos existiendo.

Es evidente que también debemos ocuparnos de la crisis económica que ya está aquí y del impacto que va a tener en los sectores musicales: Desempleo, cierre de empresas, etc. Al igual que todos los sectores productivos, incluidos los sectores culturales, deberemos pedir a los poderes públicos que nos ayuden a paliar esta situación. La Covi19 está dejando a su paso una senda de destrucción económica que nadie, por sí solo, es capaz de revertir. Aquí deberemos estar también unidos en la reivindicación.

En definitiva, necesitamos conocimiento, investigación y gestión. Sobre todo, gestión. Sin duda, es el momento de los gestores que sepan articular y aplicar soluciones organizativas, utilización de las tecnologías y mucha creatividad para garantizar el funcionamiento de nuestras organizaciones musicales de todo tipo.

Disponemos de magníficos conservatorios públicos y privados, universidades, una red de sociedades musicales lideradas por la FSMCV que es una fortaleza enorme, un cuerpo de músicos jóvenes investigadores que han crecido exponencialmente en los últimos años, un Hospital de Manises que tiene una específica Unidad de la Salud del Músico, empresas consolidadas… Y mucho más. Pongamos todo esto en circulación. Trabajemos todos de manera coordinada con las administraciones y busquemos soluciones a estos problemas. La Comunitat Valenciana es música, siempre lo proclamamos, por eso hay que estar a la altura de las circunstancias.

No hay demasiadas alternativas. Si lo hacemos, demostraremos que nuestro sector contribuye a construir una sociedad más justa, solidaria y cohesionada. Pongámonos manos a la obra. El tiempo apremia y “la noche es oscura y alberga horrores”, como dicen en Juego de tronos.

Manuel Tomás Ludeña

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El oboe es noticia. Los comentarios vertidos sobre este instrumento musical en el programa El Hormiguero, dirigido por el famoso y exitoso periodista Pablo Motos, han suscitado diferentes reacciones. En primer lugar, la indignación del ramo, ya que todos los que tocamos el oboe nos hemos sentido aludidos, en cierta manera, y algunos ofendidos (no es mi caso). En las redes sociales, se han iniciado campañas para mostrar esta indignación, dar a conocer a nuestro insigne instrumento y dejar en evidencia la ignorancia del periodista y de sus colaboradores que, en honor a la verdad, la demostraron.

De los pocos segundos que duró la referencia, hay algunos aspectos que nos gustaría comentar. La vivencia de Pablo Motos fue durante mucho tiempo una manera de proceder en las sociedades musicales valencianas para repartir los instrumentos entre los educandos de las escuelas de música. Imagino que la historia que cuenta Pablo Motos acaecería en Requena, su pueblo natal, donde disfrutan de una agrupación centenaria de indudable valor artístico y social, la Sociedad Musical Santa Cecilia de Requena

Por lo que he podido averiguar, el profesor D. Daniel, que el periodista nombra, es un personaje real, nada más y nada menos que D. Daniel Martínez Marín, director de la Sociedad Musical Santa Cecilia de Requena entre 1977 y 1989, un maestro muy querido y de gran calidad humana y profesional. Y así sería, D. Daniel, al igual que la mayoría de los maestros de nuestras bandas, adjudicaba los instrumentos disponibles (y de manera gratuita) en función de las necesidades de la agrupación y no solo de las preferencias de los educandos. ¡Faltaría más, el interés colectivo por encima del interés individual! Una manera de proceder muy habitual. Otra versión era aquello de “tú a la trompeta, que tienes los labios adecuados para ello…” A mí me parece una anécdota muy entrañable. Si Pablo Motos quería el clarinete, se lo hubiera podido comprar él mismo. Si la sociedad musical le iba a prestar un instrumento gratuitamente, se debería conformar con lo que hubiera disponible y acoplarse a las necesidades del colectivo. Por lo tanto, que sean mis primeras palabras para defender a las sociedades musicales valencianas y poner en valor sus increíbles y más que centenarias aportaciones a la cultura musical en este país.

A mí me pasó lo contrario, yo quería el oboe y el maestro insistía en el clarinete. Me dijeron que, si quería el oboe, debería esperar un tiempo porque estaba comprometido en la banda de Utiel y tardaría unos meses. Y esperé. A lo mejor el oboe que Pablo Motos no quiso es el que me dieron a mí. Al fin y al cabo, Utiel y Requena no están demasiado lejos y los dos somos casi de la misma edad.

Pablo Motos no puede saber de todo, desde luego poco sobre el oboe. Y como él, muchas personas en nuestro país. Aprovechemos para pedirle, y así le damos la oportunidad de resarcirse ante los miles de oboístas españoles, que invite a un famoso/a oboísta. Por ejemplo, algún solista de la Orquesta Nacional de España o agrupación profesional similar y le dé la oportunidad de tocar el oboe en directo. Sería un gesto por su parte de grandeza y serviría para que nos reconciliáramos con él y con el El Hormiguero y “pelillos a la mar”. Comprobaría in situ que el oboe hace algo más que un simple “tiiiiiiiiiiiiiiiii” en una “canción”.

No va de broma. Pidamos todos a Pablo Motos que nos ayude a conocer mejor el instrumento. Ánimo, Pablo, ¡haznos ese favor! Un poco nos lo debes y sería un detalle muy bonito por tu parte.

Contengámonos los oboístas y demostremos nuestro sentido del humor. Tampoco es para tanto. ¡Pobres violistas si tuvieran que hacer caso a los hirientes chistes que sobre ellos vertimos el resto de la profesión! O también los buenos de los saxofonistas que aguantan muchas veces las bromas sobre el empleo de su instrumento en la música ligera y en las carpas de los circos. ¡Si somos nosotros los que más nos burlamos de nosotros mismos! Pero ahora ha sido diferente, lo ha hecho otro, un periodista famoso, en un programa de gran audiencia y nuestro honor ha sido mancillado. Ya lo decía mi abuela: “De los míos yo hablar pero nada escuchar”

La gran ignorancia del periodista ha sido la evidencia, pero insisto, es un programa de humor, donde por cierto se suele verter ironía sobre casi todo. Demostremos los oboístas que sabemos encajar esto con deportividad e intentemos aprovechar la situación y darle la vuelta.

Decía el colaborador del programa: “Yo no conozco a ningún famoso que se haya hecho famoso por tocar el oboe”. Tiene razón, los famosos que van a los reality shows y programas similares no suelen tocar el oboe, que exige largas horas de estudio, disciplina y preparación. Evidentemente, es otra manera de enfocar la vida, otros valores, donde la cultura artística es la protagonista. Y todo mi respeto a aquellos que van a hacerse famosos a la televisión, que cada uno haga lo que le dé la gana con su vida. Lecciones de moralidad, las justas. Desde luego, muchos en este país no tenemos como misión hacernos “famosos” sino al contrario, dar significado a nuestras vidas mediante la cultura y el arte. Y no creo que estemos tan equivocados. O puede que sí, ¡quién sabe!

En definitiva, recordemos aquello de “mejor que hablen de uno aunque sea para mal”. Aprovechemos la oportunidad para dar a conocer nuestro instrumento, demostremos sentido del humor y, al mismo tiempo, reivindiquemos siempre la cultura y el arte musical y, ¡cómo no!, a entidades muy respetables como la Sociedad Musical Santa Cecilia de Requena y a personas ilustres como D. Daniel Martínez Marín. No me cabe duda que hemos perdido a un gran oboísta, Pablo Motos es una profesional creativo e inteligente y hubiese demostrado estas mismas dotes con el oboe. ¡Lástima¡

Y poco más.

Manuel Tomás Ludeña

José R. Pascual-Vilaplana
Cocentaina, 22 de abril de 2020
www.pascualvilaplana.com

La calle está vacía. El ruido del silencio resulta del todo agobiante. La distancia física (que no social) entre la gente, nos ha proporcionado un ambiente de frialdad para el alma, una especie de soledad emocional de consecuencias imprevisibles y de las cuales aún no somos conscientes. La cotidianeidad ha dejado de ser conocida; lo que creíamos normalizado o habitual se ha convertido en un recuerdo, y en muchos casos, en un anhelo. Más que estar inmersos en un estado de alarma, parece que estamos dentro de un estado de fragilidad en el cual desconocemos todo aquello que pensábamos tener controlado, un tiempo de absoluta incertidumbre en el mañana y en el cual hemos vuelto a evidenciar la debilidad de nuestra existencia.

Siempre está bien volver al ser humano, aunque sea en un momento tan duro y difícil para tanta gente. Al hecho de infectarse y de, en el peor de los casos, morir, se ha añadido la escalofriante soledad que ha envuelto los últimos días de aquellos que nos han dejado. Tal vez en este momento irremediable que a todos nos tocará vivir, se vuelve imprescindible la necesidad de estar con alguien, de sentirte querido y de saber, que, aunque hagas el último viaje solo, tienes siempre una mano cercana que te acaricia hasta el último aliento. Solos se han ido y solos se han quedado aquellos que querían despedirse, con un dolor agrio, con una pena punzante.

El rostro de nuestros mayores ha cambiado. La mayoría de ellos nacieron en mitad de una situación de penuria económica y vital, en donde la supervivencia no era una heroicidad, sino más bien una necesidad. Y ahora que concluían su experiencia vital, vuelven a vivir una situación que les descoloca y les trastorna. Los que nos ayudaban a cuidar a los nietos, ahora no pueden verlos. Y si tienen opción de mirarlos a través de una pantalla, intentan esconder las lágrimas para no afectar a los pequeños de la casa. La responsabilidad que la vida les ha enseñado ahora les hace tragarse la emoción en beneficio de los demás. Eso es lo que llaman generosidad. Cuando miras los ojos a nuestros mayores en medio de esta pandemia, puedes observar el rostro del miedo. Pero si ellos se dan cuenta de tu percepción, tienen la gentileza de actuar y transformar la situación para protegerte. Saben cual es su papel y no dejan de representarlo por muy difícil que sea la escena. La naturaleza de los progenitores es así de limpia.

Estas semanas pasadas solía encontrarme, en las salidas esporádicas, a un conocido que trabaja con ambulancias. Hace días que no le veo. Una amistad común me ha dicho que está confinado en casa, pues ha dado positivo. Cómo cambia el significado de la palabra “positivo” cuando se trata de una enfermedad. En este caso, el virus llega a un chico joven, con una hija pequeña, y que estaba trabajando por la salud de los demás. Los héroes de esta situación son gentes como él, que un día decidieron trabajar por la sanidad y ahora se han convertido en nuestros resortes para la esperanza con una entrega total y devota, con una responsabilidad de la cual podemos aprender todos los demás. La misma responsabilidad que tienen todos aquellos que abren sus tiendas para abastecer de alimentos a las casas confinadas o la que demuestran las fuerzas de seguridad que intentan controlar esta desconocida y terrible situación. En cambio, esta responsabilidad ha desaparecido de todos aquellos que aprovechan la situación para ganar votos o fama inocua e inoperante con el “yo ya lo decía”. Si tuviesen razón, al menos deberían mostrar decencia y no enarbolar el trofeo de la victoria hasta que haya desaparecido el recuento diario de víctimas.

Las actividades del confinamiento van desde las rutinas caseras más cotidianas, hasta las experiencias culinarias más diversas, las organizaciones de antiguos desórdenes, los ejercicios gimnásticos más inverosímiles o los cortes de pelo hechos con más voluntad que con maña. A las ocho salimos a aplaudir con los vecinos para agradecer el trabajo de todos aquellos que están sacrificando su vida para hacer que la de los demás continúe con una mínima dignidad. Se escucha música de compañeros que amenizan el momento, a veces somos nosotros quienes compartimos música desde casa. Después hacemos una tertulia entre los balcones y comentamos películas, libros, conciertos y todo aquello que estamos disfrutando en el confinamiento. La cultura se convierte en bálsamo de la tristeza y en trampa de soledades. Hoy me he levantado como siempre muy temprano, y al ver el calendario me he acordado que, hace cuarenta años, fui a tocar por primera vez a las fiestas de Moros y Cristianos de Alcoi con la Banda de Muro, mi pueblo. Aquel veintidós de abril, a las seis de la mañana, estábamos en la Plaza de la Bandeja mi padre y yo vestidos de músicos para ver arrancar la primera diana. La corbata nueva, el uniforme grueso de estilo militar, el bombardino colgando y unos zapatos nuevos y relucientes eran el bagaje de un niño de nueve años que cuando acabó la diana estaba reventado de cansancio, pero feliz de haber vivido una experiencia única. Ni el frío viento que nos acariciaba al cruzar los puentes de la ciudad de Alcoi, ni el rigor de llevar el paso en la banda, ni la repetición insistente de aquellos melodiosos pasodobles habían eclipsado la magia del momento. Veía el rostro de los festeros y de aquellos que aplaudían desde las aceras, y con ello empecé a entender eso que llaman la catarsis.

Los músicos, como el resto de artistas, somos el recurso idóneo para combatir la monotonía y para enriquecer la vida con momentos irrepetibles. Todo el mundo habla de la utilidad del arte en tiempo de confinamiento. Esperemos que, al acabar este periodo especial, no se nos olvide. Cuando dentro de unos meses las bandas de música que han dejado de tocar en las fiestas (Fallas, Moros y Cristianos, Semana Santa, romerías varias…) y en sus temporadas de conciertos, así como los coros, grupos de música tradicional, etc. vivan momentos de dificultad económica, esperemos ver balcones llenos de gente que los apoyen, planes estructurales de ayudas específicas para el sector por parte de nuestras instituciones o de las entidades bancarias que entre todos ayudamos a reflotar en su momento. Seguro que los canales mediáticos que utilizan miles de actuaciones musicales grabadas gratuitamente a infinidad de variados grupos musicales, tendrán la generosidad de compartir con éstos los ingresos de publicidad que generan las emisiones repetidas de tales eventos. Quiero confiar en el sentido común de aquellos que hacen la cultura grande empezando por respetar la cultura pequeña, la que es más cercana a la gente, la que se produce con entrega y dedicación de miles de personas en nuestros pueblos y la que hace sentirnos orgullosos del lugar donde un día abrimos los ojos. Decía García Márquez: “…me niego a admitir el fin del hombre…”. Debemos confiar en la humanidad, conviene pensar que nada pasa sin dejar huella y que hay que aprender de lo que vivimos y vivir con lo que aprendemos.

Y ahora a seguir estudiando. No podemos dejar de hacerlo, pues en cuanto podamos compartir de nuevo nuestro trabajo, los artistas deberemos estar listos para continuar con la función: “The Show must go on”. Somos afortunados de disfrutar de lo que hacemos y de sentirnos felices cuando lo mostramos a los demás. Ahora estamos confinados y privados de libertad para movernos, pero nunca nada ni nadie podrá interrumpir la libertad de imaginar y de crear, pues vivimos y creemos en la utopía sostenible de nuestra tarea artística, la que nos compromete y nos alimenta las ganas de vivir. No confinemos a la razón y dejemos que nos muestre la vía más adecuada para seguir caminando en mitad de esta triste realidad que nos envuelve. La solidaridad auténtica nace de la sencillez y del sentido común: no se trata de repartir sólo lo que nos sobra, sino de compartir lo que tenemos.

Muchos ánimos a todos y a seguir bien.

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23 APARATOS/ACCESORIOS o de TODO + 1

IEEEP Artistas Deportistas ¿Qué pasa?

¿Conocéis la mayoría verdad?

Hoy os adjunto 23 APARATOS que os vendrán genial para vuestras vidas artísticas.

¡Algunos son muy evidentes!

POR CIERTO

El ATRIL está mejor situado en OBLIGATORIOS (un desliz).

Hay artistas que se lo apoyan en botellas y otras cosas de estar por casa… 😅

De APARATOS hay muchos por descubrir, pero os dejo a vosotros indagar más 😘

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Os paso unos enlaces a mi blog donde podréis encontrar varios artículos relacionados con las Sociedades Musicales.

Una posible lectura durante estos días de confinamiento.

Mucha salud a todos/as y confianza en el futuro

Aquí analizo como las sociedades musicales pueden ayudar a fijar la población rural y contribuir a mitigar este gran problema social
La serie de artículos “EN NOMBRE PROPIO” analiza diferentes perfiles muy importantes en las sociedades musicales: directores, presidentes, músicos, etc.. En esta entrada describo la época del director Pablo Sánchez Torrella en la Unió Musical de Llíria allá por los años 80 del siglo pasado. Una etapa que tuve la oportunidad de vivir en primera persona.
Este artículo me permitió reflexionar e idear el máster que estamos desarrollando. Se trata de una gran oportunidad actual de empelabilidad en el sector de la música valenciana
Aquí tenemos a un gran presidente, de los de “toda la vida”. abnegado, sacrificado y eficiente. Un privilegio para el pueblo de Chelva
Un clásico. El autor lo ha experimentado también en primera persona y sabe de lo que habla. Como en todo, luces y sombras. Y división de opiniones¡
Sin duda, una gran sociedad musical. Además la gran rival de la mía (soy músico de la Unió Musical de Llíria). Por cierto a los “míos” no les gustó ni sentó nada bien este artículo. ¡Hay que ver cómo somos¡
Un deseo más que merecido. Esperemos que nos animemos a presentar un proyecto de esta naturaleza, es lo justo.
En este artículo reflexiono sobre el futuro de las sociedades musicales y cómo afrontar los nuevos retos. Posmodernismo y sociedad del conocimiento, es el momento de seguir transformándose.
Tema polémico donde los haya. Mojándome como siempre y recibiendo también algún revolcón. Sin duda, me lo merezco
Uno de mis preferidos. Siento verdadera devoción hacia los músicos aficionados
Bajo el amparo de  nuestra Santa hacemos muchos milagros. A ver si nos protege contra el Coronavirus, falta nos hará.
En el blog podréis encontrar más entradas sobre temas relacionados con la educación musical en conservatorios y escuelas de música
Manuel Tomás Ludeña

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La crisis del Coronavirus está suponiendo una grave amenaza sin precedentes para las Escuelas de Música. Un desastre que está poniendo a prueba la viabilidad de los proyectos educativos que se desarrollan en estos centros y que debemos evitar actuando con rapidez, inteligencia e imaginación. El reto es descomunal, pero tenemos suficientes recursos y fortalezas para afrontarlo.

De todos es sabido que las medidas de confinamiento han cambiado rotundamente la dinámica habitual de nuestra sociedad, por no hablar de la tragedia en vidas humanas y el desastre ocasionado en casi todos los sectores productivos de nuestro tejido económico.

En el ámbito educativo, sin embargo, la respuesta está siendo más que satisfactoria. Las autoridades, los centros educativos y sobre todo el profesorado se han conjurado para que el curso escolar se desarrolle a pesar de la suspensión de las clases lectivas presenciales. De repente, la transformación digital y la utilización de las TICs en la educación se han convertido en herramientas fundamentales para proseguir con éxito el proceso de enseñanza/aprendizaje. La utilización de programas y herramientas de videoconferencia, entre muchas otras, está propiciando que, no solo las clases de contenido teórico, sino también las clases instrumentales se estén llevando a cabo con cierta normalidad.

Mi experiencia actual, como profesor de oboe en el Conservatori Professional de Música de Torrent y asesor académico de la Escuela Superior de Música de Alto Rendimiento (ESMAR), constata que en ambos casos esto es una realidad. Nos hemos puesto “manos a la obra” y los resultados están siendo moderadamente buenos. La educación española en todas sus enseñanzas y niveles está saliendo adelante y el alumnado prosigue su proceso de aprendizaje con ciertas garantías.

Y no es fácil, pues son muchos los retos: La formación desigual del profesorado en la utilización de las TICs, las desigualdades del alumnado y sus familias a la hora de acceder a internet, la disponibilidad de ordenadores y el impacto en la vida del alumnado de esta nueva avalancha de exigencias que pueden alterar la vida en cuarentena de todos ellos.  Pero más allá de todo esto, debe primar la voluntad de continuar pese a las dificultades. Y así está siendo.

En las escuelas de música encontramos algunas dificultades añadidas que deben ser rápidamente subsanadas para evitar que se produzca directamente una interrupción del proceso educativo y el colapso directo de estos centros, con todo lo que ello conlleva: Despido masivo del profesorado, abandono del alumnado de los estudios musicales y quiebra de las empresas educativas titulares de estos centros.

Una vez más, las debilidades históricas de las escuelas de música no ayudan. Al tratarse de enseñanzas de carácter no  reglado que no conducen a titulaciones oficiales, las hacen más prescindibles. Y es un error que podrían cometer muchas familias, poco conscientes de los innumerables beneficios que aportan y más en estos momentos.

Por otra parte, el profesorado de estos centros tiene una situación laboral bastante precaria y no encontramos equipos directivos, en muchas de ellas, que puedan liderar soluciones efectivas. A esto se añade que las escuelas de música disponen de pocos recursos para afrontar esta contingencia. Todo ello actúa en contra y está propiciando que directamente algunas escuelas de música se “fundan en negro” o se queden en un triste tacet.

Por el contrario, la respuesta realizada por el tejido asociativo valenciano ha sido espectacular. Hemos asistido a la salida de miles de músicos a los balcones para reafirmar la práctica musical como un elemento de resistencia y de optimismo y para reivindicarla como una herramienta que haga más llevadero el largo confinamiento. Y es aquí donde se debe incidir.

Todos estamos recibiendo estos días una avalancha de contenidos culturales que nos ayudan a soportar el encierro en casa: Películas, música, listado de atractivas lecturas, etc. Pero nada que pueda reemplazar la excepcional vivencia de producir música nosotros mismos, superando con creces el consumo pasivo de cualquier contenido cultural. Debemos concienciar a las familias de todo esto.

En definitiva, proponemos al conjunto de la comunidad educativa musical campañas para sensibilizar que no se debe alterar ni interrumpir la formación musical. A ser posible, las escuelas de música, dependientes de entidades sin ánimo de lucro, deberían beneficiarse de las plataformas y de los recursos que la administración educativa está destinando a los centros de titularidad pública. Pero, sobre todo, la responsabilidad está en los propios centros que deben garantizar, hasta donde sea posible, la continuidad del servicio educativo; y, como no, la implicación del profesorado, el elemento clave en el proceso educativo.

No tenemos ninguna duda de que así será y que esta grave amenaza se superará. Las sociedades musicales resistieron la gran crisis del 2008 de manera sobresaliente y llevamos apoyando durante muchas décadas la educación musical en condiciones de austeridad.

Me comentaba estos días Remigi Morant, vicepresidente de la FSMCV, que el 80 % de las escuelas de música valencianas estaba manteniendo la actividad. Sin duda una magnífica noticia que nos llena de esperanza. El Coronavirus no puede vencernos, más bien al contrario. El curso escolar en nuestras escuelas de música debe proseguir, tal como lo teníamos previsto. ¡La música no puede parar de sonar!

Manuel Tomás Ludeña

Un escalón más en la búsqueda de la solidaridad y de la justicia social, que ha sido desde siempre la alternativa a la exclusión sistemática de los más débiles”

La fortaleza de una sociedad avanzada se mide, entre muchos indicadores, por cómo atiende al colectivo de personas que presentan dificultades y por cómo elimina paulatinamente cualquier tipo de discriminación.
En el terreno educativo, nuestro país ha experimentado espectaculares avances para conseguir una escuela inclusiva, gracias a los esfuerzos compartidos de administraciones y poderes públicos, de los centros educativos y del profesorado. Además, disfrutamos de una legislación muy avanzada y, aunque queda mucho por hacer, el sistema educativo español es uno de los más inclusivos.
Por todo ello, podemos afirmar sin temor a equivocarnos que la atención al colectivo del alumnado que presenta necesidades específicas de apoyo educativo se ofrece aquí con muchas garantías y con éxito.
Sin embargo, los centros que imparten enseñanzas de música tienen por delante un importante recorrido; hablamos de los conservatorios y, sobre todo, de las escuelas de música.
La atención a la diversidad en los conservatorios de música presenta una dificultad añadida. Son por definición unos centros que tienen la misión de garantizar la cualificación de los futuros profesionales de música. Para su ingreso se exigen pruebas de conocimientos y aptitudes y existen unos límites de permanencia para asegurar que el elevado esfuerzo económico que supone su mantenimiento sea aprovechado por el alumnado.
Por todo ello, la atención a la diversidad en los conservatorios tiene por delante el reto de armonizar la obligada inclusión educativa con la finalidad profesionalizadora propia de las enseñanzas de música tal como se establece en nuestra legislación. Ahora bien, esa dificultad nunca puede entenderse como una excusa para no avanzar en este terreno. En la Comunitat Valenciana, el Decreto 158/2007 que regula el currículo oficial de las enseñanzas profesionales de música define un marco normativo muy claro. Aunque una cosa “es predicar y otra dar trigo”, ya se sabe.
En este sentido, tenemos el ejemplo exitoso del Conservatori Professional de Música de Torrent que implantó en 2004, y todavía sigue en funcionamiento, el programa Tots músics, tots diferents, un proyecto educativo que permite la escolarización de alumnado que presenta necesidades educativas especiales en las enseñanzas elementales de música. Una iniciativa ampliamente premiada por el Ministerio de Educación (en dos ocasiones), Ajuntament de Torrent, Fundación de Ayuda contra la Drogadicción, BBVA, etc.
Pero cuando se trata de avanzar, las escuelas de música tienen todavía mucho que decir. Son, sin lugar a dudas, los centros mejor posicionados para desarrollar esta importante labor. A diferencia de los conservatorios, las escuelas de música tienen como misión ofrecer una amplia y variada oferta no reglada de formación musical al conjunto de la ciudadanía con independencia de sus aptitudes, expectativas y edad.
Poder educativo y sociabilizador
El poder educativo y sociabilizador de la música está fuera de cualquier duda, no hace falta incidir en este tema tan conocido por todos. Además, la práctica musical está ligada desde siempre a la discapacidad, ejemplos de grandes músicos con algún tipo de hándicap los tenemos a montones.
Para ello necesitamos actuar en varios frentes. El primero, la formación de los responsables y de los equipos directivos de las escuelas de música para que sean capaces de mejorar sus proyectos educativos incorporando planes de atención a la diversidad y, muy necesario, para que sean capaces de liderar los procesos de cambio que se exigen.
En segundo lugar y posiblemente el ámbito más importante: la formación del profesorado responsable directo de la docencia. Aquí hay una importante brecha que hay que salvar. La formación inicial del profesorado de música en nuestro país no ha sido la más adecuada, más bien al contrario. De hecho, todos aquellos compañeros/as que han asumido este reto lo primero que manifiestan de manera prácticamente unánime es la falta de formación para avanzar en la inclusión educativa. Aquí cualquier esfuerzo es poco, ya que se requiere un cambio de paradigma difícil de lograr: pasar de un escenario donde atendemos a alumnado con elevadas aptitudes a otro donde desde el inicio se van a realizar diferentes adaptaciones. Un giro copernicano en las prácticas docentes habituales. No es fácil.
Así y todo, se trata de una idea muy estimulante y cada vez más atractiva. Son muchos los centros que están tomando esta iniciativa y reclaman y organizan actividades formativas para impulsar proyectos inclusivos. El Conservatori de Torrent recibe una gran cantidad de peticiones de ayuda de otros centros interesados en seguir este ejemplo.
Las sociedades musicales valencianas han aportado históricamente grandes beneficios sociales. Integraron masivamente al colectivo proveniente de la inmigración nacional allá por los años 60 del siglo pasado (un fenómeno pendiente de estudiar con más profundidad). También fueron los primeros en incluir a la mujer en su dinámica ordinaria. Hoy en día, hay más mujeres que hombres estudiando música en los conservatorios y tocando en nuestras bandas. Todo indica que el reto de la inclusión educativa, si se plantea como estrategia, puede ser asumido y logrado en pocos años.
Me comentaba recientemente la exconsellera de Educación, María José Catalá, su satisfacción al conocer la existencia de un grupo de aficionados de música rock formado por afectados de Parkinson. Se llaman La Desbanda y es, por lo que he podido ver en Internet, una iniciativa increíble. Llevan ya bastante tiempo funcionando y han hecho grabaciones. Ellos afirman que sus vidas han experimentado un cambio espectacular. De eso se trata, ni más ni menos. Sobran las palabras; poder, se puede. ¿Alguien se apunta?
Manuel Tomás es profesor de oboe en el Conservatorio de Torrent y exsecretario autonómico de Educación y Formación. 
 
* Opinión publicada en el periódico Las Bandas del mes de febrero.

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“Es durante los momentos más oscuros cuando debemos centrarnos para ver la luz”.

Aristóteles

Vivimos un momento extraordinariamente complicado. La crisis mundial del Coronavirus está suponiendo una tragedia humana de enormes dimensiones. En apenas unos pocos días, nuestras costumbres y rutinas laborales y personales han quedado totalmente rotas. Las medidas de restricción de los flujos de personas y el obligado confinamiento en los domicilios particulares han creado una imagen jamás imaginada ni siquiera en las películas de ciencia ficción.

En la Comunitat Valenciana, además de las restricciones comunes al resto del país, se da la especial circunstancia de que han coincidido con la celebración de la festividad de las Fallas, un evento identificativo de Valencia mundialmente conocido.

Los valencianos estamos padeciendo, además de la tragedia de la pérdida de vidas y de las consecuencias de la suspensión económica, un impacto emocional provocado por la anulación de nuestra fiesta más universal.

Acostumbrados a vivir con intensidad y júbilo las multitudinarias mascletaes, los vistosos fuegos artificiales y el grandioso espectáculo sonoro de la música por nuestras calles, de repente asistimos atónitos a las calles vacías, los monumentos falleros sin exhibirse y los músicos valencianos recluidos en sus casas sin poder animar con música y fiesta nuestras calles. Un auténtico desastre.

Pero en las situaciones más difíciles la capacidad de reacción y de superación de los seres humanos acaba aflorando. La sociedad valenciana está dando una respuesta cívica y disciplinada a esta situación complicada, desde el heroísmo de los profesionales de la sanidad hasta la actuación del conjunto de profesionales y trabajadores de los sectores estratégicos que se mantienen “al pie del cañón”.

Y no solo eso, además de estas muestras de fortaleza y de solidaridad, también aflora la creatividad y la originalidad de los sectores artísticos y, ¡cómo no!, de los músicos valencianos, cuya fuerza creadora ha acabado fluyendo en el día de la festividad valenciana por excelencia: Sant Josep.

Gracias a una magnífica iniciativa de la Federació de Societats Musicals (FSMCV), millares de músicos valencianos se han asomado a las calles, desde balcones y terrazas, para entonar un canto a la esperanza, para clamar con música que seguimos vivos y con fuerza para continuar. Por unos momentos, todos estos músicos nos han hecho olvidar esta difícil situación. Y nos han recordado varias cosas, una ya conocida: Con música se vive mejor. Aunque estemos confinados entre cuatro paredes, la música nos permite soñar y vivir experiencias de satisfacción personal. Nos ayuda a hacer más llevadera esta tediosa cuarentena. Y no solo eso, la música es un canto a la esperanza, al optimismo y a la alegría en las peores situaciones.

Saldremos más reforzados y seguramente esta experiencia tan dramática nos mejorará a todos. Muchas cosas buenas quedarán en nuestras retinas para siempre. Por encima de todo, las muestras de generosidad y de heroísmo de tantas personas que están en la primea línea de esta batalla. Esperemos que también se recuerde la modesta y simbólica actuación de los músicos valencianos que nos han hecho olvidar por momentos la crisis del Coronavirus y sobre todo nos han dado fuerzas, con su ejemplo, para seguir adelante,

Milagros de la música y, en este caso, una iniciativa acertada y emotiva de nuestro tejido asociativo musical valenciano que, una vez más, ha demostrado estar a la altura de las circunstancias.

¡Gracias por la música!

Manuel Tomás Ludeña