Artículos de opinión personal
Publicado en por Manuel Tomás
La crisis del Coronavirus está suponiendo una grave amenaza sin precedentes para las Escuelas de Música. Un desastre que está poniendo a prueba la viabilidad de los proyectos educativos que se desarrollan en estos centros y que debemos evitar actuando con rapidez, inteligencia e imaginación. El reto es descomunal, pero tenemos suficientes recursos y fortalezas para afrontarlo.
De todos es sabido que las medidas de confinamiento han cambiado rotundamente la dinámica habitual de nuestra sociedad, por no hablar de la tragedia en vidas humanas y el desastre ocasionado en casi todos los sectores productivos de nuestro tejido económico.
En el ámbito educativo, sin embargo, la respuesta está siendo más que satisfactoria. Las autoridades, los centros educativos y sobre todo el profesorado se han conjurado para que el curso escolar se desarrolle a pesar de la suspensión de las clases lectivas presenciales. De repente, la transformación digital y la utilización de las TICs en la educación se han convertido en herramientas fundamentales para proseguir con éxito el proceso de enseñanza/aprendizaje. La utilización de programas y herramientas de videoconferencia, entre muchas otras, está propiciando que, no solo las clases de contenido teórico, sino también las clases instrumentales se estén llevando a cabo con cierta normalidad.
Mi experiencia actual, como profesor de oboe en el Conservatori Professional de Música de Torrent y asesor académico de la Escuela Superior de Música de Alto Rendimiento (ESMAR), constata que en ambos casos esto es una realidad. Nos hemos puesto “manos a la obra” y los resultados están siendo moderadamente buenos. La educación española en todas sus enseñanzas y niveles está saliendo adelante y el alumnado prosigue su proceso de aprendizaje con ciertas garantías.
Y no es fácil, pues son muchos los retos: La formación desigual del profesorado en la utilización de las TICs, las desigualdades del alumnado y sus familias a la hora de acceder a internet, la disponibilidad de ordenadores y el impacto en la vida del alumnado de esta nueva avalancha de exigencias que pueden alterar la vida en cuarentena de todos ellos. Pero más allá de todo esto, debe primar la voluntad de continuar pese a las dificultades. Y así está siendo.
En las escuelas de música encontramos algunas dificultades añadidas que deben ser rápidamente subsanadas para evitar que se produzca directamente una interrupción del proceso educativo y el colapso directo de estos centros, con todo lo que ello conlleva: Despido masivo del profesorado, abandono del alumnado de los estudios musicales y quiebra de las empresas educativas titulares de estos centros.
Una vez más, las debilidades históricas de las escuelas de música no ayudan. Al tratarse de enseñanzas de carácter no reglado que no conducen a titulaciones oficiales, las hacen más prescindibles. Y es un error que podrían cometer muchas familias, poco conscientes de los innumerables beneficios que aportan y más en estos momentos.
Por otra parte, el profesorado de estos centros tiene una situación laboral bastante precaria y no encontramos equipos directivos, en muchas de ellas, que puedan liderar soluciones efectivas. A esto se añade que las escuelas de música disponen de pocos recursos para afrontar esta contingencia. Todo ello actúa en contra y está propiciando que directamente algunas escuelas de música se “fundan en negro” o se queden en un triste tacet.
Por el contrario, la respuesta realizada por el tejido asociativo valenciano ha sido espectacular. Hemos asistido a la salida de miles de músicos a los balcones para reafirmar la práctica musical como un elemento de resistencia y de optimismo y para reivindicarla como una herramienta que haga más llevadero el largo confinamiento. Y es aquí donde se debe incidir.
Todos estamos recibiendo estos días una avalancha de contenidos culturales que nos ayudan a soportar el encierro en casa: Películas, música, listado de atractivas lecturas, etc. Pero nada que pueda reemplazar la excepcional vivencia de producir música nosotros mismos, superando con creces el consumo pasivo de cualquier contenido cultural. Debemos concienciar a las familias de todo esto.
En definitiva, proponemos al conjunto de la comunidad educativa musical campañas para sensibilizar que no se debe alterar ni interrumpir la formación musical. A ser posible, las escuelas de música, dependientes de entidades sin ánimo de lucro, deberían beneficiarse de las plataformas y de los recursos que la administración educativa está destinando a los centros de titularidad pública. Pero, sobre todo, la responsabilidad está en los propios centros que deben garantizar, hasta donde sea posible, la continuidad del servicio educativo; y, como no, la implicación del profesorado, el elemento clave en el proceso educativo.
No tenemos ninguna duda de que así será y que esta grave amenaza se superará. Las sociedades musicales resistieron la gran crisis del 2008 de manera sobresaliente y llevamos apoyando durante muchas décadas la educación musical en condiciones de austeridad.
Me comentaba estos días Remigi Morant, vicepresidente de la FSMCV, que el 80 % de las escuelas de música valencianas estaba manteniendo la actividad. Sin duda una magnífica noticia que nos llena de esperanza. El Coronavirus no puede vencernos, más bien al contrario. El curso escolar en nuestras escuelas de música debe proseguir, tal como lo teníamos previsto. ¡La música no puede parar de sonar!
Manuel Tomás Ludeña
Un escalón más en la búsqueda de la solidaridad y de la justicia social, que ha sido desde siempre la alternativa a la exclusión sistemática de los más débiles”
Publicado en por Manuel Tomás
“Es durante los momentos más oscuros cuando debemos centrarnos para ver la luz”.
Aristóteles
Vivimos un momento extraordinariamente complicado. La crisis mundial del Coronavirus está suponiendo una tragedia humana de enormes dimensiones. En apenas unos pocos días, nuestras costumbres y rutinas laborales y personales han quedado totalmente rotas. Las medidas de restricción de los flujos de personas y el obligado confinamiento en los domicilios particulares han creado una imagen jamás imaginada ni siquiera en las películas de ciencia ficción.
En la Comunitat Valenciana, además de las restricciones comunes al resto del país, se da la especial circunstancia de que han coincidido con la celebración de la festividad de las Fallas, un evento identificativo de Valencia mundialmente conocido.
Los valencianos estamos padeciendo, además de la tragedia de la pérdida de vidas y de las consecuencias de la suspensión económica, un impacto emocional provocado por la anulación de nuestra fiesta más universal.
Acostumbrados a vivir con intensidad y júbilo las multitudinarias mascletaes, los vistosos fuegos artificiales y el grandioso espectáculo sonoro de la música por nuestras calles, de repente asistimos atónitos a las calles vacías, los monumentos falleros sin exhibirse y los músicos valencianos recluidos en sus casas sin poder animar con música y fiesta nuestras calles. Un auténtico desastre.
Pero en las situaciones más difíciles la capacidad de reacción y de superación de los seres humanos acaba aflorando. La sociedad valenciana está dando una respuesta cívica y disciplinada a esta situación complicada, desde el heroísmo de los profesionales de la sanidad hasta la actuación del conjunto de profesionales y trabajadores de los sectores estratégicos que se mantienen “al pie del cañón”.
Y no solo eso, además de estas muestras de fortaleza y de solidaridad, también aflora la creatividad y la originalidad de los sectores artísticos y, ¡cómo no!, de los músicos valencianos, cuya fuerza creadora ha acabado fluyendo en el día de la festividad valenciana por excelencia: Sant Josep.
Gracias a una magnífica iniciativa de la Federació de Societats Musicals (FSMCV), millares de músicos valencianos se han asomado a las calles, desde balcones y terrazas, para entonar un canto a la esperanza, para clamar con música que seguimos vivos y con fuerza para continuar. Por unos momentos, todos estos músicos nos han hecho olvidar esta difícil situación. Y nos han recordado varias cosas, una ya conocida: Con música se vive mejor. Aunque estemos confinados entre cuatro paredes, la música nos permite soñar y vivir experiencias de satisfacción personal. Nos ayuda a hacer más llevadera esta tediosa cuarentena. Y no solo eso, la música es un canto a la esperanza, al optimismo y a la alegría en las peores situaciones.
Saldremos más reforzados y seguramente esta experiencia tan dramática nos mejorará a todos. Muchas cosas buenas quedarán en nuestras retinas para siempre. Por encima de todo, las muestras de generosidad y de heroísmo de tantas personas que están en la primea línea de esta batalla. Esperemos que también se recuerde la modesta y simbólica actuación de los músicos valencianos que nos han hecho olvidar por momentos la crisis del Coronavirus y sobre todo nos han dado fuerzas, con su ejemplo, para seguir adelante,
Milagros de la música y, en este caso, una iniciativa acertada y emotiva de nuestro tejido asociativo musical valenciano que, una vez más, ha demostrado estar a la altura de las circunstancias.
¡Gracias por la música!
Manuel Tomás Ludeña
Publicado por entrenandomimusica
👉🏼 ¡IEEEEP Artista Deportista!
🚫 NADIE podrá salir a montar en bici 🚴🏻♂️ o correr 🏃♂️ con fines recreativos.
#YoMeQuedoEnCasa
Muchos me preguntáis si podéis salir a correr, entrenar con la bici…
Es decisión de vosotros Artistas-Deportistas.
(Yo aquí, no me la juego).
Son días de entrenamiento INDOR. (podemos hacer TRX, HIT, Rodillo…)
Los profesionales de la sanidad están agotados y colapsados.
RESPETEMOS y actuemos para prevenir que tengan más trabajo por el virus o demás accidentes y así también, evitaremos la posible propagación del COVID-19 a las personas de riesgo, mayores y de temprana edad.
Os adjunto el artículo que entrará en vigor el próximo LUNES 16/03/2020.
ARTÍCULO 7 del Real Decreto por el que se declara el estado de alarma para la gestión de la situación de crisis sanitaria ocasionada por el COVID-19 🦠
📣 Limitación a la libertad de circulación de las personas.
1. Durante la vigencia del Estado de Alarma los ciudadanos únicamente podrán circular por las vías de uso público para la realización de las siguientes actividades:
a) Adquisición de alimentos, productos farmacéuticos y de primera necesidad.
b) Asistencia a centros, servicios y establecimientos sanitarios.
c) Desplazamiento al lugar de trabajo para efectuar su prestación laboral,
profesional o empresarial.
d) Retorno al lugar de residencia habitual.
e) Asistencia y cuidado a mayores, menores, dependientes, personas con
discapacidad o personas especialmente vulnerables.
f) Desplazamiento a entidades financieras y de seguros.
g) Por causa de fuerza mayor o situación de necesidad.
h) Cualquier otra actividad de análoga naturaleza que habrá de hacerse
individualmente, salvo que se acompañe a personas con discapacidad o por otra causa
justificada
2. Igualmente, se permitirá la circulación de vehículos particulares por las vías de uso público para la realización de las actividades referidas en el apartado anterior o para el repostaje en gasolineras o estaciones de servicio.
3. En todo caso, en cualquier desplazamiento deberán respetarse las recomendaciones y obligaciones dictadas por las autoridades sanitarias.
4. El titular del Ministerio del Interior podrá acordar el cierre a la circulación de carreteras o tramos de ellas por razones de salud pública, seguridad o fluidez del tráfico o la restricción en ellas del acceso de determinados vehículos por los mismos motivos.
Cuando las medidas a las que se refieren los párrafos anteriores se adopten de oficio se informará previamente a con las Administraciones autonómicas que ejercen competencias de ejecución de la legislación del Estado en materia de tráfico, circulación de vehículos y seguridad vial.
Las autoridades estatales, autonómicas y locales competentes en materia de tráfico, circulación de vehículos y seguridad vial garantizarán la divulgación entre la población de las medidas que puedan afectar al tráfico rodado.
Se puede entrenar en casa.
Que no cunda el pánico Artista Deportista.
Hay que respetar este bache.
¡Ánimo! Y ¡COMPARTE!
Por Josep Francesc Almería Serrano
Socio-Consultor de Studio Musicae (www.studiomusicae.es)
Expresidente de la FSMCV
Que el ser humano es un sistema abierto a su entorno próximo y repleto de contradicciones es algo que no nos viene de nuevo a nadie. Tampoco nos sorprende que haya personas con más predisposición que otras para intentar adaptarse, por propia iniciativa, a los cambios que se van sucediendo en nuestra sociedad y en nuestras organizaciones. Todavía menos nos extraña comprobar que hay mucha gente que piensa que las personas son como son, y que no van a cambiar nunca, por muchas exigencias de adaptación que surjan del contexto en donde viven o de las organizaciones que gestionan.
Sin embargo, muchas de estas personas, supuestamente ancladas en el inmovilismo, aluden constantemente al cambio y al progreso de las organizaciones como una forma de desarrollo deseable, sin caer en la cuenta de que, probablemente, cualquier evolución o progreso de tipo estructural en estas organizaciones, o en la sociedad misma, tendrá que ser provocado necesariamente por personas que deberán haber experimentado antes un cambio personal que les motive a este propósito.
Llegados a este punto, podemos asegurar que no hemos visto nunca cambios tan espectaculares, a nivel personal, como aquellos producidos por el impacto de la formación y la información, dos procesos que, obviamente, no son la misma cosa, aunque tengan puntos de solapamiento. La formación es una herramienta de cambio, un potente mecanismo de desarrollo personal que, a su vez, impacta en las organizaciones gestionadas por las personas que se han formado, haciéndolas progresar al compás de su propio crecimiento personal o profesional y de aquellas exigencias que emanan de su entorno próximo.
Hay muchos sectores que demandan a gritos una mayor capacitación de sus gestores y dirigentes. Uno de estos sectores es el de las sociedades musicales españolas, entidades con pocos recursos, fundamentalmente sin ánimo de lucro y que, muchas veces, han de combinar las aportaciones de personas voluntarias con la gestión de algunas personas profesionales, en perfecta armonía, lo que supone una coyuntura nada sencilla. Por este motivo, es imprescindible que las personas que gestionen, dirijan o aspiren a dirigir y gestionar nuestras sociedades musicales adquieran la formación necesaria para hacerlo con solvencia, de forma que se asegure el cumplimiento de sus fines sociales y se garantice su sostenibilidad. No obstante, somos conscientes de las dificultades que entraña la formación, en un mundo regido por la inmediatez, el incremento de las exigencias laborales, la precariedad en el empleo y la escasez de tiempo y de recursos.
Por este motivo, la formación online ha pasado a ser el presente y el futuro de la educación en todos los ámbitos, y cada vez existe una mayor variedad de posibilidades para utilizar herramientas digitales que puedan sustituir o dar apoyo a las clases que se imparten en un aula. No queremos obviar los beneficios que aporta a la experiencia educativa el contacto directo entre el profesorado y el alumnado, pero constatamos que existen ciertas barreras para la formación presencial, por distancia geográfica, falta de tiempo o ahorro de costes, convirtiéndose el e-learning en una alternativa perfecta para continuar formándose.
En principio, la capacidad de especialización de esta modalidad formativa hace que sea prácticamente imposible que no se encuentre un curso a la medida de las necesidades y posibilidades del alumnado. Además, la formación online evita la realización de largos y costosos desplazamientos, ya que tan solo se necesita de una conexión a internet para llevarlo a cabo. Otra de las grandes ventajas de los cursos online es la flexibilidad y amplitud en el calendario de los cursos, así como de los horarios en los que se puede seguir la programación. Existe una gran libertad para decidir cuándo se va a estudiar un tema concreto y cuánto tiempo se le va a dedicar, volviendo sobre los contenidos cada vez que se quiera.
La modalidad de formación online supone la personalización del proceso de aprendizaje, ya que el alumnado dispone de diferentes tutores a los que acceder para realizar sus consultas o resolver dudas. Se dispone de webinars en directo, cuyas grabaciones podrán ser consultados posteriormente, textos, artículos y otros materiales escritos de soporte, acceso a foros y chats con el alumnado y el profesorado e, incluso, la posibilidad de concertar videoconferencias individualizadas para el tratamiento de temas específicos.
Por otra parte, la formación online genera redes de contactos entre el alumnado de un mismo curso, para el intercambio de experiencias que, de otra forma, sería harto difícil obtener, así como para generar nuevas oportunidades de empleo y formación en diferentes ámbitos de interés del alumnado.
Finalmente, cabe destacar que, desde una entidad asociativa como la Confederación Española de Sociedades Musicales, se promuevan acciones formativas online dirigidas a sus entidades asociadas, ya que esto ayudará a mejorar las competencias de las personas gestoras y dirigentes e incrementará su empleabilidad, lo que con toda seguridad redundará en la mejora del modelo de gestión y en la sostenibilidad de las propias sociedades musicales.
Por José Miguel Ibáñez Lax, AAM Yecla.
Una pregunta compleja y realmente difícil de contestar, porque además de su complejidad, seguro que habría una respuesta por cada una de las escuelas de música; según su tipología, pueden ser públicas o privadas, estar situadas en ciudades grandes o pequeñas, gestionadas por los Ayuntamientos, las sociedades musicales, por los propios profesores, etc.
Yo hoy voy a centrarme en lo que realmente conozco, y de lo que con el paso del tiempo he observado que es beneficioso para el funcionamiento de una escuela de música, puesto que llevo trabajando en una de ellas desde el año 1995.
En primer lugar remarcar que, como ya dije al principio, no hay ningún sistema ni mejor ni peor, sino el método que cada centro por sus propias características se ha ido creando, siempre que por supuesto este funcione.
Dentro de un centro educativo como es una escuela de música nos encontramos con varias partes implicadas: profesores, alumnos, padres, gestores; todos ellos son importantes para que todo se desarrolle correctamente, cada uno tiene su responsabilidad para que el proyecto funcione correctamente, así como sus derechos y por supuesto sus obligaciones.
Para que todo se desenvuelva con normalidad y se obtengan los resultados más óptimos, a las personas implicadas se les debe de dotar de los medios adecuados para que se cumplan los objetivos planteados como fines principales de la escuela de música.
Quizás este es uno de los dilemas más peliagudos con el que nos podemos encontrar, sobre todo si como es nuestro caso somos una “academia” de una sociedad musical. Hay que determinar entre centrar la enseñanza que impartimos en instrumentos específicos para las bandas de música o abrir nuestra enseñanza a otro tipo de instrumentos que no formarán parte de la plantilla de dichas agrupaciones.
Desde nuestra experiencia, y tuvimos la misma duda hace ya algunos años, esto fue lo que se decidió. Pero para entenderlo mejor primero les vamos a explicar cómo está constituida nuestra Escuela. Pertenecemos a una Sociedad Musical que desde el año 1974 hasta 1994 mantuvo una academia en la que se podía estudiar instrumentos enfocados a ingresar en la Banda, asimismo el Ayuntamiento tenía su propia Escuela Municipal donde se impartía piano y solfeo. En el año 1995 y tras conversaciones con el Ayuntamiento, y reconocer que éramos las personas más preparadas para ello, se firmó un Convenio entre ambos por el que ambas escuelas se fusionaron en una que fue gestionada totalmente por nuestra Sociedad Musical.
Desde el primer momento vimos que no podíamos centrarnos en ofrecer solamente la posibilidad de enseñar, además del Lenguaje Musical, instrumentos de viento-madera, viento-metal y percusión, entre otras cosas porque aunque la directrices del centro las marcábamos nosotros ya no era sólo nuestra academia para la banda sino que era la escuela de música de toda la ciudad, y por tanto nos abrimos a otras especialidades que nos demandaba la sociedad, como piano, guitarra, cuerda, y con posterioridad, y debido a la demanda que nos iban solicitando los jóvenes de la localidad se creó el Aula de Música Moderna donde poder estudiar instrumentos como guitarra y bajo eléctrico, batería, teclado, combos, composición de canciones, producción musical…, con sus correspondientes teóricas; y hace algunos años, también tras una fuerte demanda, se implantó la asignatura de canto.
Asimismo desde los inicios nos planteamos que la enseñanza que se ofreciera desde nuestra Escuela, no sólo estuviera enfocada para personas cuyo objetivo fuera dedicarse profesionalmente a la música continuando sus estudios en Conservatorios, sino por el contrario que estuviese abierta a todo el mundo que quisiera acercarse a este bello arte, desde los niños de 3 a 7 años a través de Música y Movimiento, y hasta grupos para Adultos, y por supuesto para cualquier alumno que simplemente deseará aprender música como parte de su formación personal, aprendizaje que como todos ustedes sabrán aporta una gran cantidad de aspectos positivos: disciplina, responsabilidad, trabajo en equipo, solidaridad, respeto, inclusión, etc.
Para conseguir que todo esto llegara a buen puerto necesitábamos varias cosas. Un claustro de profesores motivado e implicado con nuestra filosofía, para lo que desde el primer momento estuvo claro que para conseguirlo lo primero que había que darles era una estabilidad laboral. Todos nuestros trabajadores, profesores y personal auxiliar, han contado desde el primer día con su contrato de trabajo; la mayoría de ellos llevan con nosotros más de 15 años, incluso algunos algo más, lo que les hace estar totalmente implicados en el proyecto. Para su elección, además de su formación, siempre que ha sido posible hemos contado con personas de nuestra ciudad, y en muchos casos los mismos alumnos que han empezado estudiando en el centro han vuelto al mismo como profesores, con lo que damos un gran sentido a nuestro proyecto.
También ha sido prioritario el tema de las instalaciones, tras estar durante varios años en diversos locales no lo suficientemente apropiados, sobre todo por el tema de la acústica y el espacio, y después de años de dialogo con las autoridades locales, y ante el aumento de alumnos que se producía curso a curso, nuestro Ayuntamiento decidió construir una nueva Escuela de Música, para lo cual desde el primer momento contaron con nuestra opinión y consejo para que de esta manera fuera lo más practica y funcional posible. Puesto que para que tanto el profesor como el alumno consigan el mejor rendimiento, necesitan: aulas amplias, aulas de estudio, salas de ensayo para las diferentes agrupaciones (banda titular, banda escuela, orquesta de cuerda, coro, combos, etc.) una sala de audiciones donde poder mostrar a los padres, amigos, familiares, socios, etc, el trabajo que durante el día a día se realiza. Además de esto que suele ser lo más básico e imprescindible actualmente también contamos con vestíbulo, conserjería, cafetería, biblioteca, almacén….
Otro pilar fundamental es el de dar la oportunidad de interpretar su música a los propios alumnos y profesores, para lo cual desde al año 2002 creamos un Ciclo de Conciertos, donde los auténticos protagonistas somos todos, desde los propios músicos que los ofrecen, dándoles una oportunidad de tocar ante el público que en otras circunstancias sería muy complicado; a los demás miembros del centro a los que se les ofrece la posibilidad de asistir a estos conciertos en directo y de forma gratuita; al resto de la sociedad a la que invitamos a asistir a dichos conciertos donde mostramos el fruto de nuestro trabajo.
Por supuesto no todo ha sido un camino de rosas, hemos tenido que probar, improvisar, inventar, fracasar, volver a probar, muchas veces. En definitiva, y volviendo a incidir que cada Escuela es un ente propio y tiene su situación y sus propias circunstancias, me he expresado simplemente desde mi experiencia, yo no soy músico profesional, estoy más relacionado con la gestión, que es lo que nos ha funcionado bien a nosotros.
Manuel Tomás Ludeña, 10/02/2020
La cuestión de la despoblación del mundo rural entra cada vez con más fuerza en el centro de la agenda y del debate político en nuestro país y también en la Comunitat Valenciana. Es una preocupación al alza para los ciudadanos. Todos somos conscientes ya de las enormes repercusiones que este fenómeno tiene para nuestro futuro, la sostenibilidad del estado del bienestar y la ecología de nuestro territorio.
Recientemente, se ha constituido la Agencia Valenciana Antidespoblamiento y el programa AVANT y se están destinando líneas de subvención y ayudas directas a municipios con riesgo de padecer el despoblamiento. Se estima que tenemos 143 pueblos con riesgo de despoblación y durante las últimas seis décadas han desaparecido muchos en la Comunitat Valenciana.
Entre los motivos que originan este fenómeno, es evidente que el mayor de todos ellos es la dificultad que tiene la gente joven para encontrar un empleo y acceder a los servicios de calidad del estado del bienestar (sanidad, educación, etc.) en estas zonas. Revertir esta situación es complicado y, por lo visto, no es fácil acertar en la implantación de políticas que obtengan resultados con rapidez. Más bien, al contrario.
Ya metidos en el terreno cultural, las desigualdades entre estos ciudadanos en función del lugar donde se resida son muy grandes. De hecho, la oferta cultural se concentra mayoritariamente en los núcleos urbanos. Y uno de los objetivos esenciales de cualquier política cultural debería ser garantizar el acceso a la cultura a toda la ciudadanía, con independencia de donde viva y cual sea el nivel de su renta. Si esto no se consigue, se genera una desigualdad.
En estos momentos, se barajan muchas líneas políticas, todas ellas necesarias y sensatas: Incrementar la inversión en esas zonas, garantizar los servicios básicos, mejorar las redes de comunicación, permitir el acceso a internet en todos los puntos del territorio, potenciar el turismo rural, etc. Proponemos desde aquí una línea política que entendemos que debe explorarse, ya que estamos convencidos de que reportará importantes beneficios: Potenciar las sociedades musicales y los servicios integrales que ofrecen.
Pongamos al alcance de estos ciudadanos, además de un centro sanitario y de una escuela, también una sociedad musical. Y los beneficios serán enormes. Una sociedad musical ofrece de manera combinada tres servicios esenciales: Un proyecto educativo de carácter musical que supone futuro laboral y
Un proyecto educativo musical mejora la calidad de vida en común Share on X Las sociedades musicales tienen una gran capacidad para vertebrar el territorio Share on Xformativo, un proyecto cultural que permite disfrutar de conciertos y de una interesante oferta cultural/musical y un proyecto social que mejora la calidad de vida en común compartiendo vivencias y experiencias. No olvidemos que los locales sociales (los casinos de toda la vida) son en muchas poblaciones centros neurálgicos de relaciones humanas.
Con ello, también estaremos involucrando en esta tarea a la sociedad civil y conseguiremos la tan ansiada colaboración público/privada que actuará como una palanca de cambio para rentabilizar los recursos públicos que se destinen.
Y no creo que sea tan difícil ni tan caro. Proponemos identificar esas zonas y subvencionar al 100% los estudios en nuestras escuelas de música de los educandos de estas comarcas, o incluir criterios a la hora de dar subvenciones y ayudas a aquellas escuelas de música ubicadas en zonas con riesgo de despoblación.
Demos ayudas para la contratación de los directores, para la compra de instrumentos y también para el mantenimiento de los locales sociales y dejemos que las sociedades musicales vayan poco a poco haciendo lo que mejor saben. Seguramente los resultados serán espectaculares en pocos años. Un conocido mío dice siempre: «Las sociedades musicales son como el rey Midas, todo lo que tocan lo convierten en oro». Pues eso mismo. Y detrás de todo esto, como catalizadora, la FSMCV que aglutina con mucho éxito a todo el colectivo.
Muchas de estas líneas ya se llevan a cabo, pero lo novedoso podría ser vincularlas como una «terapia diana» contra la despoblación.
Las sociedades musicales tienen una gran capacidad para vertebrar el territorio, para establecer anclajes con el tejido social y, sobre todo, son una oportunidad para dar mayor significatividad a la vida de las personas. Si uno contempla el día a día de una sociedad musical, encontrará a jóvenes que acuden a estudiar un instrumento, personas jubiladas que acuden a ensayos y conciertos o que forman parte de las juntas directivas y se dedican a su banda en régimen de voluntariado… Es difícil encontrar algo así. Montarlo ex novo en un territorio sería un esfuerzo descomunal, pero preservarlo y cuidarlo es más factible.
Miremos el caso del pueblo de Higueruelas en la Serranía; por cierto, una comarca aquejada del mal de la despoblación. El alcalde de Higueruelas, Melanio Esteban, toca la tuba en la banda y lo tiene muy claro, como declaraba recientemente en un medio de comunicación: «Los vecinos que residen en Valencia y no quieren perder el vínculo con el pueblo nos matriculan a sus hijos en la escuela de música y vienen los fines de semana a las clases».
La banda ensaya estos fines de semana y está formada por más de 40 músicos, acude a certámenes, ha ganado alguno, mantiene una actividad más que aceptable y, sobre todo, consigue vincular a muchos jóvenes con la vida social del pueblo. Un dato curioso, su escuela de música tiene 38 alumnos, el doble que el colegio rural agrupado de Higueruelas. ¡Menudo dato!
Sin duda, una historia de éxito, una buena práctica extensible a otras localidades. Y allí donde no sea posible en un estadio inicial, estas escuelas de música podrían gestionarse desde la propia administración local con la ayuda de la FMSCV u otro tipo de gestión indirecta o externalizada.
En fin, ideas hay muchas, posibilidades también. La cuestión es creer en ellas, desarrollar políticas y gestionarlas muy bien para conseguir que nuestras sociedades musicales supongan una herramienta efectiva para mantener la vida social, cultural y educativa de nuestros pueblos en peligro de extinción.
Nada es fácil, pero mejor así, porque hace que sea más apasionante.
Fuente y publicado el por Manuel Tomás
Los profesores/as de música iniciamos nuestra andadura elaborando las programaciones didácticas que nos exigen para superar los procedimientos de ingreso a la función pública. Y no solo eso, a lo largo de nuestra trayectoria profesional, las programaciones didácticas son el documento que utilizamos para planificar la acción docente en el aula. Así pues, mal que nos pese, este documento nos acompaña el resto de nuestras vidas.
Durante más de veinte años, he tenido la oportunidad de enseñar a cientos de opositores a redactar este documento y después, en el ejercicio de mi cargo como director de un conservatorio de música, tuve la responsabilidad de exigir, supervisar y asesorar a mis compañeros cuando las tenían que elaborar. Ello me ha permitido analizar cómo afrontamos este proceso.
Acostumbrados, durante la época pre/LOGSE, a elaborar aquellos sencillos programas de estudio con los que planificamos nuestras enseñanzas, la exigencia de las administraciones educativas para redactar un documento nuevo fue percibida por el profesorado como una carga burocrática sin ningún sentido, una auténtica “maldición bíblica”. Y así seguimos en cierta manera, aunque las cosas han ido cambiando y evolucionando. Las nuevas generaciones de profesores han ido modificando esta actitud, aumentando su capacidad para planificar adecuadamente las enseñanzas.
Pasar del programa de estudios a la gestión del currículo ha sido un camino lleno de espinas. Y aún queda algo de todo aquello.
Desde siempre me he considerado un militante a favor de la planificación educativa y he percibido este proceso como una oportunidad y no como una amenaza. Creo firmemente que debemos asumir su elaboración con la máxima seriedad.
De hecho, uno de los elementos de calidad de un centro educativo, con independencia de las enseñanzas que imparta, residirá siempre en su capacidad para plasmar de manera explícita un proyecto educativo y unas programaciones didácticas que definan su personalidad pedagógica y didáctica. Las ventajas son muchas, citemos solo algunas:
- Las programaciones permiten registrar nuestras decisiones y evaluar mejor nuestra acción docente.
- Son un elemento de transparencia ya que permiten comunicar al conjunto de la comunidad educativa nuestras decisiones curriculares.
- Representan una herramienta de investigación muy efectiva.
- Pueden representar una oportunidad de trabajo en equipo y avanzar en la interdisciplinariedad.
- Y muchas más.
Sin embargo, no es fácil concienciar a los jóvenes opositores de su verdadera utilidad ni tampoco al profesorado experimentado de nuestros centros. Por este motivo, en muchos casos, las programaciones acaban abandonadas en el cajón del armario del aula y su utilidad queda reducida a cumplir un trámite exigido en la normativa sin que aquello suponga una medida real de calidad educativa.
Evidentemente, existen muchas causas para explicar por qué se produce esto. A veces, observamos una cierta comodidad del profesorado que prefiere ahorrarse la redacción de este documento. Digamos las cosas por su nombre y el que no haya pensado y actuado así alguna vez que levante la mano.
Pero, sobre todo, el verdadero motivo de este rechazo se encuentra, a mi entender, en la incapacidad para explicar al profesorado su verdadera utilidad y también que no hemos sido capaces de elaborar modelos específicos que sirvan “de verdad” en nuestros centros singulares. Y no es fácil. Pero si lo logramos, las programaciones saldrían del rincón del olvido para convertirse en una herramienta útil.
Hace bastantes años leí un magnífico artículo de Maravillas Corbalán en la revista Música y Educación que abordaba este “problema”. En ese artículo se defendía una tesis muy sensata: Las programaciones didácticas en la enseñanza de las especialidades instrumentales deben tener unas características propias y diferenciadas de los modelos vigentes en las enseñanzas de régimen general con los que nos han “bombardeado” durante muchos años. Y explicaba este hecho singular nuestro.
- La organización de las clases de instrumento en los conservatorios de música es individual, una especificidad exclusiva en el sistema educativo. Y lo más relevante: Cada alumno tiene un ritmo de aprendizaje individual y, ¡atención!, también imprevisible.
Así pues, muchas decisiones curriculares van a tener que adaptarse a cada alumno. ¿Qué sentido tiene plasmar previamente una decisión que la realidad de cada alumno va a dejar desactualizada en el primer minuto? La flexibilidad debe ser su principal característica y una programación didáctica nunca debe convertirse en una especie de camisa de fuerza.
- En las especialidades instrumentales, los contenidos de nuestras asignaturas son de carácter “procedimental”. En román paladino, hay mucha práctica y poca teoría. La adquisición de un procedimiento tiene elementos muy “imprevisibles”. ¿Sabemos a ciencia cierta lo que tardará en adquirir un alumno un proceso tan complicado como el desarrollo del estacato? La experiencia nos dice que esto no obedece a ningún patrón; al contrario, cada alumno muestra una repuesta diferenciada. ¿Tiene sentido elaborar modelos de programaciones cerradas?
- A diferencia del resto de enseñanzas, compartimos con nuestro alumno una hora de clase semanal. Después, cada uno de ellos debe dedicar un tiempo de estudio individual de manera autónoma en sus propias casas. Por ello, nuestra tarea no solo es planificar las clases y organizarlas muy bien, sino dotar al alumnado de las suficientes estrategias de autoaprendizaje y la creación de hábitos de estudio continuado. De ello dependerá en gran medida el éxito de nuestra planificación.
- Por último, las unidades didácticas tradicionales no nos sirven, es mejor utilizar unidades llamémoslas “temáticas” donde las decisiones sobre su temporalización sean de naturaleza diferente. Una unidad didáctica que aborde “el vibrato” o “los diferentes golpes de arco” no puede ser temporalizada y acotada en un periodo de tiempo… Pongamos otro ejemplo: Un contenido como “el dominio de las articulaciones” en los instrumentos de viento aparece desde el primer curso de las enseñanzas elementales y se mantiene hasta los últimos cursos de las enseñanzas superiores. Mucho mejor es decir que se trabajarán durante todo el curso y que el tiempo dedicado a su enseñanza dependerá del ritmo individual del alumno. Porque las necesidades de cada alumno van a variar, sí o sí.
No nos equivoquemos, a todos nosotros, educados más como artistas que otra cosa, confeccionar una programación nunca será algo que realizaremos con alegría, no forma parte de nuestro ADN, al contrario. Pero como dice José Mota, “si hay que ir, se va; pero ir pa ná, mejor no ir”.
En nuestros cursos no solo enseñamos a nuestro alumnado a confeccionar estos documentos tal como los exige la convocatoria. También queremos que aprendan a utilizarlos de manera efectiva durante su vida profesional. No es fácil, pero lo intentaremos.
Manuel Tomás Ludeña
Fuente y publicado en por Manuel Tomás
Que las sociedades musicales valencianas son también un motor de desarrollo económico en la Comunitat Valenciana es algo totalmente aceptado, sobre todo a partir de los trabajos e investigaciones del profesor Pau Rausell, que ha analizado con rigor y acierto este fenómeno. A los increíbles beneficios educativos, culturales y sociales que aportan estas entidades tan singulares, añadamos otro más: la prosperidad económica y la empleabilidad de los músicos valencianos.
La realidad se muestra ante nuestros ojos meridianamente clara. El primer elemento de profesionalidad que nuestras sociedades musicales incorporaron fue la figura del maestro/director. Las referencias a la remuneración de estos profesionales aparecen desde el mismo momento en que surgieron las sociedades musicales allá por el siglo XIX. O bien un músico más aventajado o bien recurriendo a la contratación de alguien externo, se ha remunerado siempre, más o menos, a un director. El hecho es que, en la actualidad, tenemos más de 500 profesionales obteniendo ingresos importantes por su labor al frente de la dirección artística de las sociedades musicales. Es difícil encontrar un territorio donde las oportunidades para estos profesionales sean tan grandes. Y estos ingresos no proceden directamente de las arcas públicas.
Siguiendo con este análisis, las sociedades musicales buscan la excelencia y la calidad de sus directores musicales conscientes de lo mucho que hay en juego. Son mano de obra altamente cualificada que tienen importantes responsabilidades. Se acepta que deben tener una importante remuneración, algo que no han conseguido, por ejemplo, los directores de las escuelas de música. Pero esto es otra historia.
Durante bastante tiempo, la mayoría de estos directores no han tenido una formación específica, muy pocos han cursado y obtenido la titulación de Dirección. Su formación había sido autodidacta, comenzaron dirigiendo bandas modestas, adquiriendo experiencia, prestigio y obteniendo sobre todo resultados. Los triunfos en los certámenes competitivos eran la credencial más importante para seguir mejorando el estatus. A todo ello ayudó y ayuda la categorización de nuestras sociedades musicales en función de la cantidad de plazas de músicos y la asignación a las diferentes categorías de los certámenes. Una estratificación que visualiza claramente una carrera vertical para nuestros magníficos directores. Así, un director de la Sección de Honor (o sea Llíria, Cullera, Buñol y algunas más) será de una gran categoría, por norma general. Los directores que empiezan deberán dirigir bandas de música de categorías inferiores. ¡Qué sistema más natural, espontáneo y tremendamente efectivo hemos creado, casi sin darnos cuenta! Los milagros siempre aparecen cuando se trata de nuestras sociedades musicales.
Muchos de los grandes directores valencianos se iniciaron profesionalmente trencant la mà con nuestras bandas. Nombres como los directores de la Banda Municipal de Valencia Pablo Sánchez Torrella, Rafael Sanz Espert y afamados directores de orquesta como Manuel Galduf, García Navarro, Cristóbal Soler, Álvaro Albiach, etc. tuvieron en nuestras bandas magníficas plataformas para el aprendizaje práctico de su profesión. Empezaron por las bandas más modestas, continuaron con las más “importantes” para posteriormente dar el salto a la profesionalización. Esto lo hacen en Alemania o en Venezuela y todavía no habríamos parado de aplaudirles, pero lo hacemos aquí y todo parece muy natural, como si no costara nada. ¡Ya sabemos cómo somos!
Durante mucho tiempo, estos directores eran a su vez profesionales de bandas, orquestas y conservatorios que, pluriempleados, obtenían unos ingresos extra. Otros, por el contrario, dirigían varias bandas más modestas lo que les permitía vivir con cierta solvencia. En definitiva, todo un nicho de empleabilidad muy importante.
Pero jamás hicimos nada para formar adecuadamente a estos profesionales ni siquiera ajustar sus competencias a las necesidades de los empleadores (los responsables de las sociedades musicales). Incomprensiblemente, nuestros conservatorios públicos jamás han incorporado estudios reglados de dirección de banda. Ni nadie hemos diseñado itinerarios formativos que enseñen a estos directores, no solo la técnica general de dirección, sino también a sacar el máximo rendimiento trabajando con voluntarios, a dirigir y coordinar una escuela de música, a entender el funcionamiento de una sociedad musical. En resumen, a ejercer con excelencia y éxito la dirección musical de nuestras sociedades musicales.
Y la verdad es que nos hemos regulado bastante bien, aunque el modelo admite importantes mejoras. Nos encontramos ante otra historia clara de éxito: la formación de magníficos profesionales de la dirección que tuvieron en nuestras modestas sociedades musicales una oportunidad de prepararse de manera intuitiva pero tremendamente práctica.
Ha llegado la hora de que mejoremos esta situación, de que articulemos importantes acciones de formación colaborando todos juntos y potenciando el modelo. Si formamos mejor a estos directores, los auténticos líderes de nuestras sociedades, mejorarán nuestros proyectos, la calidad artística de nuestras agrupaciones, el clima organizativo, etc. Y también evitaremos conflictos. No nos engañemos, cuando el maestro no actúa bien, la fricción de poder con la junta directiva o con los mismos músicos origina la crisis del proyecto y la división. Por ello, hay mucho en juego.
En definitiva, los músicos valencianos tienen, en el ámbito de la dirección, una magnífica oportunidad para desarrollar una carrera profesional sostenible, bien remunerada y con importantes alicientes de prestigio y de promoción personal. El carisma de muchos ellos les acaba convirtiendo en auténticos mitos en algunos casos. Pregunten en Llíria por los maestros Malato y Varela, o en Benaguasil por el maestro Peñarrocha, o en Manises por el maestro Micó. La lista es interminable.
Formemos a estos profesionales de manera adecuada y tomemos conciencia todos de la oportunidad de desarrollo y de empleabilidad que esto representa en nuestra Comunitat y en toda España. ¿No es maravilloso?
Manuel Tomás Ludeña
Confederación Española de Sociedades Musicales
C/ Blasco Ibáñez, 25-A, Bajo – 46691 – Vallada (Valencia)
Inscrita en el Registro Nacional de Asociaciones con número 1670 en la Sección Segunda
Para publicar: comunicacion@coessm.org
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