Artículos externos de la Confederación

La sensibilidad de las personas hacia sus congéneres, el deseo de dejar plasmado el recorrido vital e histórico de grandes seres humanos, reales o nacidos en la literatura, se ha manifestado a lo largo de la historia en las diferentes ramas artísticas.

24 junio, 2021 Escrito en diapason

Lo hallamos en: Retratos de grandes personalidades políticas, religiosas o del ámbito de la cultura o la ciencia, incluso en ocasiones, personajes ficticios o mitológicos que ensalzan potentes características humanas. Relatos escritos o de tradición oral que subrayan los episodios más importantes y trascendentes de la vida denotables figuras, en ocasiones hiperboladas. Narración teatral o cinematográfica que visibiliza de una manera vívida la trayectoria en mayor o menor recorrido temporal de los personajes. La música, a través de la ópera, el ballet o música instrumental de mayor o menor formato, no queda al margen de ese anhelo representativo de historias vividas,mas, siendo un lenguaje abstracto, se antoja más complejo. Sin embargo, las características descriptivas de nuestro arte nos dan las herramientas para retratar con sonidos los relatos más apasionantes de los personajes de la historia.

En ocasiones se produce una simbiosis entre las artes y el hecho narrativo, histórico, pictórico y musical, multiplica su proyección, como es el caso de la obra El entierro del Conde Orgaz, compuesta por Alexander Comitas.

El entierro del Conde Orgaz, Banda Amigos de la Música de Yecla. Dirige Ángel Hernández Azorín.

La ópera ha representado tanto a personajes históricos, mitológicos como a personajes de la literatura como Dido y Eneas de Purcell; Rinaldo inamorato de Francesca Cacini; Jerjes y Julio César de Händel; La Clemencia de Tito, e Idomeneo, rey de Creta de Mozart; Céfalo y Procris de Jacquet de La Guerre; Fidelio de Beethoven; Aida, Macbeth y Otello de Verdi; Moisés en Egipto y Guillermo Tell de Rossini; Carmen de Bizet; Boris Godunov de Mussorgsky; Dafne y  Salomé de Richard Strauss; Tristán e Isolda, Rienzio Parsifal de Wagner; Fausto de Gounod; El príncipe Igor de Borodin; El castillo de Barba azul de Bartók o Fausto y Helena de Lili Boulanger, entre otros.

A pesar de no contener representación escénica, que aporta una perspectiva visual, en oberturas, sinfonías, cantatas y poemas sinfónicos también hallamos el retrato musical. La sinfonía Heroica de Beethoven fue llamada en primera instancia Napoleónica, hasta que el compositor quedó defraudado con el dictador, Tchaikovsky también hace referencia a Napoleón en la obertura 1812.En la obra de Beethoven encontramos las oberturas Egmont, Leonora o Coriolano; Richard Strauss nos ofrece Til Eulenspiegel y Don Juan; Rebeca Clarke a Morpheus. Berlioz escribió las oberturas Los Troyanos, Rob Roy y la cantata Cleopatra. Romeo y Julieta ha sido musicado por Tchaikovsky, Prokofiev, Berlioz o Gounod. Don Quijote por Telemann, Massenet, Richard Strauss, Ravel, Ibert, Guridi o Gerhard. Orfeo por Monteverdi, Gluck, Liszt,Stravinsky o Sofía Gubaidulina. Hamlet por Tchaikovsky, Liszt y Shostakóvich.

El Olimpo de los Dioses. Óscar Navarro. Unión Musical Godelleta. Dirige Jesús Perelló.

Desde un punto de vista técnico, al plantear la representación musical podemos recurrir a sonoridades asociadas a un contexto histórico, ritmos de batalla o fórmulas rítmicas que generan agonía, melancólicas melodías que muestran bien nostalgia, bien amor; armonías consonantes o disonantes que confrontan los estados de ánimo, timbres que asemejan voces o describen paisajes a través del color instrumental, la masa sonora que nos puede transmitir soledad o comunidad… Recordemos el poder de la Retórica, expresado siglos atrás, con la que los músicos barrocos otorgaban a los compositores la responsabilidad de hacer comprensibles las obras para el público. En el traspaso de la teórica narrativa a la musical, las figuras retóricas aportan a determinados elementos musicales una función descriptiva. Por ejemplo:

Anabasis, línea melódica ascendente identificada con la exaltación o felicidad.

Catabasis, línea melódica descendente identificada con la depresión, tristeza o desasosiego.

Abruptio, interrupción súbita que transmite exaltación.

Anáfora, repetición de un fragmento musical al inicio de diferentes pasajes asociado al desprecio, la crueldad o el enfado.

Articulus, Separación de notas de semibreve o breve asociada a la vehemencia.

Exclamatio, amplio salto interválico que en caso de ser ascendente genera felicidad y en caso de ser descendente, genera tristeza.

Hipérbole, polarización de la voz hasta un extremo, generando tensión.

Interrogatio, ascenso al final de la frase.

Multiplicati, la repetición de una célula musical que crea ansiedad.

Pasusduriusculus, movimiento melódico de segunda menor, preferentemente cromático, representa sufrimiento al ser descendente.

Quinta superflua, intervalo de quinta disminuida que transmite tristeza.

Saltusduriusculus, salto mayor de una sexta, habitualmente la séptima disminuida, encarna infelicidad y lamento.

Suspiratio, silencios a modo de suspiros que simbolizan pena o deseo.

A pesar del paso del tiempo, estas figuras retóricas continúan en la memoria colectiva y se perciben constantemente en la música cinematográfica. La música sinfónica o de banda musical hace constantemente eco de las bandas sonoras, consiguiendo que veamos, a través de nuestros oídos, las imágenes y sensibilidades de la pantalla.

La lista de Schindler, John Williams. Unión Musical de Godeleta. Dirige Alexis Calvo. Violín solista Vicente Balaguer. Corno solista Jesús Perelló Fuster.

El repertorio de Banda explota las características tímbricas, las combinatorias en la masa sonora, bucea en la infinitud del lenguaje de la percusión, va más allá del uso tradicional los instrumentos incorporando el ruido de llaves, el aire a través de los instrumentos e incluso la voz humana a modo de susurro, de cántico o de gritos, como un instrumento más.

Dragut el pirata, Ferrer Ferrán Banda Sinfónica AAMY. Dirige Ángel Hernández Azorín.

Nostradamus, Otto M. Schwarz. Banda de música CSM Málaga Dirige Silvia Olivero.

Entre los compositores de música de banda se encuentran frecuentes inspiraciones en la narración de episodios de vidas de personajes concretos o comunidades humanas.Como ejemplo Ferrer Ferrán: Eolo el Rey, Don Quijote, Magallanes, Juana de Arco, Salomón. Otto M. Schwarz: Leonardo, Nostradamus. Óscar Navarro: Don Enrique de Guzmán, El Olimpo de los Dioses. Amparo Edo Biol: Cleopatra. Philiph Sparke: Los Vikingos, Invictos, Los pioneros. Alfred Reed: Othelo, Punchinelo. Bert Appermont: Ivanhoe; Jan Van der Roost: Espartaco, Sinfonía Hungárica: Atila-Árpad-István; Jacob de Haan: Diogenes; Pascual Vilaplana: Jéssica y Crusllan.

Juana de Arco, Ferrer Ferrán. Banda de música CSM Málaga. Dirige Silvia Olivero.

El retrato musical nos ofrece la oportunidad de aprehender el alma de los retratados a través de la abstracción musical y ofrecerla al público narrando, con los elementos de lenguaje de la música, en el desarrollo de la construcción de la estructura de la obra, una fotografía en movimiento que nos permite ver con los ojos cerrados y viajar en el tiempo.

Silvia Olivero.

“La vida sin música sería muy aburrida” esta es una frase muy repetida entre el alumnado de Música y Movimiento, y no pueden llevar más razón.

La asignatura de Música y movimiento se realiza en las instalaciones de la escuela de la Asociación Amigos de la Música de Yecla para niños y niñas de entre los 3 a 7 años de edad. Podríamos enumerar la larga lista de objetivos que cada año el profesorado se propone a principio de curso.

Sin embargo, nuestro principal objetivo es acercar la música a los más pequeños a través de la gamificación, término que se está haciendo muy popular dentro de la escena educativa. La gamificación es una técnica de aprendizaje que traslada la mecánica de los juegos al ámbito educativo-profesional, con el fin de conseguir mejores resultados a la hora de adquirir nuevos conocimientos, potenciar determinadas habilidades o bien recompensar acciones concretas, entre otros muchos objetivos.

En otras palabras, nuestro propósito es despertar entre los alumnos y alumnas la curiosidad, el interés y el amor por la música.

17 junio, 2021 Escrito en diapason

Dadas las circunstancias actuales, nos sentimos muy orgullosos y agradecidos de haber tenido la oportunidad de continuar un año más nuestro compromiso con esta asignatura, y aún más importante, con nuestro alumnado. En esta era digital, las clases presenciales servían de vía de escape para muchos principiantes musicales, que conocían de mano de sus profesores la belleza de la música. Por ello, la pandemia fue un revés tanto para alumnos, como para profesores. Echar la vista atrás no es tarea fácil, pero creemos que es necesario para poder apreciar el esfuerzo que como sociedad hemos realizado.

Todo empezó un 12 de marzo de 2020, cuando a pesar de tener nuestras puertas abiertas, muchos consideraron que debido a la expansión de la pandemia era mejor quedarse en casa. Ese fue el primero de muchos gestos de responsabilidad que padres y madres realizarían, que hoy apreciamos pero que por aquel entonces nos dejó con una sensación de incertidumbre y tristeza. Solo dos días más tarde entraríamos en el estado de alarma que ha durado más de un año. Durante los primeros 15 días de confinamiento la Escuela de Música, como todos los lugares no considerados como actividad esencial, permaneció cerrada. Todos manteníamos la esperanza de que a partir de esas dos primeras semanas se restableciera la normalidad, pero lamentablemente no fue así.

Ante esta situación, el profesorado y la directiva se pusieron manos a la obra para encontrar la manera de hacer llegar la música a los hogares de nuestros estudiantes. Así fue como se establecieron tareas semanales a través de aparatos electrónicos que la mayoría de las familias tienen en casa, y con los que, siendo realistas, los más pequeños se defienden a la perfección. Todas las semanas, el cuerpo educativo se reunía telemáticamente para pensar en actividades que fueran sencillas de llevar a cabo a la par que entretenidas y didácticas. La verdad que no fue una tarea nada fácil ya que, si no recordamos mal, fueron de 2 a 3 actividades durante unas 16 semanas, para cada nivel de alumnado; es decir, un total de 10 a 15 actividades semanales.

Algo que teníamos muy claro era la intención de mantener la esencia de la asignatura de Música y Movimiento. Las actividades no eran obligatorias y los alumnos podían elegir cual hacer. También se hizo así a la hora de las correcciones: los vídeos se enviaban a través del aula virtual y los profesores no podían más que apreciar el esfuerzo de todos y cada uno de sus alumnos. Los mensajes de ánimo y agradecimiento parecían quedarse cortos ante la alta participación, algo que nos dio fuerzas para seguir creyendo en el poder de la música a pesar de la pandemia.

Después de dos meses de encierro y desconcierto, llegó mayo y la esperanza de volver a las clases presenciales se materializó gracias al trabajo y esfuerzo del director de la Escuela, Ángel Hernández. La vuelta al aula se propuso bajo unas condiciones mínimas de seguridad e higiene para todos los integrantes de la escuela. Se decidió así que 6 sería el número máximo de alumnos por aula, entre los cuales habría una distancia de 2 metros. Además, se instalaron pantallas de seguridad y se impuso la mascarilla como prenda obligatoria. Todas estas medidas fueron explicadas al detalle a través de un vídeo en nuestro canal de YouTube de la mano de algunos de nuestros profesores.

Nuestras ganas de retomar las clases eran inmensas, pero también éramos conscientes de que la situación podría impedirnos volver. Para nuestra sorpresa, la aceptación y la participación fueron increíbles y queremos, una vez más, dar las gracias a las familias por el apoyo y la confianza en nosotros, ya que la reacción más normal habría sido no llevar a los niños y niñas por el miedo al contagio. Al fin, el ansiado día llegó, y la ilusión y la emoción nos inundaban. Fue complicado adaptar las actividades, juegos y metodología que usábamos antes a la nueva normalidad, sin poder tocarnos, movernos libremente ni compartir materiales. Pero una vez más la actitud de los niños fue increíble: las clases pasaban volando y la alegría en los rostros de todos se dejaba ver a pesar de la mascarilla.

La Escuela fue retomando las clases presenciales a mitad de junio aproximadamente. Fuimos los primeros en realizar una apuesta tan arriesgada en plena pandemia, no sólo en nuestro municipio, sino a nivel nacional también. Tanto la escuela como institución, como los alumnos y alumnas, fuimos un ejemplo de cómo poder hacer clases presenciales sin riesgo. Todo ello no habría sido posible sin el descomunal esfuerzo del claustro de profesores, la junta directiva y de su director Ángel Hernández Azorín, que como se dice vulgarmente, se dejó los cuernos para que pudiéramos volver a nuestras queridas aulas.

A día de hoy, las clases no han dejado de ser presenciales durante este curso. La reducción de casos y nuestro mayor conocimiento del virus nos permitieron reestructurar algunos grupos en los que se pudo llegar a un máximo de ocho alumnos por aula. El gran cambio vino en la creación de tres niveles en los que agrupar a los alumnos: nivel A, para los más pequeños; nivel B, los medianos; y nivel C, los mayores.

Para finalizar, queríamos volver a agradecer a las familias el tremendo esfuerzo que hicieron durante la pandemia, no solo por la gran participación y aceptación, sino por los continuos mensajes de ánimo que recibíamos, ya que esto a nosotros nos daba la fuerza necesaria para no dejar de trabajar, pues como dijimos al principio, nuestro mayor objetivo es que sus hijos e hijas amen la música tanto como la amamos nosotros. Muchas gracias por todo.

Daniel García Lara e Inmaculada Rubio Ibáñez

Profesores de Música y Movimiento de la Escuela de Música de la Asociación de Amigos de la Música de Yecla.

El proyecto «El clau de vents: registres sonors», el canal de Youtube especializado en la recuperación de música histórica de banda, ha realizado un anuncio para celebrar su primer año de existencia.

Junio de 2021. 

«En clau de vents: registres sonors» es una iniciativa sin ánimo de lucro que desarrollan el historiador y documentalista Frederic Oriola Velló (Quatretonda, 1978) y la musicóloga y flautista Mari Ángels Faus Mascarell (Ròtova, 1977). Ambos son conocedores de la realidad bandística valenciana, puesto han crecido entre atriles y papeles pautados en sus respectivas sociedades musicales. 

El inicio del proyecto fue debido a diferentes causas. Por un lado, los trabajos de investigación de Frederic Oriola sobre los repertorios bandísticos del s. XIX, que mostraron la existencia de un amplio corpus compositivo actualmente en desuso. Por otro lado, vinculado a su faceta de difusión de la música de banda en la radio pública valenciana, la dificultad de localizar ciertos registros sonoros para ilustrar sus secciones en el programa «De Banda a Banda» de À Punt Mèdia. 

«En clau de vents: registres sonors» se presenta como un trabajo de musicología aplicada que busca poner en valor géneros, autores y composiciones ideadas para la banda. Cada miércoles se publica una pieza de compositores españoles compuesta antes de 1975, con el objetivo de confeccionar un repositorio de música bandística donde agrupar las obras más representativas. 

El canal pone el acento en la recuperación de composiciones de gran formato realizadas en España a lo largo de la contemporaneidad originales para banda. Se atiende a compositores y piezas relegadas en los archivos como fantasías, poemas sinfónicos, conciertos, suites, oberturas o rapsodias y así recuperar esta memoria musical olvidada. Junto a ello, se da cabida a transcripciones de piezas peculiares o significativas que, aunque concebidas para otros

instrumentos o formaciones (piano, orquesta, coro, ensembles,…), han sido adaptadas a la banda. Finalmente el canal también abre sus puertas a obras de pequeño formato, para dejar constancia de la existencia de géneros poco recordados u obras excepcionales (polcas, fox-trots, marchas, pasodobles,…). 

Cada pieza publicada se acompaña de un breve comentario musicológico, que puede consultarse en los comentarios de Youtube y en formato audiovisual en el Instagram del canal en @en_clau_de_vents. Con estas herramientas se explica el por qué de la elección y se aportan datos biográficos de los autores. Además se indican los influjos históricos y culturales que hayan repercutido en las obras, así como si han sido editadas en colecciones de publicaciones musicales como Eco de Marte, Harmonia, Música Moderna o Retrobem la nostra música. Finalmente, también se hace eco de las bandas y directores que han interpretado este repertorio. 

Con la realización de este anuncio publicitario, se quiere celebrar un año de trabajo dedicado a la recuperación de este repertorio que se considera tan importante como el sinfónico. Una iniciativa romántica y quijotesca, que cumple ahora su primer aniversario con el deseo de reivindicar el patrimonio musical. 

Visita nuestro canal: 

https://www.youtube.com/channel/UCAcdOjsfj4xgdGgMdXhIGLg 

Datos de contacto: 

Mail: enclaudevents@gmail.com 

Instagram: @en_clau_de_vents

https://youtu.be/N8ilxCW4SE8

“Summertime and the livin’ is easy, fish are jumpin’ and the cotton is high…”

Tenía unos catorce años la primera vez que escuché la versión que Janis Joplin hizo del Summertime de George Gershwin.

Recuerdo que me invadió una sensación extraña, me suele pasar cuando descubro algo que me emociona, una especie de taquicardia que hace que mi cerebro bulla dentro de mi cráneo y mi corazón palpite.

La voz rasgada y doliente de Janis Joplin cambió mi vida para siempre.

3 junio, 2021 Escrito por diapason

Parece un tópico, pero en mi caso es completamente cierto, la música cambió mi manera de percibir la realidad y se transformó en el hilo conductor que ha guiado mis pasos de una u otra manera a través de los años.

Mi adolescencia estuvo marcada por artistas de los 60s y 70s, que me hicieron conocer la buena música, las letras salvajes y despertaron en mí un amor exacerbado por las guitarras eléctricas del que Jimi Hendrix es el único y exclusivo culpable.

La pasión y el fuego que surgían de la guitarra de Hendrix me transformaron en ferviente devota del rock &roll y comprendí que debía ampliar mis horizontes musicales más allá de los artistas y grupos de mi generación.

Led Zeppelin, Pink Floyd, The Rolling Stones… fueron la banda sonora de mi primera juventud, pero The Beatles se transformaron, desde el primer momento, en mi grupo de cabecera, y de entre ellos, sin duda, yo siempre estuve en el equipo de John.

Sus letras, su espíritu luchador, su amor por Yoko Ono…inclinaron la balanza de mi beatlemanía hacía Lennon, aunque George Harrison tenía casi la mitad de mi corazoncito de fan.

Con el transcurso de los años fui creciendo y transformándome, y allí fue donde me encontré con él, con mi amado poeta James Douglas Morrison, descubrí un lugar donde sus versos se abrieron paso a través de mí y me volaron la tapa de los sesos.

Janis, Jimi, Jim y John, cuatro iconos de la música moderna, cuatro artistas que para mí han sido cuatro pilares indiscutibles en la formación de mi personalidad artística, y que representan la esencia del arte, en la gran amplitud de la palabra. Seres sensibles (tal vez demasiado) que desnudaban su alma y que hacían participe de sus sentimientos a todo aquel que se acercase a su obra.

A lo largo de los años han caído en mis manos algunas biografías de estos artistas cuya lectura me ha demostrado que tenían mucho más en común que su amor por el Johnny Walker.

Todos pertenecían a familias que no se correspondían con el estándar de la época, o habían sufrido problemas de aceptación durante su infancia y adolescencia, vivencias que les marcaron desde el principio y se verían reflejadas en sus letras, en su forma de cantar y de desgranar su dolor sobre un escenario.

Janis Joplin creció en medio de un fervor religioso que no compartía en absoluto, su familia pertenecía a una especie de secta religiosa denominada Iglesia de Cristo, un movimiento religioso que tiene por objeto restaurar la Iglesia tal como se muestra en el Nuevo Testamento de la Biblia.

Su adolescencia fue dura, nació en Port Arthur, Texas, una comunidad en la que la segregación racial tenía profundas raíces. Sufrió las burlas de sus compañeros por no seguir la norma, le gustaba leer, pintaba, tocaba el autoharp y sobre todo no odiaba a los negros.

Fue a la Universidad de Texas, donde las bromas de otros estudiantes sobre su aspecto físico eran continuas (incluso la llegaron a inscribir en el concurso “El hombre más feo de todos los campus”) Viajó a Los Ángeles, comenzó a cantar en bares, y, aunque volvió brevemente a su hogar en busca de una estabilidad que no encontró terminó regresando a California.

Su imagen como cantante comenzó a crecer y a partir de ahí todo es historia de la música

El maltrato psicológico al que se enfrentó, incluso fuera de su comunidad, marcaría la vorágine autodestructiva y adictiva en la que la cantante desarrolló su carrera y su inmensa voz.

Siempre que veo la grabación de alguna de sus actuaciones entreveo la tristeza en sus ojos, como el vaho que empaña una ventana y se me nubla un poco el corazón.

Jimi Hendrix, un negro en mitad de una época convulsa, racista, ultraconservadora y llena de cambios, que nunca conoció un hogar convencional.

Nació en Seattle, hijo de un matrimonio que pasaba más tiempo separado que junto y en el que ambos tenían problemas con el alcohol, fue el primero de cinco hermanos, los tres más pequeños fueron dados en adopción por sus padres.

La familia se mudaba con frecuencia y a veces se quedaban en hoteles baratos o apartamentos de la zona de Seattle. Solían llevar a Hendrix a Vancouver para quedarse con su abuela.

Jimi era un niño sensible y tímido y se vio muy afectado por sus experiencias familiares que marcarían su adolescencia y juventud.

Cuando le arrestaron por segunda vez en un coche robado, le ofrecieron el trato habitual: cárcel o alistarse en el Ejército. Jimi no tenía madera de militar y consiguió salir del Ejército.

Se mudó a Nueva York y allí fusionó el mundo de la cultura negra, del blues Little Richard y Solomon Burke, con sus influencias provenientes de su admiración por Dylan o Eric Clapton, y ahí el mundo de la música cambió tal y como era conocido hasta el momento.

Su adicción a los barbitúricos, y puede que la tristeza infinita, lo llevaron a la muerte.

Jim Morrison también se vio afectado por la vida militar, pero en su caso debido a que su padre George Stephen Morrison fue almirante del primer navío nuclear del ejército de EEUU.

Los continuos cambios de residencia y este tipo de vida sin apego a lugares o personas, caló profundamente en su forma de ser y provocó que gestase un carácter rebelde y desafiante hacia la autoridad, y también un espíritu crítico con el cual se cuestionaba absolutamente todo.

En una ocasión llegó a decir que su familia había muerto en un accidente de tráfico, cosa que no era en absoluto cierta y que puede que fuese una muestra de lo “huérfano” y solo que se sentía

Jim era persona tremendamente culta y un empedernido lector de poesía, un amante de los Poetas Malditos y un excelente escritor, que deseaba ser Rimbaud, y que tuvo que conformarse con ser una rockstar, cosa que detestaba, y que lo empujó hacía los límites en incontable número de ocasiones.

Cambió de aspecto, engordó deliberadamente e intentó acabar con ese “sex simbol” en que los medios lo habían transformado, para que la gente se centrase en sus letras, en sus poemas, pero sus propios fantasmas lo atraparon y se lo llevaron consigo al otro lado en un antro de París.

Lennon, John Winston Lennon, el más fabuloso de los Fab Four, tampoco se queda atrás…

Se crio con su tía Mimi y su marido George Smith, su madre Julia (John llamaría a su primer hijo Julian en honor a ella) lo dejó al cargo de su hermana puesto que su situación tanto personal como económica era bastante precaria.

El padre de Lennon, Alfred, era un marino mercante que tuvo que ejercer como soldado en la II Guerra Mundial. Fue bastante díscolo y estuvo siempre ausente, dejó de enviar dinero a su hijo y a Julia, y esta se vio abocada a dejar a su hijo en manos de Mimi.

Así pues, John Lennon nunca tuvo la sensación de tener una “verdadera” familia y eso hizo de él un joven contestatario e irreverente, en sus propias palabras: “Yo era un alborotador. Sabían que no iba a ser un conformista y que influenciaría a sus hijos, que es lo que luego sucedió realmente. Hice todo lo posible por causar problemas en la casa de los amigos que tuve, en parte por envidia, porque yo no tenía eso que llaman hogar. Aunque en realidad lo tenía…”.

Sus años en el Liverpool College of Art estuvieron llenos de afrentas a los profesores que acabaron con su expulsión antes del último año.

Más tarde, en 1960, comenzó a tocar en Hamburgo con la primera formación de The Beatles (Pete Best en lugar de Ringo y Stuart Sutcliff al bajo) y a partir de ahí dio rienda suelta a su creatividad, contando a través de sus canciones sus traumas, sus anhelos y su compromiso con la paz y la justicia, hasta que en 1980 un loco llamado M.D. Chapman decidió acabar con su vida disparándole cinco tiros, de los cuales cuatro le dieron de lleno.

He tratado de exponer como estos cuatro artistas no lo tuvieron precisamente fácil en la primera etapa de sus vidas, como fueron víctimas de sus circunstancias y más tarde de sí mismos.

He reflexionado muchas veces sobre esto y me he planteado sí tal vez, es el sufrimiento y el dolor lo que hace al artista y de esos sentimientos nace el genio creativo que trata de liberar al monstruo a través de sus letras, de sus versos, de su música o de sus cuadros, y busca una catarsis, o más bien, un fuego expiatorio donde aliviar aunque sea de una forma fugaz, todo aquello lo que atormenta.

Como diría mi admirado Jeff Buckley “Nacemos para vivir, nacemos para comprender, nacemos para llevar un patrón maldito y ser transformados por el dolor».

Así pues, descubrir como la música, el arte en general, tiene ese poder curativo que ayuda tanto al que lo crea como al que lo siente, es algo maravilloso.

Somos animales dotados con la capacidad de hacer perceptibles nuestros sentimientos y de trasladarlos a los demás y, ese don es algo que debemos cuidar y fomentar cada día.

Proteger la cultura, la música, que contiene legados tan maravillosos como los de estos cuatro artistas, es una obligación con la que todas las sociedades que se consideren desarrolladas deberían cumplir.

Para despedirme me gustaría compartir unas palabras del pintor Marcel Proust “Sólo a través del arte podemos emerger de nosotros mismos y saber lo que otros ven”.

Hasta pronto.

Conchi Silvestre

Profesora de Canto de la Escuela de Música de Yecla.

Una Cosa Rara – La música curiosa

Por Nacho Cotobal

Esos señores relegados a la última fila de la orquesta y hasta separados a veces con metacrilatos desde antes de la pandemia, que atraviesan largos y yermos pasajes de tacet armados con mazas y palos como para ir a Mordor, dispuestos a intervenir con contundencia cuando se les requiere… Si usted tiene algún problema y se los encuentra, quizá pueda contratarlos.

27 mayo, 2021 publicado en diapason

Sí, hablamos de los percusionistas, todo un arsenal de parches, láminas y cacharros varios al servicio de la emoción y el clímax musical. Ya pueden los violinistas hacer virguerías en la cuerda de sol, los clarinetistas vertiginosos arpegios o coloraturas endiabladas las sopranos que, cuando nuestros héroes deciden intervenir, puede arder Troya.

Aunque están ahí desde la época de las cavernas, durante mucho tiempo su presencia en la orquesta se limita a un par de calderos mágicos llamados timbales de los que el druida extrae su pócima sonora de dos ingredientes: agua tónica y elixir dominante. Paulatinamente se incorporarán otros artefactos como la percusión turca. A finales del siglo XVIII los compositores pusieron su mirada en Estambul, no para hacerse un injerto capilar que nadie necesitaba, ya que todo el mundo llevaba peluca, sino para adoptar bombos, platillos y triángulos como exóticos timbres que nos transportaban al palacio del Pachá Selim en El rapto en el serrallo de Mozart (1782) o daban un aire marcial a los versos de Schilller en una de las secciones de la Oda a la alegría de la Novena de Beethoven (1824).

El siglo XIX seguirá cociendo y enriqueciendo la sección con instrumentos de láminas que, gracias a su afinación determinada, alcanzarán papeles solistas: las campanas tubulares de Berlioz en la Sinfonía fantástica (1830), el xilófono de Saint-Saëns en su Danza macabra (1875), la celesta de Tchaikovsky en Harry Potter -no, perdón, en El cascanueces (1892)- …y ya, en el siglo XX, ni te cuento. La percusión es esa fiesta del ático a la que cualquiera puede entrar sin invitación, venga de China, África o el Caribe, mientras los vecinos de abajo protestan por el ruido y golpean el techo con la escoba o con el talón del arco. Se componen las primeras obras para grupos de percusión sola, como Ionisation (1929-1931) de Edgard Varèse, que utiliza nada menos que treinta y siete instrumentos para trece percusionistas, que a ver en qué ático metemos todo eso, ni en el de Rouco. Incluso los instrumentos de afinación indeterminada pueden tener prolongadas y lucidas intervenciones protagonistas dentro de la orquesta, como la del ¿cajero?, ¿cajista? …el que toca la caja en el Bolero de Ravel (1928) durante un cuarto de hora:

 

Vale, no era el Bolero, lo han descubierto. Se trata de Four organs, una obra de 1970 de Steve Reich para los cuatro órganos electrónicos que se nombran y un pobre percusionista castigado a agitar con pulso constante unas maracas que ni siquiera salen en el título. Lo llaman Minimalismo, pero es bullying musical, ¡no me fastidies, Steve! Este es un buen ejemplo de que, en esto de los papeles para percusión, es mejor calidad que cantidad y que, más allá de Varèse, Boulez y la música contemporánea, lo más habitual históricamente es que el compositor reserve ese bombo, ese gong o esos platos combinados para momentos puntuales. Y, mientras, ¡venga a contar compases! Algunas obras deben buena parte de su fama a un solo porrazo dado a tiempo, o a unos pocos. Y de esas obras va nuestro tema de hoy, comenzando con un hit que no puede faltar:

SORPRESA, SORPRESA

Acompáñame, déjate llevar, hasta el Hanover Square Rooms de Londres un 23 de marzo de 1792, porque un austriaco llamado Franz Joseph Haydn está a punto de dirigir desde el pianoforte su sinfonía número 94 para la flemática concurrencia British. Tras el primer movimiento en forma sonata -como Dios manda- suena ahora un tema simplísimo en tempo andante… la clásica frasecita de ocho compases. Y, encima, la repite pianissimo… perfecto para un ratillo de siesta, hasta que…

(Nota: como ha sido imposible encontrar ningún inglés de 1792 disponible, habrán observado que en el vídeo anterior se ha sustituido el público original por niños de primaria, no vayan diciendo luego que les engaño).

Con la llegada del inesperado acorde fortissimo de toda la orquesta, subrayado por el porrazo de timbal, más de una peluca debió de saltar por los aires dejando a la vista alguna cabeza monda y lironda, que ya hemos dicho que aún no iba nadie a lo de los injertos capilares turcos. Como buen humorista -y Haydn lo era- el compositor no repite la misma gracia y, una vez captada la atención del auditorio, el inocente tema se transforma en deliciosas variaciones. Aquí va el movimiento completo en la misma versión que ha sobresaltado a los tiernos infantes del otro vídeo (menos al del polo verde en la primera fila):

 

Como Franz Joseph Haydn era un poco el Julio Iglesias del Clasicismo, porque le llamaban “el padre de la sinfonía” y no se sabe cuántas tenía exactamente, pero más de cien, buena parte de estas composiciones fueron bautizadas con nombres como El reloj, La gallina, Los adioses, Chábeli… Así que la n.º 94 no iba a ser menos y lleva por subtítulo La sorpresa, si bien en alemán hacen spoiler y la llaman directamente “la del golpe de timbal” (Mit dem Paukenschlag). Alguien bastante cursi dijo que la sorpresa del Andante podría compararse con la que sentiría “…una hermosa pastora a quien el murmullo lejano de una cascada hubiera adormecido y se despierta sobresaltada por el disparo de un cazador” Al parecer, si la pastora no hubiera sido hermosa, habría reaccionado como el niño del polo verde.

EL DESPERTAR DE LOS MUERTOS

BERLIOZ DIRIGIENDO. Caricatura de Anton Elfinger “Cajetan”, hacia 1850.

A finales del siglo XVIII era fácil sorprender con un golpe de timbal, pero en el XIX, el siglo del Romanticismo, las pasiones desatadas y las orquestas hipertrofiadas, el público estaba ya maleao y las sorpresas sonoras tenían que ser a lo bestia. A Hector Berlioz se le llegó a caricaturizar al frente de una orquesta que disparaba con cañones, cosa que Tchaikovsky hizo de verdad en 1880, en el final de su famosa Obertura 1812:

Volvamos a Berlioz, ese malote que soñaba con ver arder un teatro repleto de rossinianos y, si dentro estaba el propio Rossini, mejor. De que el francés era un pelín exagerado no queda ninguna duda: su Réquiem (Grande messe des morts) fue estrenado el 5 de diciembre de 1837 en la iglesia de los Inválidos de París por un “discreto” grupo de 450 intérpretes entre cantantes e instrumentistas, si bien el músico había sugerido un coro ideal de 700 a 800 voces. Y ahora pensemos un momento: si Haydn con su orquesta clásica y su golpe de timbal despierta a la hermosa pastora dormida junto a la cascada, ¿qué no hará el bestia de Berlioz para resucitar a todos los muertos de la tierra y levantarlos de sus tumbas a lo George A. Romero? Porque eso es lo que se cuenta en la apocalíptica secuencia Dies Irae del Réquiem: el fin del mundo con su Juicio Universal a vivos y difuntos. Para empezar, están los ángeles trompeteros que convocan al Juicio en el Tuba Mirum. En el Réquiem de Mozart se apañan con un trombón de lo más resultón, pero Berlioz coloca cuatro grupos de metales separados en las tribunas del templo. Bien, hasta aquí no está mal pero tampoco es nuevo; ya lo hicieron siglos atrás los Gabrielli y Monteverdi en San Marcos de Venecia. Pero, ahora que tenemos a todo el público mirando para arriba, a los trompeteros, y no se entera de lo que pasa en la orquesta, llega el rock and roll: el terremoto del día de la ira en el que el mundo quedará reducido a cenizas. Y en ese cataclismo, que provocó la espantada de algunos asistentes al estreno pensando que la basílica se les caía encima (una misa de muertos en los inválidos no da mucha confianza para salir ileso, la verdad), Berlioz utiliza nada menos que 16 timbales tocados por un total de 10 timbaleros, amén de otra decena de platos, un par de bombos y cuatro tamtams.

EL PODER DE THOR

Pero si hay una obra en la que un buen porrazo acapara toda la atención y se convierte en efímero y heroico protagonista de la orquesta, esa es la sexta sinfonía, Trágica (1904), de Gustav Mahler. El austriaco usa una instrumentación bastante variada en la sección de percusión, incluyendo unos cencerros que harían las delicias de nuestra hermosa pastora amodorrada, pero la estrella es el llamado martillo de Mahler, un gran mazo de madera que debe golpear una mesa del mismo material tres veces. Como Gustav era mazo supersticioso, suprimió el tercer mazazo en la versión final de 1906, ya que, según cuenta Alma Mahler, los leñazos vienen a representar los golpes del trágico destino sobre el héroe y, al tercero, se lo carga (“lo hace caer como si fuera un árbol”), ¿Recuerdan esa película de terror en la que si decías cinco veces “Candyman” delante del espejo se aparecía Tony Todd y te enganchaba con su garfio?, pues Mahler no pasaría de la cuarta. Como el martillo no es un instrumento convencional, cada orquesta se las ingenia para crear el efecto solicitado por el sinfonista: “los golpes han de sonar breves y potentes, con una resonancia sorda, no metálica, como un golpe de hacha”. Así que cada martillo es de su padre y de su madre, como este “modelo guillotina” …

…aunque lo propio es un monumental mazo y, si se quiere dar más espectáculo, unos polvos de talco sobre la superficie a golpear para crear una nube que un amigo mío llama, no sé por qué, “efecto Guindaleta”:

En esta comparativa de seis orquestas diferentes se solapan imagen y sonido (con los lógicos desfases) hasta converger en el emocionante martillazo:

EL HOMBRE QUE NO TOCABA DEMASIADO

Para ir terminando con esta colección de golpes de efecto sinfónicos, vámonos al cine a ver una película cuyo cartel está encabezado por James Stewart y Doris Day (que aquí canta su célebre “¿Qué será, será?”), pero donde el verdadero protagonista es un señor calvo que toca los platillos. Se trata de El hombre que sabía demasiado (The man who knew too much), película estadounidense de 1956 dirigida por el gran Alfred Hitchcock, que es un remake de su propio filme rodado un par de décadas antes en su etapa británica. Gracias a François Truffaut, que entrevistó al inglés montones de veces y publicó las conversaciones en forma de libro (El cine según Hitchcock, 1974), es muy conocida esta explicación que nos viene al pelo:

«La diferencia entre el suspense y la sorpresa es muy simple (…) Nosotros estamos hablando, acaso hay una bomba debajo de esta mesa y nuestra conversación es muy anodina, no sucede nada especial y de repente: ¡bum!, explosión. El público queda sorprendido, pero antes de estarlo se le ha mostrado una escena completamente anodina, desprovista de interés. Examinemos ahora el suspense. La bomba está debajo de la mesa y el público lo sabe, probablemente porque ha visto que el anarquista la ponía. El público sabe que la bomba estallará a la una y sabe que es la una menos cuarto (hay un reloj en el decorado); la misma conversación anodina se vuelve de pronto muy interesante porque el público participa en la escena. (…) En el primer caso, se han ofrecido al público quince segundos de sorpresa en el momento de la explosión. En el segundo caso, le hemos ofrecido quince minutos de suspense.»

Pues bien, esta diferencia entre sorpresa y suspense es, precisamente, la que hay entre la sinfonía-despierta-pastoras de Haydn, con explosión precedida de una conversación anodina (el tema simple del Andante) y la obra de la que vamos a hablar a continuación, compuesta específicamente para crear tensión. Se trata de una obra sinfónico-coral titulada Storm Clouds Cantata -algo así como Cantata de las nubes de tormenta– que el australiano Arthur Benjamin escribió para la primera versión de la película (1934) y que Hitchcock recicló para su remake de 1956, arreglada por su compositor de cabecera, Bernard Herrmann (el autor de los ¡Ñi, ñi, ñi, ñi…! de la ducha en Psicosis). Hermann, que sale en la película interpretándose a sí mismo como director del concierto, alargó la cantata con más repeticiones y progresiones para aumentar la tensión. Para quien no conozca el argumento, digamos solo que esta escena que transcurre en el Royal Albert Hall de Londres es un ejemplo perfecto de suspense, ya que los espectadores conocemos que unos terroristas van a atentar contra un importante diplomático. También lo sabe la rubia (Doris Day), que llora porque han secuestrado a su hijo. Los malos están en un palco siguiendo la partitura, ya que van a matar al pez gordo de un disparo aprovechando el ¡único! platillazo de la obra. Sí, han oído bien; la cantata de las nubes tormentosas esas solo tiene un golpe de platillo. Aquí está la partitura, si no se lo creen:

En la vida real, excepto el timbalero, que tiene que estar ahí removiendo los calderos para que no se pegue la pócima, los demás percusionistas están un poco a todo, de acá para allá, con su furgoneta de construcciones y reformas en general: ahora hago un ¡plin! con el triángulo, después un ¡booom! con el bombo, luego la caja (-Ve tú, que yo ya ando malamente) ¡tra-tra!… lo que se dice un sin vivir. Pero, amigos, esto es cine, y eso de que un señor calvo tenga 176 compases de espera y se pase todo el concierto de brazos cruzados, mirando de vez en cuando los dorados címbalos, es una genialidad de Hitchcock, que crea una tensión pocas veces superada, ¡puro suspense!

CODA

El grito de Doris Day me parecía el mejor punto final para este artículo, pero luego me ha dado por pensar que lo mismo algún percusionista se molesta por poner algunos ejemplos en los que parece que no trabajan mucho. Como no quiero que eso suceda -porque no es verdad, porque tengo amigos percusionistas y porque no es conveniente hacer enfadar a gente que va por ahí con mazas y palos- pongo un último vídeo para mostrar mi admiración por el gremio y me quedo más tranquilo que el niño del polo verde. Se trata de una grabación subjetiva del percusionista estadounidense Joe Martone, que se ha puesto una cámara en la cabeza para que veamos su estresante desempeño en el foso de la orquesta durante una representación del musical West Side Story de Leonard Bernstein. Que lo disfruten y ¡hasta la próxima!

7:00 A. M. Tic-tac, tic-tac, tic-tac… Entonces explota, como si ya no pudiese aguantar más. El sonido del despertador impregna todo el cuarto y se va mezclando con el son de la propia vida. Primero el viento contra la ventana, luego pasos, el café saliendo y, cómo no, esa musiquita que avisa de que los grupos del chat también se han despertado.

20 mayo, 2021 Escrito en diapason

«Buenos días». El muchacho sigue moviendo la cabeza al son del hip-hop, como si así luchase contra las injusticias que sus auriculares le cantan. Los dedos contra la mesa y la cucharilla contra la taza son la percusión. La voz triste de un cantautor advierte de que alguien al otro lado del teléfono reclama mi atención. Es hora de salir a correr. Zapatillas. Móvil. Auriculares. Todo listo. Más ritmo, más volumen. 1, 2, 1, 2… Otro kilómetro y mi canción favorita como compañía.

El agua comienza a golpear mi cuerpo. Es entonces cuando un saxo improvisa desde el altavoz. Empiezo a tararear. En principio solo es un susurro para mí, pero una multitud ficticia se agolpa bajo el escenario. La alcachofa pasa a ser mi micrófono, la agarro con fuerza, me nace una seguridad que desconocía en mí misma. Me piden otra y llegan los aplausos. Es agradable. El tiempo se para. Los acordes me guían hasta que se hace el silencio. En ese momento vuelvo a ser un muñeco de trapo temblando detrás del escenario.

Hora de ir a la escuela. El ambiente es cálido. Los niños gritan sus avances. La percusión se mezcla con el viento. Si agudizas el oído, unos dedos bailan por el piano a lo lejos y ponen paz al caos. La guitarra melancólica me devuelve a la infancia. Casi puedo oler el jazmín del patio de mi abuela. En cada nota sus ojos me miran enternecida. Va a llegar, va a llegar…Y llega ese pentagrama. Siempre llega. Y vuelvo a equivocarme. Y me enfado. Y lo vuelvo a intentar. Y vuelvo a enfadarme. Y lo repito.

El niño me mira al otro lado de la puerta. «Lo harás bien». Sé que lo dice en serio. Yo también confío en él. «Algún día la tocaremos juntos. ¿vale, campeón?», miro el dibujo colgado en la pared. Hace dos años que me lo regaló, pero todavía mantiene la ilusión y las ganas de aprender intactas.

Todo vuelve a tener sentido. Tocamos juntos, le corrijo los errores y señalo sus avances. Ha aprendido mucho. Ambos hemos aprendido, en realidad. Aunque sea la hora de marcharse, nos vamos siendo mejores. «Sigue practicando, eh». Me devuelve la sonrisa y los dos sabemos que recurrirá a su «en casa me salía» otra vez, pero para mí es suficiente.

De vuelta suenan los últimos éxitos. Sin embargo, mi cabeza está estancada. Compás treinta y dos. No puede ser tan complicado. Y la mirada del niño. Lo voy a conseguir, es lo único que tengo claro.

Me encuentro la televisión a todo trapo. Dos jóvenes se pelean a cámara lenta con una música que, a pesar de no ser apreciada, es imprescindible. Entonces me tumbo de nuevo, al igual que al inicio del día. Apago la película. Disfruto el silencio. Me siento en paz.

Los pensamientos revolotean a una velocidad que marea. Es entonces cuando lo comprendo. Recapitulo. Ella ha sido la protagonista en la sombra durante todo el día. Si lo analizo, ella quiere serlo también de toda mi vida. Me ha dado fuerza, retos, reflexiones, paz. Se ha puesto mil caretas —hip, hop, rock, clásica, jazz—, pero ha seguido siendo la misma. Me ha dado silencios y los ha roto en el momento necesario. Ha arrancado mi rabia para luego sacarme a bailar. Me ha transportado a lugares y a personas. Me ha enamorado como nadie jamás lo ha conseguido. Y ahora, gracias a ella, siento que puedo decirlo todo. Es simplemente música.

Mañana será otro día, yo quiero vivirlo con ella.

Mari Nieves García Férriz.

Profesora de Guitarra de la Escuela de Música de la AAMY.

El concierto se celebrará en el Auditorio Municipal a las 11:30 horas

Es el segundo encargo que la formación que dirige Carlos Garcés hace al compositor de Ontinyent, tras Leonardo Dreams en 2017 

La obra está inspirada en la pandemia del coronavirus y es un agradecimiento del autor a los que han luchado y luchan para que todo esto acabe

Valencia, 20 de mayo de 2021.

Cartel del Concierto

La Banda Sinfónica de la Sociedad Instructiva Musical (SMI) Santa Cecilia de Cullera vuelve a confiar en el compositor valenciano Saül Gómez Soler. Tras el encargo que le realizó en 2017 de la obra Leonardo Dreams, el próximo domingo 23 de mayo estrenará una nueva composición que lleva por título Breath.

Será en el Auditorio Municipal de la ciudad a partir de las 11:30 horas en el marco de un concierto que lleva por título “Concert per a una nova era” y que incluirá también los pasodobles Luchando de Fernando Tormo y  Paco Rico de José Luis Peiró y las obras Overture to a New Age de Jan de Haan y Libertadores de Óscar Navarro.

A la hora de escribir este nuevo encargo Saül Gómez se ha visto influido por los duros momentos que estamos atravesando, sobre todo durante el confinamiento, debido a la pandemia del coronavirus. Una reflexión que parte de la idea de la respiración (el significado del título en inglés) y que es el hilo argumental de la pieza que, inicialmente, refleja cómo la pandemia, de repente, deja sin aliento y sin respiración a toda la Humanidad, como una metáfora del caos global que se genera y se extiende a todos los niveles (económico, social, político…).

Breath es también el aparato respiratorio, que se ve principalmente afectado por la enfermedad, ocasionando la pérdida de millones de vidas en todo el mundo.

Como explica el propio autor, la obra se divide en dos partes contrastantes con dos estéticas totalmente opuestas: “Un elemento musical aislado representa la casual aparición del virus en un lugar del que no habíamos oído hablar hasta entonces. A partir de este momento la música empieza a construirse, al igual que el virus, que busca incansablemente su expansión. Esta parte inicial culmina con una saturación sonora que representa la falta de aliento y asfixia de los afectados por la enfermedad y, en general, de toda la sociedad en su conjunto”.

Por su parte, la segunda sección se inicia con una sonoridad vacía que refleja el espacio que genera la ausencia de las personas que no logran superar esta enfermedad. “A partir de aquí, poco a poco empezamos a respirar de nuevo iniciando una gran oda que representa un nuevo inicio, el recuerdo a los que ya no están y la esperanza de que todo lo vivido nos aporte aprendizajes que nos permitan salir fortalecidos como sociedad”, comenta Saül.

Saül se encuentra muy ilusionado con el estreno de esta nueva composición con la que ha querido mostrar su “agradecimiento a toda la gente que ha luchado y lucha para que todo esto acabe”.

Además de Leonardo Dreams y Breaths, la banda que dirige Carlos Garcés fue también la encargada de estrenar en 2020 Scent, un concierto para requinto y banda sinfónica que le encargó en aquella ocasión el músico cullerense Javier Llopis, concertista internacional y director artístico del Tenerife Clarinet Fest, así como profesor de clarinete en el Conservatorio Profesional de Música de Tenerife y de requinto en el Centro Superior Katarina Gurska de Madrid.

En su faceta compositiva, cabe señalar que Saül Gómez ya ha presentado su Sinfonía nº 1 Stones and sea, que será obra obligada en el Certamen Internacional de Bandes Villa d’Altea que se celebrará el próximo 4 de diciembre.

Por otra parte, ha comenzado a ensayar con la banda sinfónica del CIM La Armónica de Buñol, a la que dirigirá como invitado en el concierto que la formación litrera ofrecerá el 24 de julio en el Auditorio de San Luis. Un concierto muy especial para el que ha diseñado un programa ambicioso que incluye el estreno en España de varias composiciones de música para banda de reconocidos compositores así como la interpretación de transcripciones nunca escuchadas en nuestro país.

Y hace una semana, se ponía al frente de la banda de la Societat Musical La Primitiva de Xàtiva, de la que es titular, para grabar un CD de composiciones propias.

Saül Gómez Soler

Saül Gómez Soler nace en Ontinyent (Valencia) en 1982. Es Profesor Superior de Música Licenciado en Percusión y Composición por el Conservatorio Superior de Música Joaquín Rodrigo de Valencia. Lo es también en Dirección de Orquesta por el Conservatorio Superior de Música del Liceo de Barcelona.

Ha estudiado dirección de banda en la ISEB en Trento (Italia) con Jan Cober, Felix Hauswirth, Carlo Pirola y Franco Cesarini.

Ha dirigido varias formaciones bandísticas, tanto en España como en diferentes partes de Europa (Salzburgo, Innsbruck, Praga, Berlín, Múnich…). Actualmente es director de la Primitiva de Xàtiva, la Vella, y de la Orquesta Sinfónica Caixa Ontinyent.

Ha tenido la oportunidad de dirigir a prestigiosos solistas internacionales como Vasko Vasilev, Pacho Flores, José Franch, Francesca Calero, Luís González, Roberto Turlo, Juan Lago o Pablo Zinger.

Durante 2018 fue el titular de la Joven Banda Sinfónica de la Federación de Sociedades Musicales de la Comunidad Valenciana (FSMCV) con la que estrenó varias obras y ofreció conciertos en la Comunidad, Madrid y Francia.

En el campo de la composición, podemos encontrar sus obras editadas en Piles y Molenaar. Posee además su propio sello editorial.

Participa regularmente como jurado en diferentes certámenes y su música se puede encontrar en diferentes cds.

Ha recibido diferentes encargos de entidades como la Orquesta Sinfónica de RTVE, la composición de la obra obligada en el Certamen Internacional de Valencia de 2015, del Certamen Internacional de Altea 2021, música de cámara para la Orquesta de RTVE, la obra obligada para el Festival Internacional de Percusión Percute 2016 así como encargos para solistas internacionales como José Franch Ballester, José Cháfer, Javier Llopis o Mª José Montiel.

Ha sido galardonado con diferentes premios y distinciones como la Mención Honorífica de la Excelentísimo Ayuntamiento de Ontinyent. Desde el 2013 es miembro de la Academia de la Música de Valencia así como de la Asociación de Compositores COSICOVA de la cual es miembro de su junta. También pertenece a la Academia de los Grammy.

Actualmente, centra su carrera en la composición de música sinfónica y música para el sector audiovisual. En este ámbito, ha recibido tres nominaciones a los Hollywood Music in Media Awards de Los Ángeles y una para los premios Jerry Goldsmith.

Ha estrenado obras en Vancouver (Canadá), Texas (EEUU) y Madrid (España) y sus composiciones han sido interpretadas en Bélgica, Portugal, Italia, Japón, Canadá, Alemania, Suiza, Taiwán, Colombia…

El pasado sábado 15 de mayo, se estreno el pasodoble “Papelicos” compuesto por Ángel Hernández Azorín, en el acto de Homenaje a las Fiestas de San Isidro que se realizo en el antiguo Solar del Cuartel de la Guardia Civil de Yecla, y donde intervino la Banda Sinfónica de la AAMY.

Yecla, 19 de mayo de 2021

Ángel Hernández Azorín actualmente es director de la Banda Sinfónica y la Escuela de la Asociación de Amigos de la Música de Yecla, director de la Banda de la AJAM de Jumilla y Presidente de la Asociación Nacional de Directores de Banda.

Según sus propias palabras, el no es compositor sino interprete pero se ha atrevido a escribir este pasodoble, puesto que se siente un yeclano de pura cepa, y al amor y cariño que profesa a estas fiestas populares de nuestra ciudad, que además este año han obtenido la declaración de Interés Turístico Nacional.

Además con esta obra, solicitada al autor por la Federación de Peñas de San Isidro de Yecla, se va incrementando poco a poco el patrimonio musical de dicha festividad.

Ángel nos describe así su pasodoble “Papelicos”:

“Composición inspirada en el folclore y cantos populares de la Ciudad de Yecla. Con una estructura muy sencilla donde podemos escuchar a modo de primer tema el ritmo típico y cadencia del fandango pasando después a escuchar la melodía de nuestro “Fandanguillo Yeclano” como tema enérgico de esta primera parte. Posteriormente volveremos a recordar la cadencia en ritmo ternario como repetición antes de pasar por una pequeña y suave transición que nos llevará al trio; el cual guarda la típica estructura de presentación y repetición con contra-canto. En este fragmento podremos percibir esa añoranza por estas fiestas a la vez que finalmente escucharemos una pequeña melodía evocadora de esperanza por la vuelta a la felicidad que nos provoca el mes de mayo. Después de un puente basado en un tema popular infantil volveremos a la re-exposición de la melodía del trio en dinámica fuerte y enérgica, finalizando así este pasodoble pensado para ser interpretado de forma sencilla y sin grandes pretensiones técnicas facilitando así su interpretación a las pequeñas bandas que acompañan a Reinas, Damas, Peñeros y Peñeras durante los días grandes de nuestras Fiestas de San Isidro”

En un interesante artículo publicado el pasado mes de febrero en la revista digital Diapasón, editada por la Asociación de Amigos de la Música de Yecla, escrito al alimón por Justo Soriano Aliaga y nuestro popular cantante Enrique Ortuño Soto, con el título de “La Salsa y La Fania”, dedicado a Juan Antonio Pacheco Kniping, conocido popularmente como Johnny Pacheco, músico, flautista, compositor, arreglista, director y productor dominicano de música cubana y salsa,  fallecido en el mes febrero, se hacía mención a la empresa discográfica DISCOPHON, fundada a principios de los años 60, ofreciendo música española y moderna.

Emilio Baldoví Menéndez “Bruno Lomas”

La casa discográfica DISCOPHON, fue promotora del grupo musical “Los Milos” de origen valenciano, llevando como cantante a Emilio Baldoví Menéndez, conocido artísticamente  por “Bruno Lomas”, al que tuve la suerte de conocer durante mi etapa profesional en Valencia, en una de sus actuaciones en la antigua sala de fiestas “Mogambo”, sita en la calle de la Sangre nº 9, (cercana a la antigua Plaza del Caudillo), actual Plaza del País Valenciano. Corrían los años 1970-1971.

Sobre dicho grupo musical y su cantante, mencionados en el referido artículo, me sugirió la idea de traerlos a la memoria de los lectores de la revista Diapasón, por ser uno de los grupos pioneros del rock an roll en nuestro país, junto con su cantante Emilio Baldoví, nacido en Játiva, el 14-06-1940 y fallecido en Valencia, el 17-08-1990.  Aunque comenzó los estudios superiores de derecho y perito Agrónomo, no los completó y decidió dedicarse por entero a la música, a pesar de que tampoco adquirió una formación muy amplia en este sentido.

Fue junto con Miguel Ríos, un pionero de la interpretación del rock and roll en España. Obtuvo gran popularidad durante la década de los años sesenta, aunque con el paso de los años su repertorio incluyó cada vez más baladas y canciones melódicas, siendo muchas de ellas versiones en castellano de autores franceses e italianos. Su temática era, casi invariablemente, historias de amor, derivando muchas veces hacia un lado juvenil no exento de cierta ingenuidad.

Comenzó formando parte de “Los Milos”, conjunto dedicado principalmente a la interpretación de rock and roll y también de un amplio repertorio de canción ligera.

El grupo “Los Milos” fue fundado en Valencia en 1959, aunque debutó en los escenarios en 1960 y desarrolló su actividad hasta 1963. Emilio Baldoví era su cantante y le acompañaban los guitarristas y también cantantes Vicente Castelló y Salvador Blesa, secundado tanto en las actuaciones como en las grabaciones fonográficas con la productora DISCOPHON, por diversos músicos contratados para la ocasión.

El mismo año 1960 actuaron en varias ocasiones en Italia y, en 1962, poco antes de la separación del conjunto, Blesa fue sustituido por el guitarrista, Pascual Oliva. Por ser uno de los primeros conjuntos que cantó y grabó rock and roll en castellano, obtuvo una gran popularidad entre el público joven interpretando un amplio repertorio de canciones, entre las que destacan Bailando el rock con migo, Ciao, baby, ciao, Tedy girl  y, especialmente, Pitágoras.

En 1963, cuando “Los Milos” habían realizado una serie de grabaciones que estaban pendientes de ser publicadas, el grupo recibió una oferta para actuar en Francia que solo acepto Emilio Baldoví. Sus compañeros quisieron continuar y seguir actuando en España, y decidieron cambiar de casa discográfica, pero dado que la anterior empresa (DISCOPHON) era la que tenía registrado el nombre del conjunto, tuvieron que adoptar el de “Los Top-Son”, con el que publicaron un disco EP, con las canciones: Chariot, Twist a María Amparo y otras dos, que aún interpretaba Baldoví; este, incluso aparecía fotografiado en la portada del disco a pesar de que no formó parte en ningún momento de esta agrupación.

Ese mismo año de 1963, el cantante reunió otro grupo de músicos para que le acompañaran en sus actuaciones en Francia. El conjunto, inicialmente denominado como “Las Estrellas de Fuego”, estaba integrado por Baldoví como cantante, Vicente Buj Figueras “Sento” y Pascual Cortés Torres “Pipo” (guitarras), junto con Joaquín María Villanueva Herrero “Cuco” (bajo) y Galileo Marco González “Gali” (batería). Algunas veces actuaron en Valencia, pero no realizaron ninguna grabación. Cuando se trasladaron al país vecino cambiaron su denominación por la de “Bruno et ses Rockeros” y ofrecieron numerosos conciertos en Francia y en otros países centroeuropeos durante dos años, actuaron asiduamente en la sala de conciertos parisina Olympia y editaron un disco sencillo con dos canciones –una era un ejemplo clásico de rock and roll–, Se, se nena y la otra su particular versión del bolero Perfidia.

En 1965  regresaron a Valencia, el grupo pasó a ser  “Bruno Lomas con Los Rockeros” y editaron una serie de grabaciones durante algo más de un año. En 1966 Lomas comenzó su carrera en solitario, acompañado por otros músicos, y el conjunto “Los Rockeros” continuó su trabajo hasta su desaparición en 1968. Mientras que Bruno Lomas formó parte del grupo editaron grabaciones de rock and roll y baladas —La casa del sol naciente–, al tiempo que el conjunto publicó algunas  ediciones discográficas que contenían interpretaciones únicamente instrumentales, En forma.

Bruno Lomas, establecido en Valencia desde 1965, afianzó su labor como cantante solista, logrando un éxito cada vez mayor hasta que, a mediados de la década siguiente, comenzó un lento declinar con la consiguiente pérdida progresiva de prestigio entre el público que le había admirado hasta entonces; ello le condujo a cesar en su actividad musical en 1979 y, aunque volvió a actuar esporádicamente durante los siguientes diez años, hasta poco antes de su fallecimiento, nunca recuperó la fama de sus primeros años como cantante.

Su repertorio era amplísimo, abarcando una gran variedad  de estilos: las composiciones más  representativas del rock and roll –Be –bop- a-lula y Carol--del rhythm and blues –Comprensión  y La Casa del Sol Naciente–, de las canciones brasileñas e italianas –La Chica de Ipanema y Melancolía–, o las que compuso él mismo –Anoche la vi, Ayer cumpliste los dieciséis y Eres mi chica soñada–. Fue el primer cantante español que editó un álbum grabado durante una de sus actuaciones, Bruno Lomas canta en directo, en 1967; actuó en algunas películas  –Chico, chica boom y Codo con codo–, y participó en numerosos festivales de canción ligera: obtuvo el premio de la crítica en el VII Festival de la Canción Mediterránea (Barcelona, 1965), interpretando El mensaje y el primer premio un año después, en la VIII edición del mismo certamen, interpretando Como ayer. Ese mismo año participó en el Festival Internacional de la Canción de Benidorm, en el que cantó Amor amargo, compuesta por el Dúo Dinámico, Incluso cantó en catalán Per Sant Joan, en el I Festival de la Canción de Barcelona celebrado en 1968. Las grabaciones fonográficas que realizó son muy numerosas y –muy buscadas por los coleccionistas–, habiendo sido editadas muchas veces en forma de las más diversas recopilaciones.

Alfonso Hernández Cutillas

13 mayo, 2021 Escrito por diapason

En nuestro mundo pre-pandemia, la vida nos iba deprisa. No teníamos prácticamente tiempo para reflexionar: ni sobre nuestro entorno, ni sobre nosotros mismos.

En los últimos meses, y como músico que forma parte de la industria musical, he reflexionado acerca de la música clásica y de esta cuestión que expongo en el encabezado del artículo: ¿Qué estamos haciendo mal?

6 mayo, 2021 Escrito por diapason

Luis Rodríguez Lax.
Profesor de violín en el Conservatorio Profesional del Liceo de Barcelona.
Profesor de música de cámara en el Conservatorio Superior de Música de Aragón.

¿Por qué James Rhodes, con apenas nivel amateur en su técnica pianística (y nula formación pianística universitaria), llena el Teatro Real de Madrid cada vez que hace un concierto, y no lo hace la orquesta sinfónica de la misma ciudad? ¿Por qué la gente disfruta tanto la música de bandas sonoras de películas, y no consume música clásica, siendo estas primas hermanas? ¿Por qué cuesta tanto llenar los auditorios y los teatros de ópera de este país (la asistencia del público ha decaído un 22% en la última década, según datos de la SGAE), mientras que con artistas de otros géneros -también, primos hermanos-, se llenan semana tras semana? ¿Cómo puede ser que en las fiestas mayores de cada pueblo y barrio de España, la música clásica no aparezca en cartelera, mientras que los grandes atractivos suelen ser artistas de pop/rock/urban/reggaeton?

Supongo que ni yo ni nadie tenemos una respuesta concreta y clara para estas cuestiones, o bien porque no las sabemos dar, o bien porque son un conjunto de muchas.

Respecto al tema de Rhodes, el pianista británico ha sabido llegar al público. Que él llene el Real y no lo hagan otras orquestas o artistas de nivel, es como si yo fuera al Camp Nou a jugar un partido y la gente lo llenara por verme a mí y no por ver a Leo. Pero, ¿por qué sucede eso? A través de un drama personal, Rhodes ha conectado con ellos mediante  una de las más poderosas y eficaces armas que tiene un artista: una buena historia. Su historia. Por una buena historia se pagan muchos ceros en el cine o en el teatro. Rhodes ha sabido decodificar el mensaje de la música. La gente no va a sus conciertos necesitando “entenderla” para disfrutarla, sino simplemente entendiendo que esa herramienta le ha ayudado en su vida a aliviar todo el dolor que ha sufrido. La audiencia empatiza y se mete en ese Rhodes adolescente refugiado en el piano para calmar sus miedos y traumas.

Necesitamos que el público se sienta partícipe y protagonista de la música, no un mero espectador pasivo, así como ayudarle en gran modo a que su comprensión sea fácil. ¿Alguna vez hemos escuchado a alguien salir del cine y que diga “me gusta la película, pero yo es que de cine no entiendo”? Yo no. En cambio, he escuchado muchas veces esas palabras compartiendo mi música con familiares, amigos o conocidos. Muchos de ellos, excusándose de no entender de música clásica. ¿Y qué? Si la has disfrutado, ya ha valido la pena el concierto. Para eso hacemos música: ¡para vosotros!

El propio pintor Piet Mondrian-figura importante del s.XX-, reclamaba un arte corrector mundial, pero a la vez utilizaba códigos modernos en sus obras únicamente entendibles por una élite artística. A veces se nos olvida que sin público, no se genera dinero, y sin dinero, no se genera cultura. Tan duro pero tan simple como esto.

Haciendo autocrítica -yo el primero-, los artistas de nuestro tiempo nos hemos ensimismado en la forma y en la meticulosidad técnica y, en ocasiones, nos hemos olvidado de construir una historia capaz de emocionar al público y de conectar con ellos.

Conservamos la pureza de nuestro arte, sí, pero no hemos sido capaces de adaptarnos – aún- a la nueva era y a la manera de consumir cultura de hoy en día. Porque, en efecto, una de las cosas que hemos aprendido con esta pandemia es que la gente necesita consumir cultura, bien sea por necesidad de entretenimiento, por necesidad de formación o simplemente por placer. O por las tres razones a la vez. Pero también ha quedado claro que los músicos de clásica no hemos sabido llegar a este público de la manera tan fácil que otras disciplinas artísticas sí lo han conseguido.

Si tenemos que renunciar a parte de nuestra pureza artística o a nuestros (¿arcaicos?) códigos de vestuario, renunciamos. Si la gente se siente lejos de nosotros por una serie de razones, las cambiamos. Si tenemos que programar charlas didácticas antes de cada concierto (como muchos ensembles y orquestas hacen, por cierto, bravo por ellos), las programamos.

A lo que no nos podemos acostumbrar es a ver las salas de conciertos medio vacías. Tampoco podemos acostumbrarnos a que la gente consuma música cada día de sus vidas, pero sea incapaz de enumerar a más de dos compositores más allá de Mozart o Beethoven. No podemos quedarnos de brazos cruzados viendo cómo orquestas importantes cierran por falta de público o de ayuda gubernamental.

El Gernika o La Gioconda se comercializan en masa: tazas de café, camisetas, pósteres. Estoy seguro de que Picasso o Leonardo estarían encantados de ver cómo su obra llega a muchísima gente. No creo que se plantearan si han perdido pureza o si no están hechas para ser consumidas de esa manera. Lo importante del arte, para mí, es eso: que llegue, que se consuma, que tenga un efecto en la sociedad.

Porque, a pesar de no ser yo muy imparcial en esto, os aseguro que la música clásica es la leche. Es capaz de llegar a lo más profundo de nuestras almas y hacer con ellas lo que se le antoje. Somos totalmente vulnerables ante ella. Un día nos destroza, otro día nos saca una sonrisa de complicidad, nos anima después de un mal día. Nos hace sentir que no somos terrenales, que no pertenecemos a este mundo, porque ella tampoco lo es. Supongo que son sensaciones que todos aquellos que ya escucháis música, aunque no sea clásica, os son conocidas. Pues la clásica también tiene esa magia, os lo prometo.