Cuando José Miguel “el Lupi” me propuso que escribiese algo sobre la Escuela de Música, inconsciente de mí, le dije que sí, pues me hacía ilusión. No sabía en qué jardín me metía; ahora no sé muy bien cómo plasmarlo, aunque palabra a palabra algo saldrá.
Parece que fue ayer cuando mi hijo Carlos comenzó con la Escuela en las escaleras del Ayuntamiento y yo me hice miembro de la Asociación de Amigos de la Música. Pero han pasado veinticuatro años… ¡ahí es nada! Por aquellos entonces se fusionó la Escuela Municipal de Música y la Banda. La unión no solo fue un acierto, sino que ha supuesto un fenómeno cultural de primer orden para Yecla. Se pasó de un puñado de alumnos, casi todos de la banda, a las más de novecientas cincuenta solicitudes que tiene actualmente.
En estos veinticuatro años, he vivido momentos entrañables y emotivos. Recuerdo con mucho agrado cuando la Banda Juvenil hacía actuaciones en los colegios. Otro momento que recuerdo con claridad fue cuando mi hijo salió en la Banda y la ilusión que nos hizo a todos, especialmente a mi padre, pues le encantaba oírlo tocar el clarinete. No se puede expresar con palabras la emoción que se siente cuando ves venir la banda a recogerlo y el director lo coloca en el lugar que le corresponde.
Pasado el tiempo, dejé de ser espectadora y empecé en solfeo con mi amiga Conchi, que conseguía que algo tan árido como el solfeo nos gustara… Recuerdo cuántas veces nos decía: “si sois buenos sin estudiar, imaginaos si estudiarais”. Fue ella la que me animó a cantar.
Seguidamente continué en percusión con Toni. ¡Qué paciencia por su parte!Y, claro, llegaban las audiciones y el miedo escénico con ellas… Desaparecían las notas, los tiempos de espera no se sabía para qué estaban… Ya estaba el follón liado, y él siempre me decía: “uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, yo me calmaré, todos los veréis”. Toni se fue y llegó José Luis, siempre sonriente con la misma paciencia y buen hacer. Creo que lo llevan de serie.
Con la percusión llegó el entrar en la Banda Iniciación, después la Juvenil,dirigidas de forma magistral por Ángel. Fue bonito y enriquecedor tocar en grupo ya que se requiere concentración, partitura, director… Qué envidia me sigue dando verlos tocar.
Empecé la asignatura de canto con José Manuel, a quien he visto crecer. Yo lo he admirado a él como percusionista,“mi timbalero preferido”, y él no se perdía una exposición mía.
Por último, el coro hace que nos lo pasemos bien y que aprendamos. José Antonio, su paciente director, hace que el coro cada vez sea mejor. Se va notandodía a día el buen hacer, el esfuerzo,el trabajo y el entusiasmo que le pone. Sin dudarlo, lo mejor del coro, su mascota “la Marisa”.
En mi opinión, ha sido todo un acierto que haya seguido siendo Escuela de Música y no conservatorio, ya que así puede admitir alumnos de todas las edades, tanto por el gusto de aprender como para una preparación profesional. Dicho esto, gran parte del éxito de la Escuela se debe a la calidad de sus profesionales y al profundo respeto que muestran hacia sus alumnos.
Uno recuerda con aprecio a sus maestros brillantes y con gratitud a aquellos que tocaron nuestros sentimientos.
Por último, quiero agradecer a José Miguel “el Lupi” no solo que me haya metido es este berenjenal, sino también su labor en la sombra dentro de la Escuela.
Mercedes García.