Cuando hace unas semanas recibí la invitación para redactar este artículo sobre la historia y trayectoria de mi banda pensé, “¿por qué no, después de más de 30 años no será difícil?”. Gran error el mío. ¿Qué os iba a contar? ¿El currículo de la banda? Sinceramente, hoy en día, si alguien quiere conocer la historia y  palmarés de cualquier persona o colectivo, sólo tiene que zambullirse un rato en Internet y obtendrá las respuestas, incluso un tutorial de como crear una banda de música de la nada. Sin embargo, lo que ese tutorial no os contará es lo que definitivamente le da vida y llena de personalidad cualquier proyecto. Y esa historia es la que hoy quisiera contar.

Corría el año 1980 cuando “un grupo de entusiastas aficionados a la música” dio el primer paso para formar la Asociación Jumillana de Amigos de la Música de Jumilla. Que bonito queda en las crónicas oficiales lo de “entusiastas”, aunque más bien se les debería llamar valientes e insensatos. Insensatos por pensar que unos maestros de escuela, empleados de banca, empresarios de la construcción, incluso un mecánico de motos, podrían resucitar el espíritu de la desaparecida Banda Municipal de Jumilla. Y valientes pues, pese a ello, no dudaron que lo conseguirían. Desde esa primera reunión, pasó más de un año hasta la presentación oficial de la “Banda de Música de Jumilla”, que ese es su nombre oficial, aunque, con el paso del tiempo dicho nombre se ha ido diluyendo citándose a la banda con el mismo nombre que a la Asociación. Más de un año donde nuestros “valientes insensatos” entre otros menesteres, tuvieron que realizar un sorteo entre dos sastres de Jumilla para decidir quién confeccionaría los trajes de la banda o, incluso,  tuvieron que pedir un préstamo, avalando con sus propiedades, para pagar dichos trajes.

Al final, la valentía y la insensatez triunfaron contra viento y marea y el 12 de abril de 1981, con el Maestro D. Julián Santos Carrión al frente, la “Banda de Música de Jumilla” hacía su presentación oficial. Nacía la familia de la AJAM.

Pese a ser una asociación relativamente joven en comparación con otros colectivos bandísticos de nuestra región, la historia de la AJAM ha dado para mucho. Nueve directores han tomado la batuta de nuestra asociación. Murcianos, alicantinos, incluso un Georgiano (de la madre Rusia) han dejado su carácter en nuestros músicos, forjando nuestra propia personalidad. Los más avispados me dirán que son diez y no nueve los directores que han pasado por la AJAM y cierto es, pero yo dije que nueve cogieron la batuta, el décimo, el actual, bien sabéis por Yecla que batuta no gasta.

Si pintáramos en un mapa aquellos sitios donde la AJAM ha llevado el nombre y la música de Jumilla estos casi 40 años, todo el levante español, la Mancha, Madrid, parte de Andalucía, incluso algún pequeño punto al otro lado de los Pirineos se llenarían de nuestro color. Muchos han sido los conciertos, actuaciones y concursos en los que la AJAM ha participado (según D. Joaquín Medina, antiguo archivero y músico y, para mí, memoria viva de esta asociación, el 6 de abril de 2013 se celebró la actuación número 1.000. Las siguientes, prometo recontarlas para otra ocasión) y pocos los premios logrados. Nunca hemos sido una banda ganadora de certámenes, sólo en una ocasión, en Murcia, logramos el ansiado primer puesto. Pero que no se consigan premios no es lo mismo que no conseguir grandes logros. ¿Acaso dar la oportunidad a cientos de niños de encontrar su futuro laboral no es un logro? No hablo sólo de los grandes músicos que han crecido en nuestras filas, o esos menos conocidos que se dedican profesionalmente a la música, sino de decenas de personas que volcaron su vida en profesiones relacionadas con la música. Centros educativos de toda la región y parte del territorio nacional están llenos de profesores de música que en algún momento de su vida fueron parte de la AJAM.

Logro es obtener el reconocimiento social e institucional, ganado a pulso con un sinfín de actividades solidarias y sociales dónde nuestro único premio ha sido la satisfacción de colaborar en algo más grande que nosotros. Grabar y editar un disco donde se recoja por primera vez “Libertadores” de Oscar Navarro o “Alatriste” de nuestro compañero Roque Baños y destinar los beneficios a la AECC o colaborar con Manos Unidas en la Campaña de concienciación del año 2015, sólo son algún ejemplo de ello.

Pero claro está, como en toda buena familia, no todo ha sido un camino de rosas. Los malos momentos también llegan y algunos, sin duda, son difíciles de  superar. Ese director que no convence a nadie, ese músico díscolo que nos trae de cabeza, los continuos esfuerzos para encontrar financiación, la pérdida de algún compañero… Olivares, Ochoa, Antonio, Teresa, fueron nombres que se despidieron demasiado pronto, pero que su memoria hace que hoy, recordando el pasado, miremos al futuro con más ilusión que nunca.

Pero no nos pongamos nostálgicos, ya que si cierto es que aunque estemos casi en la cuarentena, no parece que nos afecte la famosa crisis de los 40, sino todo lo contrario, nos sentimos más jóvenes que nunca, en parte gracias a la cantera, a esa banda escuela que hoy por hoy es un autentico milagro. En la era del Fornite, el Gran Hermano y los tronistas de turno, que cerca de 70 criaturas dejen todo eso de lado para coger su instrumento e ir a ensayar, eso si es un triunfo y de los grandes. Una Banda Juvenil que precisamente cumple este año 2019 su XXX Aniversario. Pensada inicialmente para que los nuevos educandos se desarrollaran lo suficiente musicalmente antes de dar el paso a la “banda grande” y realizando únicamente el concierto de Santa Cecilia, en la actualidad este conjunto tiene entidad propia, realizando numerosos conciertos y coorganizando el Festival de Bandas Juveniles de Jumilla. La banda Juvenil se ha convertido en la faceta más solidaria de la AJAM, siendo fiel año tras año a sus conciertos benéficos para Cáritas Jumilla o cualquier otro colectivo que lo necesite.

Lejos quedan los años 80, dónde algunos de aquellos valientes insensatos montaban a los jóvenes percusionistas en sus coches y los llevaban hasta Villena a que recibieran clases, pues en Jumilla no contábamos con profesor. El director hacía de maestro de casi todo (lo extraño es que todo saliera bien), los músicos más adelantados daban clases de solfeo a los nuevos fichajes y así, como una familia intentando llegar a final de mes, la AJAM creció hasta llegar a tener una escuela donde nuestros alumnos pueden estudiar cualquier instrumento con una quincena de  profesores cualificados.

Lo que nos deparen los próximos 40 años, nadie lo sabe. Lo que si tengo claro es que esto de la música es para valientes insensatos que saltan al vacío sin preguntar si hay red. Seguramente a muchos de los que leáis este artículo no os dirán nada sus nombres, pero creedme que gracias a personas como Manuel, Paco, Joaquín, Emilio, Antonio, Esteban, Julián, Mario, David, y un montón más, la AJAM, ese sueño de 1980, es una realidad hoy. Al final, como hace poco me decía el amigo “Lupi”, lo mejor de la música es las personas que encuentras en tu camino gracias a ella. Y ese es el mayor de los premios.

Juan Martínez Lencina.

Músico de la Asociación Jumillana de Amigos de la Música.

Editado el 3 marzo, 2020 Escrito por diapason