Escrito en diapason – 30 septiembre, 2021

El año 2019 asistí a la Presentación en la Casa de Cultura del libro “La velocidad de las nubes” de la yeclana Ana Fructuoso Ros, Finalista del III Certamen Literario “MUJER AL VIENTO” que organiza el Ayuntamiento de Torrejón de Ardoz, y en el que colabora “Entrelineas Editores” publicando los libros. “La velocidad de las nubes” es una interesante novela que puede evocar sentimientos de cotidianeidad, de cercanía, de similitud, de escuchar la misma música, de leer los mismos libros, de vivir momentos de otras vidas semejantes, de conocer los mismos caminos,… es, pues, una novela que permite interactuar con una escritora que ha habitado y vive nuestras mismas calles. El libro lleva incluido un curioso índice, detrás del epílogo y delante de los agradecimientos, un índice sin la numeración de páginas habitual, un listado titulado “Banda sonora” con dos apartados: “En inglés” y “En castellano” en el que se incluyen cantantes y grupos musicales con las canciones que la autora ha ido nombrando a lo largo de la novela y actúa  como si fuera una “playlist” de nuestros nuevos dispositivos tecnológicos, una “Banda sonora” que, según la autora, está preparada por su hermano, Juan Antonio Fructuoso Ros (“Ross” o “Juan Antonio Ros” que es como se le conoce en el panorama musical), un músico con relaciones familiares en Yecla que se desenvuelve desde hace muchos años en la música alternativa como multi-instrumentista, arreglista, productor…, comenzó su andadura como baterista y guitarrista en distintas bandas de su ciudad y ha participado en los primeros festivales nacionales (BAM, Benicasim, Festimad) y al otro lado del charco en la primera edición del IPO (Internacional Pop Overthrow) de Los Ángeles, ha publicado álbumes como “Sugar”, “Ross”, Supersonic Spacewalk”, “Rossland”, “Rumor“ y “Rumor 2“, “A Collection For Enemies And Friends”, “Durante el fin del mundo,… ha formado parte de grupos y ha actuado en solitario.

Echándole una ojeada a esta “Banda sonora” de “La velocidad de las nubes” podemos analizar e imaginar los años en los que transcurre la trama de la novela y nos remarca la importancia que la autora ha querido dar a la música, reflejo de una realidad concreta en esos tiempos en los que las canciones, las melodías, los ritmos que escuchábamos estaban presentes con un efecto fuertemente dinamizador y a la vez diferenciador frente a la música que habían oído las generaciones anteriores, con propuestas que dejaban paso a musicalizar ideas literarias como las obras de los poetas del siglo XX que se hacían canciones, u otras como dar forma de melodía o poner ritmo a las reivindicaciones sociales y a la búsqueda de las libertades, sin olvidarnos de la música clásica y la puesta en valor de nuevas propuestas para escucharla. Canciones que pertenecen a la memoria colectiva y que pueden ser esos momentos, que tumbados boca arriba y mirando al cielo, permiten ver pasar las nubes como los sueños y apreciar sus formas y su velocidad como en el título de la novela.

Hay muchos libros en los que los autores remarcan la conexión de la música y las lecturas y hacen que la música, con todos sus significados, sea un personaje más de la trama como en la novela “Y si el sol sale por el oeste” de Davinia Rubio, publicada en Diversidad Literaria, sin un índice exclusivo o una lista de títulos, pero con las canciones y sus letras integradas totalmente en la escritura. Otra forma de entender la conexión de música y literatura es la novela “La Reina del Sur” de Arturo Pérez Reverte que, según las palabras del autor, es un “narcocorrido” de 500 páginas, “Yo no tengo la capacidad de hacer un corrido de tres minutos. No tengo ese talento. Entonces decidí hacer un corrido de 500 páginas… La novela tiene estructura de corrido. Cada capítulo lleva un título de canción. “La Reina del Sur es una obra de ficción que dio a conocer en otros ambientes a grupos míticos de México como “Los Tigres del Norte” o los “Tulcanes de Tijuana” que cantan los narco-corridos, ese tipo de canción que es la épica de la delincuencia y el narcotráfico, como los corridos clásicos son la épica de revolucionarios y gestas míticas del México tradicional.

Y en ese engarce entre música y literatura no podemos olvidar a Haruki Murakami con sus exclusivas “Playlist”, en Spotify y otras aplicaciones digitales, que pueden tener más de tres mil canciones favoritas y que pueden perfectamente acompañar la lectura de sus obras, incluso en algunas la música da pistas de la trama y se imbrica entre las palabras como parte del mismo espacio textual. Haruki Murakamies un autor, que a muchas de sus obras les ha puesto el título relacionado con la música, a la que le da un papel destacado como uno más de sus personajes en las novelas; que habla de sus inicios trabajando en una tienda de discos o, después, sirviendo copas y poniendo música en “Peter Cat, algo parecido a un club de jazz” que regentaba junto a su mujer Yoko en Kokubunji, Tokio, donde también, alguna noche, había actuaciones en directo; que tiene una colección de más de 6000 discos de vinilo y que, últimamente, ha publicado el libro “Música, solo música” junto al, también japonés, director de orquesta Seiji Ozawa. “Música, solo música” no es una novela, es más bien una reflexión personal basándose en sus propias experiencias vitales, en la línea que también ha utilizado en “De qué hablo cuando hablo de escribir” sobre el oficio de escritor, o en “De qué hablo cuando hablo de correr” con los conocimientos del tema como corredor que ha participado en más de veinte maratones y su correspondiente tiempo de preparación, en este caso, “Música, solo música” no es un monólogo como los anteriores, es un diálogo con un director de orquesta japonés, famoso en todo el mundo, como es Seiji Ozawa y los dos maestros, en sus diferentes oficios, muestran sus conocimientos, hablan y reflexionan de todo tipo de música, sobre todo la etiquetada como clásica, desde los grandes compositores como Beethoven o Mahler al jazz o la ópera, dejando traslucir preferencias, afinidades, debates y discusiones sobre la gestión y el trabajo de la Música en mayúsculas, con múltiples referencias al diferente trabajo de cada uno. Una lectura interesante que, por supuesto, se puede acompañar de su correspondiente “playlist” en las plataformas digitales con las composiciones, canciones y títulos que nombran los dos autores a lo largo del libro y que es un repaso a partituras e interpretaciones míticas de la Historia de la Música, una obra que te mantiene entretenido y que puede incentivar para buscar y conocer otros horizontes, una buena reflexión sobre música y lectura.

M. Esperanza Esplugues M.

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