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La historia de las Sociedades Musicales Valencianas se escribe también de la mano de aquellos que fueron sus directores o, mejor dicho, sus maestros, porque esto es lo que siempre fueron y son: Maestros de toda la vida.

Igual como pasa con los presidentes, hay algunos maestros que marcaron época y dejaron una profunda huella que pervivirá siempre en nuestras sociedades. Su herencia es el resultado del ejercicio de un liderazgo muy efectivo en diversos terrenos: Éxitos artísticos en los certámenes, creación de escuelas de música consolidadas o simplemente atesorar un carácter y una ascendencia sobre los músicos y sobre el conjunto de la sociedad musical que, en muchos casos, todavía perdura y se recuerda.

Hablamos de nombres propios como los maestros Varela, Malato, Villarejo, Garcés, Hernández Guirado en Llíria. Mariano Puig en Torrent, José Peñarrocha en Benaguasil, Luis Sanjaime, Pérez Busquier en Cullera, Francisco Fort, Roberto Forés, Henry Adams en Buñol y así un listado interminable de grandes músicos y grandes maestros. Nuestra épica está ligada a estos nombres. (Y perdón por no citarlos a todos)

Algunos de ellos fueron creadores e impulsores de la sociedad musical que dirigieron, la identificación fue tan grande que, cuando se fueron, alguna vez aquello decayó. Incluso en algunos casos su marcha originó conflictos; pero eso, como decía Kipling, es otra historia. Y no es momento de miserias sino de grandezas.

Cualquiera de los directores citados, y muchos más, merecería la dedicación de este artículo. Pero nos centraremos en un maestro al que conocemos muy bien, el maestro Pablo Sánchez Torrella. Un referente para todos nosotros y un caso paradigmático de lo que analizamos. Nada de lo que podamos decir aquí es necesario, pues hablamos de un músico de una trayectoria y reputación muy grandes que ha recibido los máximos elogios y reconocimientos.

Nacido en Paterna, desde muy joven entendió qué era una banda porque formó parte de la de su pueblo. Trompeta solista de la Banda Municipal de Valencia, dirigió desde muy joven diversas bandas para lanzar su carrera como director al frente de la Unió Musical de Llíria con la que batió muchos  récords y consiguió los mayores éxitos artísticos. Finalizó brillantemente esta etapa profesional asumiendo, nada más y nada menos, que la dirección de la Banda Municipal de Madrid para posteriormente jubilarse en su tierra con los máximos honores: La dirección de la Banda Municipal de Valencia. Un director a la altura de los maestros históricos de la Unió Musical como Felip, Varela y Garcés.

Tuve la oportunidad de iniciarme en una banda de su mano, ya que a los trece años ingresé en la Unió Musical De Llíria cuando él era su director. Toda mi etapa de aprendizaje la viví con él, mis primeros conciertos, sus consejos y también sus reprimendas (que sin duda merecía).

Don Pablo, así nos dirigíamos a él con el máximo respeto, vivía prácticamente en el local social, “habitaba” un cuarto contiguo a la sala de ensayos donde daba clases de trompeta y controlaba el conjunto de la sociedad como un vigía lo hace desde la atalaya. Ejercía el mando con seguridad, criterio y energía. Los lunes, ensayo de viento/madera; los martes, ensayo general; los miércoles, ensayo de viento/metal; los jueves, ensayaba con los llamados juveniles de la banda; y el viernes, el ensayo general nuevamente. Casi nada.

Tenía un conocimiento absoluto de la banda, sabía las fortalezas y las debilidades de cada uno de sus músicos y supervisaba la escuela de música controlando las clases y los resultados. Recuerdo muchas tardes de estudio en el llamado “pasillo verde” (los músicos de la Unió saben qué es). Bueno, más que ensayar allí se hacía de todo: charlar, jugar… ¡teníamos doce años! De repente, Don Pablo se presentaba de improviso y aquello cambiaba, se instauraba el orden en cuestión de segundos. Sin ningún tapujo, se sentaba a nuestro lado y nos hacía tocar las lecciones o los pasajes de las obras, ¿se imaginan la situación? Y así pasaban los días y los años.

Con esta intensidad de trabajo, control y acierto, los resultados no tardaron en llegar: éxitos en los certámenes, en la proyección por todo el mundo, en el refuerzo del liderazgo del maestro en su sociedad al que se le llegó a tener una absoluta devoción. Y con ello asistimos a una de las etapas más brillantes de la historia de la Unió Musical de Llíria, en la que él tuvo un mérito indiscutible junto a los músicos y los directivos que le acompañaron y confiaron en su liderazgo, todos ellos también responsables de estos triunfos.

En definitiva, un maestro como los de toda la vida que supo bajar a la arena para trabajar desde la base y formar su propia banda. Como director, no añadiré nada que no sea conocido: Su excepcional elegancia y su gran capacidad artística. Por esto y por mucho más, es una figura imprescindible de la historia musical valenciana de los últimos tiempos. Este artículo poco puede añadir a lo que ya es conocido por todos.

Los tiempos han cambiado y, con ellos, las competencias que los directores actuales requieren para dirigir nuestras bandas de música. Pero hay cosas que nunca cambian y que siempre son la antesala del éxito: El trabajo, la pasión y la determinación. A Don Pablo nunca le ha faltado nada de todo esto.

Son muchas las vivencias y las anécdotas que guardo de esta etapa, ya que su ascendencia sobre los músicos jóvenes de aquella época va más allá de lo meramente musical para formar parte de nuestros recuerdos y vivencias. Esto es exactamente lo que quería resaltar, la suerte que tuvimos muchos jóvenes de muchas generaciones, gracias a nuestras sociedades musicales, de tener la oportunidad de compartir nuestra etapa formativa con personas de esta grandeza. Una vez más, asistimos al milagro de nuestras sociedades musicales.

¡Gracias al maestro Pablo Sánchez Torrella!

Manuel Tomás Ludeña

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