Hablar de los archivos de las bandas de música es referirnos a una de las partes quizás más desconocidas y menos valoradas de las sociedades musicales, pero que a la vez son fundamentales para descubrir el funcionamiento, tanto de la parte artística como social de estas asociaciones, puesto que analizando su constitución se puede valorar históricamente desde qué obras se interpretaban en cada época, para quién se actuaba y porqué se realizaba.

Blog la Verdad/febandasrmurcia/ – Miércoles, 20 octubre 2021

La musicología española y los estudios históricos apenas han dedicado atención a las bandas de música y todo lo que las rodean, al considerarlas siempre una cuestión más popular que culta, sufriendo durante el siglo XX una fuerte marginalidad respecto a los mecanismos de distribución y circulación de la música en las grandes ciudades de nuestro país, unido a que estas entidades tuvieron un gran desarrollo durante el siglo XIX, un periodo complejo y hasta no hace mucho tiempo descuidado de nuestra historia musical, o a la vinculación general que se tenía de las bandas de música con fiestas y ceremonias populares, que si bien contaban con una gran relevancia social, les privaba de la consideración artística que dio prestigio a otras formaciones y estilos musicales durante tiempos pasados.

Por supuesto que cuando nos referimos a estos registros, no sólo lo hacemos enfocado, a pesar de su gran importancia, al archivo musical, sino también al que componen toda la documentación administrativa e histórica de cada entidad cultural.

La historia de la música, y por ende la de sus bandas de música, -yo me centraré en la de Yecla que es lo que más conozco-, se remonta a varios siglos de antigüedad, teniendo periodos donde han habido más de una banda de música que se han alternado con otros donde no ha existido ninguna, y vinculados sobre todo desde el siglo XIX a linajes familiares que han sido los que han transmitido e impulsado el amor por la música en sus ciudades, como por ejemplo los Ortuño en Yecla o la familia Santos en Jumilla.

Según un documento encontrado en el Archivo Municipal de Yecla, en el año 1869 hay constancia de la existencia de una banda de música, al frente de la cual estaba D. Francisco Antonio Martínez, quien por medio de una carta que remite al Ayuntamiento, alegaba que al bajar el presupuesto que se dedicaba a la enseñanza musical, ese año, el nivel de la academia, era inferior al de años anteriores, curiosamente un problema que con el tiempo se ha hecho crónico. Los primeros datos sobre la existencia en la comarca del Altiplano de bandas de música, con un formato semejante al actual se remonta a principios del siglo XIX, pero eso no quiere decir que antes de esta fecha no existieran formaciones o agrupaciones musicales con participación de músicos locales.

Según D. Miguel Ortuño, antiguo Cronista oficial de la Ciudad de Yecla, en los primeros años del siglo XVIII, ya hubo fiestas con participación de músicos. Estas fiestas eran un interesante precedente de las que ahora tanto abundan con el nombre de “moros y cristianos”, se celebraron en la festividad de San Roque del año 1608, con la denominación de “africanos y cristianos”, en donde cada bando tenía su capitán, su alférez y su sargento. No tuvieron continuidad, aún cuando en el siglo XVIII se intentó resucitarlas, esta vez con el nombre de “turcos y cristianos”; fue en septiembre de 1746, con motivo de la proclamación de Fernando VI como rey, destacando el aspecto musical que fue extraordinario, ya que no solo actuó la música de Yecla, aumentada con “violines, violón, bajo y chirimías”, sino que se reforzó con la Banda de Música de Onteniente, que trajo también “dulzainas y danzas de valencianos”.

Por dicho motivo, estos archivos, tanto de partituras como documentos, sean públicos, privados, eclesiásticos o de las propias sociedades musicales, son un tesoro que hay que recuperar, cuidar y poner en valor, promoviendo su estudio en profundidad y posterior catalogación, con el objetivo final de poner a disposición de estudiosos, investigadores y público en general, todos los recursos musicales de cada ciudad que se vayan descubriendo, y que además se deberían de ir complementando con información bibliográfica, discográfica y audiovisual.

Banda Municipal Yecla 1927.

Ni que decir tiene que además de toda la documentación histórica alojada en los archivos municipales, notariales, eclesiásticos, etc., habría que unir la gran cantidad de información no publicada en propiedad de las propias bandas, como son los archivos administrativos, los libros de actas, las partituras manuscritas, información sobre compositores locales y sus obras, las fotografías, los diplomas, los registros sonoros y audiovisuales, los instrumentos tanto en uso como antiguos, documentos y material que sin lugar a duda nos ayudaran a poder construir argumentos tanto históricos como científicos, y que se ha ido generando durante todos estos años de historia de la música en nuestra región.

Como ejemplo y centrándonos en el legado de las partituras, en la ciudad de Yecla nos encontramos con las obras de los miembros de la familia Ortuño, más concretamente con las de José Juan Ortuño Rubio, así como con todo el archivo de obras manuscritas que fue cedida por la familia de D. José Ortuño a la Asociación de Amigos de la Música de Yecla, y de la que casi por casualidad, puesto que aún no se ha investigado a fondo, se descubrió una obra que fue grabada en el Cd “Huellas y Memorias” editada en Bassus Ediciones por Pedro Rubio Olivares, que resultó ser la obra más antigua del archivo yeclano, y que es una «Fantasía obligada de clarinete», una pieza compuesta alrededor de 1860, de autor anónimo, y con una instrumentación de reducidas dimensiones en la que todavía no aparecen los saxofones.

Concluyendo, para las sociedades musicales de la región de Murcia, sus archivos son un patrimonio que hay que estudiar y proteger, porque además de la importancia de la función actual, como base de todas las partituras que con el trascurrir del tiempo son interpretadas por sus bandas de música, -siempre supervisadas por el archivero, ese personaje al que siempre deberemos de estar infinitamente agradecidos por su encomiable trabajo- estos registros son el testigo de la historia de la música en cada uno de nuestros pueblos.

Cuidar, estudiar, proteger los archivos tanto municipales como privados de nuestras asociaciones no es un punto de llegada, sino un inicio del camino; una herramienta pensada para facilitar el trabajo a los investigadores e historiadores, mostrándoles la documentación que vayamos recuperando, poniéndola a su servicio, así como al de cualquier persona interesada en la historia tanto de la música como de cada una de nuestras localidades.

Es obligación de todos proteger este inmenso legado. Sé que los presupuestos de las Sociedades Musicales están muy limitados, por lo que espero y deseo que esta labor sea apoyada por quien corresponda, al igual que se ha hecho en otros lugares como la Comunidad Valenciana, y no se pierda toda esta información tan fundamental para preservar nuestra historia y a la vez afianzar nuestro futuro.

José Miguel Ibáñez Lax