La epidemia del coronavirus que ha asolado el mundo entero y que ha tenido una especial virulencia en nuestro país, además de una tragedia, ha supuesto un cambio radical en la sociedad y, por supuesto, en la música.

Los músicos, tanto docentes como intérpretes, han tenido que adaptarse a la nueva situación.

La primera consecuencia que ha tenido para los profesores de música ha sido la proliferación de las clases online. No cabe duda de que hay una grandísima diferencia entre dar clases de forma presencial y online.

Fuente: Escrito por diapason – 5 noviembre, 2020

En las clases por vídeollamada el alumno no puede apreciar la calidad de sonido del profesor, cuestión ésta muy importante para el aprendizaje de un instrumento puesto que la imitación del sonido nos permitirá desarrollar una sonoridad relajada, flexible y musical, y esto es muy difícil de apreciar a través de una clase no presencial, ya que la calidad del audio no tiene nada que ver con la de una clase real.

Otro inconveniente que surge en las clases online es la dificultad para interactuar con el alumno. El profesor no puede tocar un dúo con él ni, incluso, ponerle el metrónomo, puesto que el retardo que se produce en el sonido dificulta el sincronizar la interpretación musical en conjunto. Además, a la hora de mostrar algún ejemplo de ejercicio técnico o musical a los alumnos se pierde mucho tiempo mientras tienes que mostrar alguna partitura en Pdf a través de la pantalla. El solo hecho de realizar alguna anotación en la partitura, que antes era un proceso rápido e intuitivo, se convierte en una odisea al tener que dar instrucciones a través de la pantalla.

Para intentar paliar estos inconvenientes, los profesores recurren a un esquema más estático de enseñanza: primero toca el alumno y, a continuación, el profesor explica las correcciones pertinentes o toca los pasajes él mismo. Este proceso se repite varias veces hasta que la interpretación de la pieza va mejorando, aunque las interactuaciones entre profesor y alumno se ven reducidas al máximo.

Por supuesto, el impartir clases online es mucho más difícil para los niños más pequeños y también para los grupos de alumnos. Mantener la atención de todo un grupo, sobre todo en edades tempranas, es una tarea muy difícil a través de la pantalla del ordenador o la Tablet. Además, es bastante difícil recurrir a la interpretación conjunta de todo el grupo por el tema ya mencionado del retardo en el sonido.

En el caso de las clases de instrumento a los alumnos más mayores, las clases no presenciales pueden ser más provechosas, especialmente cuando la materia a trabajar es muy específica. Por ejemplo, para mostrar una rutina de ejercicios a los alumnos, para explicar cómo trabajar una obra, etc. De hecho, con esta pandemia, un gran número de profesionales (pertenecientes a orquestas profesionales, sobre todo), han realizado numerosas aportaciones a través de YouTube o de otros canales, sobre diferentes prácticas instrumentales o grabaciones musicales, así como la realización de clases online.

A pesar de todos estos inconvenientes, no cabe duda de que las clases online han permitido a las escuelas de música y conservatorios continuar con su actividad, cosa que no se ha podido hacer en muchos otros trabajos. Dependiendo del número y la edad de los alumnos, así como del tipo de enseñanza musical de la que estemos hablando, las clases se han podido seguir con mayor o menor éxito, pero han permitido al alumnado continuar con sus estudios y a los centros educativos mantener una actividad con la que han podido mantener su función educativa y social.

Mientras el mundo de la docencia musical ha podido de alguna manera capear el temporal que ha supuesto la epidemia de coronavirus, para los músicos dedicados a la interpretación, ha supuesto una autentica hecatombe. Desde los grandes concertistas e intérpretes de todo tipo de música, hasta las orquestas y bandas profesionales o las agrupaciones musicales de todo tipo (bandas, coros, orquestas de música ligera, etc.), todos han sufrido una parálisis total de su actividad a nivel de ensayos y conciertos, ya que sin el público la música no puede existir.

Los músicos de las orquestas y bandas profesionales están aprendiendo a utilizar la mascarilla, a tocar separados de sus compañeros e incorporar todas las precauciones a su trabajo habitual de tocar música de conjunto. Estos músicos han tenido que adaptarse e incorporar otras actividades de manera online, como clases particulares, realización de arreglos musicales, agrupaciones virtuales, autopromoción en redes sociales o, en el caso de algunas orquestas profesionales, conciertos en streaming tanto de pago como en abierto.

También para las bandas no profesionales, ha supuesto un parón total en su actividad musical y una merma importante en los ingresos generados por las actuaciones y conciertos, con el consiguiente perjuicio para el mantenimiento de sus actividades de formación de músicos y de dinamización de la cultura de tantos pueblos y ciudades.

Además, y al igual que en otras muchas profesiones, la vuelta a la actividad se prevé muy lenta y volver a alcanzar un nivel similar al anterior a la pandemia, en lo que se refiere a conciertos y actividades musicales, se ve ahora mismo como algo muy lejano.

Durante todo el período de confinamiento, una de las cosas que nos ayudó a sobrellevar este difícil período fue la Cultura. Los conciertos desde los balcones, el cine, las series, la música de todo tipo, etc. Ahora, esos mismos artistas necesitan de todos nosotros para volver a realizar lo que mejor saben hacer.

Al igual que en muchos otros campos de nuestra vida cotidiana, necesitamos recuperar, con precaución, pero con determinación, la vida social y cultural que tan importante es para las relaciones humanas y el enriquecimiento personal.

Jesús Rodríguez Azorín

Catedrático de Trompeta del Conservatorio Superior de Música Rafael Orozco de Córdoba.