Al plantearme escribir estas líneas, en lo que quiere ser el inicio de un camino en la revista Diapasón, me vino a la cabeza algo que siempre he pensado, las partituras al igual que los libros pueden tener diferentes lecturas e interpretaciones, y, desde esa perspectiva, cada uno vemos y expresamos diversas imágenes de ese arte en mayúsculas que es la Música.
Hace unos años, seguramente en 2008 o 2009, asistí como otros tantos años, el 22 de agosto, a la Entrada de las Fiestas de Moros y Cristianos de “El Campet” o Campo de Mirra, un pequeño pueblo de la provincia de Alicante muy cerca de Beneixama a unos cuarenta kilómetros de Yecla, donde la Historia dice que en 1245 se firmó “El Tratado de Almizra” o “El Tractat d’Almisrà”, tal y como se ve escrito últimamente, uno de los grandes tratados entre la Corona de Aragón y la de Castilla, en tiempos de la Reconquista, que marcó la idiosincrasia de las comarcas y pueblos de esta zona. En el año 1976, exactamente el 7 de noviembre, se representó por primera vez “El Tratado de Almizra” con un texto d’En Francesc González i Mollá basado en el “Llibredelsfeits” de Jaume I y, después en 1984, ya con su ubicación como uno de los actos importantes de las Fiestas de Moros y Cristianos, Salvador Doménech LLoréns hizo una nueva versión con un texto totalmente reformado y ampliado que se publicó en el libro “El Tractat d’Almizra”. El Camp de Mirra 1244-1984” y que se ha estado representando hasta los primeros años del siglo XXI, en los que los profesores de la Universidad de Valencia, Maria Conca y Josep Guia, lo han vuelto a adaptar y han editado un nuevo libro, “El Tractat d’Almisrà”. Es, pues, como una obra de teatro que se representa cada 25 de agosto entre los actos de las Fiestas de Moros y Cristianos del Campo de Mirra y escenifica la “Firma del Tratado” por el que el Rey Jaime I y su futuro yerno, el entonces Infante Alfonso y después rey Alfonso X, marcaron las fronteras del Reino de Valencia, el de Aragón, el de Murcia y el de Castilla en las tierras que les iban conquistando a los moros, y que permite a los espectadores sumergirse por un rato, con ayuda de las primeras sombras de una noche de verano, en una fantasía de parlamentos, sonidos, iluminación, parafernalia, trajes,… y sobre todo de música adaptada a la época.
Ese año además disfruté de la lectura del Libro-Programa de las Fiestas, los programas de la Fiestas son tradicionalmente la crónica de los actos festivos pero también las noticias, las historias, los sentimientos y las vivencias de los vecinos y allegados de estos pueblos, y sobre todo y, más en pequeñas poblaciones, son esos archivos donde se pueden encontrar los estudios más serios y los retazos de la Historia con mayúscula en la que se han visto inmersas las poblaciones o las comarcas, sin olvidar que también son un gran archivo histórico y musical, aún más en la Comunidad Valenciana, en lo que se refiere a las bandas de música y a los músicos. En ese Programa había un artículo con el que se le hacía un homenaje a Matilde Salvador que había fallecido recientemente, una compositora valenciana que había colaborado con su música en la puesta en escena de “El Tractat”.
Matilde Salvador i Segarra
Matilde Salvador i Segarra, nacida en Castellón de la Plana en 1918, fue compositora, musicóloga, poeta y pintora, hija del violinista Josep Salvador i Ferrer y hermana de la violinista Josefina Salvador, estudió con su padre, su tía Joaquina Segarra, pianista de renombre, y posteriormente con el compositor Vicente Asencio i Ruano (1908-1979), que más tarde sería su esposo y también colaborador en sus trabajos y que junto a Abel Mus (Abelardo Mus i Sanahuja) fundaron el Conservatorio de Castellón de la Plana en el año 1932. Como compositora destacó en el ámbito de la canción, en el que musicó poemas de Bernat Artola Tomás, Xavier Casp, Salvador Espriu, Miquel Costa i Llobera,… dando muestras de una notable inspiración melódica, creó muchas canciones infantiles, “cançons de bressol” o nanas, villancicos o “nadalas tradicionales”, al lado de música para representaciones escénicas como “El Tractat d’Almizra” o los “Entremeses” de Cervantes”, en 1945 compuso “Marcha de la Ciudad de Castellón” que fue adoptada como himno oficial el año 1987. Entre su producción sinfónica destacan los ballets “El segoviano esquivo” y “El sortilegio de la luna”. También es autora de las óperas “La filla del Rei Barbut” (estrenada en Castellón de la Plana), basada en “Tombatossals” de Josep Pasqual Tirado, y “Vinatea”, que recrea un episodio de la Crónica de Pedro el Ceremonioso, con texto de Xavier Casp y orquestación de su esposo Vicente Asencio, esta última es la única ópera estrenada por una mujer en el Gran Teatro del Liceo de Barcelona, y tuvo lugar el 19 de enero de 1974. Matilde Salvador compuso también música religiosa como “Missa de Lledó”, en honor a la patrona de la ciudad de Castellón de la Plana (La Mare de Deu del Lledó o Virgen de Lidón), y la “Missa de Perot”, así como la cantata “Les Hores” basada en poemas de Salvador Espriu bajo el patrocinio de la Fundación “Joan March”, también estrenó las misas “Retaule de Nadal”, “Mujeres de Jerusalén” (por encargo de RNE) o “Cervantinas” (por encargo de la Comisaría Nacional de Música).
Desarrolló una relación afectiva especial con la cultura del Alguer (Alghero en italiano, L’Alguer en catalán, S’Alighera en sardo, L’Aliera en sassarés) habiendo dedicado diversas obras a esta ciudad sarda de habla catalana, también homenajeó a la cultura sefardí con “Endechas y cantares de Sepharad” y dio otra visibilidad a poetas americanas con su “Homenaje a la poesía femenina de América”. Entre sus recitales en España, Francia o Italia son notorias las interpretaciones de sus obras de Josep Iturbi, Victòria dels Àngels, Montserrat Caballé o Carme Bustamante. Matilde Salvador también destacó como pintora, trabajando un estilo naif muy personal, en el Congreso Internacional “Aportación femenina a la cultura mediterránea” del año 92 en Valencia, ella fue la que se encargó de hacer los carteles, ya que a sus facetas de compositora y musicóloga se sumaban las de poeta y pintora, como ya hemos dicho. A lo largo de su carrera recibió muchos premios y distinciones como el “Premio Joaquín Rodrigo” de composición coral por “Cantata de l’ocell”, en 1967 y por “Viento, voz, álamo”, en 1973, o el “Premio de Música Ciudad de Castellón” por “Cançoner de la Ciutat i terme de Castelló”, en 1979,… o la Medalla de Oro de la Universidad Jaime I de Castelló de la Plana, en 1998, la medalla de la Universidad de Valencia en 2001, la Cruz de Sant Jordi de la Generalidad de Cataluña, en 2005,… y actualmente cuenta con calles en Onda, Castelló de la Plana, Benicàssim, Picanya, Alboraya, Alcudia de Crespins, Elx, Pinto,… y un Instituto de Enseñanza Secundaria de Castelló de la Plana lleva su nombre al igual que el Centro Cultural de Aldaia.
Música y lectura, curiosidad por nombres, personas, hechos, curiosidad por libros, por noticias, por otras formas de conocer y saber,… y en este año extraño de “quédateencasa”, en el que la lectura también nos ha acompañado a rellenar fases de soledad, miedos y malestar, se retoman viejas ideas que, quizás, puedan ayudar a salir de esta otra encrucijada que el enclaustramiento ha dejado en nuestras mentes, “un clavo saca otro clavo”, un viejo refrán que clarifica que Matilde Salvador i Segarra estuviera entre las palabras y los folios en blanco desde esa lectura del programa de2008 o 2009.
Esperanza Esplugues M.
Yecla, 27 de noviembre de 2020
7 abril, 2021 Escrito por diapason