Little Richards / Dorothy LaBostrie / Joe Lubin
…Me despertó un tremendo estruendo. Llegué a pensar que era un terremoto, pues el suelo sobre mi tumba empezó a temblar. Tuvo que ver con el grito a pleno pulmón de las palabras… «Womp-bomp-a-loom-op-a-womp-bam-boom». No hubo lugar para la duda. Supe al instante que había venido a visitarme el amigo Richard Wayne Penniman. Sí, en efecto, el mismísimo Little Richard. La verdad es, que ha tardado lo suyo en visitarme, desde que ese 9 de mayo de 2020 se pasara a esta otra dimensión. Es de suponer que algo tuvo que ver en esa demora su miedo a viajar en avión, desde que en una gira por Australia sufriera un percance aéreo. La verdad, si hay alguien que se merecía llegar a donde llegó en la música, ese era Richards.
Fue el tercero de doce hermanos y, por si fuera poco, para tener una infancia algo más cruda, su padre, quien se dedicaba a destilar whisky de forma ilegal, lo echó de casa cuando tenía 15 años al descubrir su homosexualidad, con lo que no le quedó otra que ganarse la vida de lavaplatos de tugurio en tugurio; evidentemente, una de las pocas salidas que le quedaba a un chico de color en aquellos Estados Unidos de la década de 1940. Afortunadamente para él, la suerte le sonrió, y un matrimonio de raza blanca que regentaban un restaurante, terminaron acogiéndole en su casa y, digo yo, que alguna virtud vieron en el joven Little, para que decidieran pagarle unas clases de piano. Con apenas 16 años, gana un concurso musical, crea su propia banda, The Upsetters y graba sus primeros singles. Ahora bien, sin alejarse mucho todavía de los fregaderos de los bares, pues comer, había que comer.
Sería en 1955 cuando llegaría su verdadera oportunidad. La discográfica Specialty Records, se interesa por una maqueta que Richard les había enviado y le ofrece grabar unos temas en sus estudios. Tras varias sesiones de estudio y cuando todo apuntaba a que no surgía nada interesante, en un receso, el cantante cogió el micro e, imitando con su voz un redoble de tambor, gritó: «Womp-bomp-a-loom-op-a-womp-bam-boom». La intro de “Tutti Frutti”. Un tema con el que solía improvisar en sus actuaciones, cuyo título en argot, hacía referencia a ciertas tendencias en el ambiente “gay”. Los ingenieros de sonido y productores allí congregados, saltaron de sus asientos atraídos por aquella melodía. Rápidamente se pusieron a trabajar en ella y grabaron una primera toma de la ocurrencia. No obstante, hay que tener en cuenta, que si el título de la canción era el que era, el contenido de su letra ya os lo podéis imaginar…. Aunque esa parte de la historia me la contó detenidamente él, sentados con una taza de té delante. Richard me desveló, que el contenido de los versos de ese primer “Tutti frutti”, tuvieron que ser muy depurados para que aquel tema pudiera incluirse en aquel single en el que Litle Richard cantara ese “Tutti Frutti” junto a Dorothy LaBostrie. Vamos, que con su primera letra, ni Dorothy se habría atrevido a cantarla, ni cualquier emisora de radio de aquellos días a sintonizarla; fue algo más que censura. Originalmente decía algo así como: “Tutti Frutti, good, booty. If it don’t fit, don’t force it. You can grease it, make it easy”; …y concededme el privilegio de no traducir. Siendo sustituidos por: “Tutti frutti, oh rootie. Tutti frutti, oh rootie.Tutti frutti, oh rootie. Tutti frutti, oh rootie, ….Tutti frutti, oh rootie”.
Sin comerlo ni beberlo, aquella canción se convirtió en todo un himno generacional, que llevaría a su precursor a ser considerado como uno de los padres de ese ritmo que se vino a llamar Rock And Roll y, que aquel que adquirió el título nobiliario de “Rey del Rock”, un tal Elvis Presley, también lo tomaría prestado.
Después, vendría alguna que otra excentricidad del artista, como: el hecho de abandonarlo todo en la música y dedicarse a la teología y vender biblias, al salir indemne de un percance en un avión; a excesos de alcohol y drogas; subidas y bajadas de los escenarios; y otros éxitos rotundos a su regreso, como fue el caso de “Long tall Sally”, “Sliping’ and sliding”, y “I have a dream”, la canción que grabaría junto al otro rey, el “Rey del Pop”, Michael Jackson. Por no hablar de sus giras compartidas con The Beatles y The Rolling Stones, quienes rotundamente le idolatraban.
Y ahí lo dejamos. Lanzando al aire juntos ese… «Womp-bomp-a-loom-op-a-womp-bam-boom». ¡Ah, por cierto! No lo he contado antes, lo de “Little”. Me desveló que fue un apodo que le pusieron en sus comienzos, dada su escueta altura y gran delgadez y, que ese cariñoso apelativo de “Lil”, le acompañaría el resto de su vida, aunque hay que revelar, que su cabeza llegó a despegarse del suelo con el tiempo hasta 1.77 centímetros.
Ahí queda, yo solo, «Womp-bomp-a-loom-op-a-womp-bam-boom».
Eleanor Rigby.