Fuente: revistadiapason.com, 5 febrero, 2020 Escrito por diapason

Hola, estimados amigos y lectores:

Soy una de tantas alumnas que forman parte de la Escuela de Música. Afortunadamente, para mí es un privilegio pertenecer a esta Escuela con gran prestigio y cada vez más conocida a nivel nacional, con un gran profesorado y colaboradores tanto humanos como profesionales.

Comenzaré dando unas pinceladas sobre mi vida. Desde muy pequeña me llamó mucho la atención la música. Me gustaba muchísimo cantar, también bailar e interpretar.

Mis comienzos en los estudios de música fueron en el colegio Méndez Núñez. La asignatura de música en aquellos tiempos era bastante limitada, donde el maestro Pedro Rubio, gran músico profesional, se esforzaba por introducir a los alumnos en esta materia. Comencé dando un poquito de solfeo y flauta – por cierto: reconozco que es un magnífico instrumento musical, pero conmigo no encajaba, porque me ponía muy nerviosa, dándome ganas de estamparla contra la pared -. Cuando el maestro decía que teníamos que hacer una obra de teatro se me abrían los ojos como platos. ¡Eso, eso sí me gustaba!

Más tarde se construyó un nuevo colegio, Giner de los Ríos. Decidí trasladarme a él y formé nuevas amistados con un estupendo grupo de compañeras de curso. En la asignatura de música en este centro, impartida por Antonio Galvañ, vi los cielos abiertos. Estudiábamos solfeo y flauta, pero con una particularidad:un nuevo apartado para el desarrollo de la creatividad de los alumnos. Nuestro grupo de compañeras y amigas pronto comenzó a idear y crear obras de teatro escritas y dirigidas por nosotras, sacando de nuestra imaginación todo lo que se nos ocurría. A la vez formábamos coreografías de canciones de cantantes que en ese momento nos llamaban la atención. Exponíamos los trabajos cada trimestre y al terminar el curso lo presentábamos en la fiesta de final de curso.

Cuando salí de E.G.B. pasé al mundo laboral y, a la vez, estudiaba una formación profesional de la rama sanitaria, sacando auxiliar de farmacia en el instituto Ingeniero de la Cierva (Murcia) y después en el instituto José Luis Castillo Puche el título de auxiliar de enfermería, especializándome más tarde en pediatría.

En el período de mi adolescencia tuve una ligera inclinación hacia el mundo del deporte, jugando unos años en un equipo de baloncesto y haciendo algo de atletismo. Por cierto: quedé en primer lugar en una media maratón ganando una pequeña copa.

Más tarde formé mi familia, pero en este tiempo solamente me limitaba a escuchar y tararear las canciones que me gustaban. Cuando trabajaba en una clínica privada de rehabilitación, me hicieron una reducción de jornada. Por otro lado, mis hijos iban creciendo, sintiéndome cada vez más independiente y con más tiempo libre. Un mediodía las noticias de Yeclame enteré de que en la Escuela de Música iban a impartir la asignatura de canto. No dudé en informarme ese mismo día y, a la vez, me apunté con la grandísima suerte de quedar admitida. Entonces comencé a estudiar solfeo y canto, y al siguiente año me incorporé también al coro.

El primer día que asistí a clase de solfeo con la profesora Anto López tuve la sorpresa de que éramos tres adultos y los demás todos niños de entre ocho y nueve años. ¡Madre mía! ¡Soy yo la mayor de todos, incluidos los adultos! ¡Soy la madre de todos!Así, decidí sacar el espíritu de niña y ponerme a su altura en algunos aspectos. También confieso que tuve que ponerme las pilas, porque no recordaba absolutamente nada de solfeo.

Por otro lado, en la clase de canto, el profesor José Antonio Cecilia comenzó enseñándome cómo se debe respirar a la hora de entonar las canciones y, más tarde, una serie de matices que hay que dar en las canciones. Tengo que reconocer que cantar es mi pasión; siempre que podido lo he hecho en algunas fiestas, bodas, etc.

Actualmente formo parte del coro de la Escuela de Música el cual es también dirigido por José Antonio Cecilia. Tengo la suerte de estar con un magnífico grupo de compañeros, porque aprendemos mucho y a la vez nos divertimos. Además, también canto en el pequeño coro de la Iglesia de San José, dirigido por Robert Abad y formado por un grupo de compañeras cuyo único fin es hacer más solemnes las misas de los niños. Llevamos muchísimos años alegrando dichas misas y también participamos en misas de bodas, confirmaciones, comuniones y bautizos siempre que solicitan nuestra presencia.

Colaboro en el grupo de teatro “Arcabuceros de Vinaroz”, dirigido por Pedro Herrero, siempre con fines benéficos.

Al inicio del curso 2018/19 le propuse al profesor José Antonio Cecilia presentarme a los exámenes de la RockSchool, que tendría lugar en julio de 2019. Preparamos los temas y cuando llegó el día, ahí estaba yo esperando a que llegara mi turno. De pronto me vi frente al examinador hablando en inglés y yo no entendía nada, pero el músico y profesor Juan Saurín me traducía. Comencé primero cantando en inglés con absoluta seguridad, dominando perfectamente las canciones. Más tarde el examinador me hizo una serie de preguntasy yo no entendía nada, pero Juan Saurín me hablaba lo justo diciendo que no podía ayudarme en nada. ¡En este momento sí me sentía como un manojo de nervios! Al salir me llamó Juan Saurín y me dijo: “tranquila, que lo has hecho muy bien”. Unos días más tarde me enteré de que había aprobado con buena nota.

Ahora, en este nuevo curso 2019/20, sigo con las mismas asignaturas más una nueva: voy a aprender a tocar el ukelele con el profesor Francisco Ortuño.

Reconozco que la música ha formado siempre parte de mi vida, pero ahora más que nunca. Me siento muy orgullosa de pertenecer a este Escuela, donde tenemos el privilegio de contar con una magnífica banda de música que es reconocida a nivel mundial por ser una de las mejores, dirigida por el músico, profesor y director Ángel Hernández.

La música, un mundo que me traslada a los sueños donde dejo volar la imaginación sintiendo y viviendo como si de una película se tratara, inundando de magia y alegría todo mi ser.

Gracias, gracias, gracias.

P. D. Agradezco a José Miguel Ibáñez Laxque haya pensado en mí para poder realizar este artículo y poder expresar una parte de mis sentimientos. Gracias.

Mª Carmen Martínez Puche,

Alumna de la Escuela de Música de la AAMY